El superhéroe, el regreso

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Estaba bastante contento con los poderes adquiridos gracias a no se sabe qué. Pero no importaba por qué tenía yo ahora estos poderes, lo que, realmente, era relevante es que los tenía. El primero de ellos se manifestó sin venir a que ni a cuento, en un campo de futbol en el que aparecí de pronto sentado en la taza del váter. Volé. Podía volar, flotar como un pájaro mecido por el aire, aunque tuviera los efectos secundarios y nada deseables de esparcir excrementos por el espacio según volaba. Al poco tiempo descubrí otro súper poder, el del oído. Un día me di cuenta que podía fijar mi capacidad de escuchar hacia donde yo quisiera y a una distancia de varios miles de kilómetros. El inconveniente es que me quedé sordo como una tapia a todo lo que sucedía cerca de mí, de forma que no podía escuchar lo que me decía mi mujer, ni mis hijos, pero oía con gran claridad, por ejemplo, lo que hablaba un matrimonio que se encontraba discutiendo en China y aunque eso pudiera parecer una gran cosa, la verdad es que no me servía para nada ya que no entiendo ni papa el chino.

Otro gran prodigio que se manifestó en mí con la fuerza de un tsunami, fue lo que yo he venido a llamar, el poder del gran saltamontes. Tenía la capacidad de dar unos saltos enormes que me capacitaban para encaramarme encima de una gran montaña en un segundo o a veces en dos, incluso de pasarla por lo alto por muy alta que fuera. Inmediatamente pensé ¿qué se sentiría al saltar por encima el monte más alto del mundo? Al principio me pareció algo muy bueno y divertido y me pasaba los días saltando por encima del Everest, pero al cabo de dos semanas ya estaba harto y el uso de esta facultad perdió todo el sentido.

Más tarde descubrí que tenía la fuerza de diez mil hombres o veinte mil mujeres y que podía trasladar una montaña de lugar o cambiar el cauce de un río, pero cuando me di cuenta de que era más difícil trasladar a un funcionario de cualquier Ministerio de un puesto a otro que cambiar de sitio un gran monte, pensé que no me serviría de mucho ese don. A lo sumo podría trabajar en obras públicas haciendo túneles para los trenes de alta velocidad o trasvases de ríos y, la verdad, no me apetecía nada ese empleo. Y quiero aclarar que recibí algunas ofertas de Fomento.

Ustedes dirán ¿Y por qué no usas tus poderes para ayudar a la humanidad como superKK? ¡Buena pregunta! Ustedes no saben la de cosas que les suceden a las personas y a todas al mismo tiempo. ¿Cómo puedo estar en todas partes a la vez? Lo siento, pero yo soy un superhéroe, no Dios.

Aun así, estoy contento con lo que soy, sin embargo les diré que lo que más me molesta de convertirme en Cagónman es que para poder transformarme tengo que sentarme en una taza del váter y apretar, apretar, apretar…

–¿Cariño? Ya está bien ¿no? Que necesito entrar al lavabo

–Cielo ¿Me puedes traer un rollo que aquí no hay?

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