Las águilas y el zorro (FÁBULA)

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Existían, si es que alguna vez existieron, unas águilas hermosas que navegaban por los cielos. Desde las más altas cumbres se dejaban caer hacia el valle deslizándose por las corrientes que ascendían impulsadas por el calor de las bajas tierras. Su deleite era volar a donde ninguna otra ave podía hacerlo, aunque de vez en cuando debían descender para procurarse el alimento que cazaban en las praderas abiertas. No siempre era fácil obtener la comida y había temporadas en que nada encontraban para llevarse al pico y a las garras. Un zorro rojizo y orejón llevaba días observando este problema y una fresca mañana, aprovechando que unas cuantas águilas estaban descansado en lo alto de los árboles se acercó a ellas y les dijo: Os veo todos los días pasar fatigas para encontrar vuestro alimento y eso me da mucha pena. Os propongo una solución. Yo tengo un lugar en donde estaréis cómodas y nunca os faltará el alimento para vosotras y vuestros hijos.

Las águilas aceptaron y obedecieron las indicaciones que el zorro rojizo y orejón les dio. Encerró a todas aquellas hermosas águilas, si es que existieron alguna vez, en una especie de gallinero en donde, efectivamente, nunca o casi nunca les faltó el alimento. Al poco tiempo olvidaron volar y se pusieron gordas. Sus alas se volvieron más pequeñas y sus picos, que ya no necesitaban para desgarrar la carne, se hicieron más pequeños y blandos. Poco a poco se fueron convirtiendo en gallinas, demasiado torpes para volar, demasiado gordas para escapar, pero, ciertamente, sabrosas para el zorro rojizo y orejón que tampoco necesitó nunca más buscar su alimento por las praderas.

MORALEJA: Si vendes tu libertad a cambio de la seguridad, seguro que ambas cosas perderás.

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