Cuando salga el sol

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Al salir de casa miro el reloj, se hace tarde y Rubbi me espera para ultimar los detalles del contrato con MIDESA. A mi jefe no le gusta esperar a nadie y tengo la bronca asegurada. Encima llueve, poco, pero llueve. Siempre llueve. Desde que tengo memoria nunca ha dejado de llover. ¡Mierda! Es la primera vez que me pongo el nuevo traje REDEA y no sé como funciona. No será difícil averiguarlo, sólo tiene cuatro botones. A ver… los toco todos, los aprieto… y nada. Repelente de agua, repelente de agua ¡Menuda caca! Supongo que, como pasa con muchas cosas, a veces no funcionan aunque sean nuevas. No, si al final va a tener razón Lois cuando me dice que lea siempre los manuales de instrucciones. No creí que era necesario leer el manual para cuatro malditos botones. No sé si éste es el futuro perfecto que imaginaban los hombres de 2011. El reloj dice que son las 05:10. Tengo que tomar un aerotaxi o no llegaré a tiempo. Ahí llega uno. La puerta de plasma me deja pasar a través de ella. Lléveme al edificio MAGNUM CENTER, ¡volando! -De eso se trata ¿no cree?- Me dice el conductor -¿A qué altura?-  Me pregunta sin volverse -A la planta 123- El simio pone rumbo a nuestro destino. El MAGNUM CENTER, casi todo el mundo trabaja allí.

Hace ya unos 50 años que la Agencia de Protección del Ser Humano declaró a los chimpancés personas, de una manera oficial. Desde entonces conviven con nosotros desempeñando las mismas funciones y cargos. A mí eso me parece bien, siempre he considerado que son personas. De hecho, Rubbi, es uno de ellos. Al final decido entrar por la puerta principal y el taxista aterriza en la calle con suavidad.

Entro en el vestíbulo, humanos y simios se cruzan de un lado para otro con sus maletines en las manos. Algunos se reúnen para saludarse y cambiar impresiones. Todos vestimos igual, traje, corbata (una curiosa prenda heredada de nuestros antepasados que nunca ha pasado de moda) los simios también visten igual. Nunca  comprenderé qué me pasa, pero a pesar de haber conocido desde siempre esta forma de vida, no me acostumbro a ver a una chimpancé vestida con ropa femenina. Subo en el ascensor que alternativamente va dejando humanos y chimpancés en las diferentes plantas. 123, la mía. Entro sin llamar en el despacho de Rubbi, siempre me dice que no llame antes de entrar, que yo soy de confianza. Al entrar veo a Rubbi encima de una mujer sobre la mesa, los dos medio desnudos. -¡Oh, perdón!- Me disculpo y salgo. Me quedo ahí quieto, dando la espalda a la puerta, una sensación de tristeza indescriptible me invade. La mujer era Lois, mi novia. Salgo a la calle, llueve. Si al menos saliera el sol alguna vez… Rubbi ¡mono asqueroso!

RELATOSWhere stories live. Discover now