El amante

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Sin ningún tipo de dudas, Durum era el jefe. Allí, entre todos los miembros del clan de papiones, el liderazgo de aquel simio impresionante era incuestionable. Sus colmillos, de más de cuatro centímetros de longitud, imponían mucho respeto. Era el macho dominante y todas las hembras estaban obligadas a ofrecerse sexualmente a sus apetencias. Lumnia era una mona joven que estaba entrando en la época fértil. Como sabía que Durum se iba a aparear con ella, siempre intentaba alejarse todo lo posible y desaparecía, haciéndose la distraída, entre las ramas más altas de los árboles. Hija de una primate prominente entre la familia, vivió feliz su infancia protegida por su madre y por sus tías. Hasta que se hizo adulta. Desde entonces, Durum no dejó de perseguirla y constantemente trataba de montarla. El líder tenía todas las características biológicas para ser el mejor padre y el que mejores genes pasaría a su descendencia, por eso era deseado por todas las hembras de la manada. Incluida Lumnia. Era imposible resistirse a los encantos genéticos del macho alfa. Aunque su corazón pertenecía a otro del que estaba enamorada, secretamente, desde que eran dos monitos chicos. Golo era un joven alegre y vivaz mucho menos corpulento que Durum, pero sabía tratar con cariño a Lumnia, además le hacía reír y eso era una cuestión muy importante para Lumnia.

En cuanto tenían la menor ocasión se escondían de los demás miembros del clan y se hacían arrumacos y caricias o jugaban a perseguirse por las ramas, como habían hecho desde pequeños. Pero cada vez que Durum reclamaba su derecho sobre Lumnia y la perseguía hasta montarla, la felicidad entre los dos desaparecía como la lluvia en el Serengueti durante la gran sequía. Golo observaba desde los matorrales con los ojos encendidos de rabia y de celos. Sabía que Durum le destrozaría si se atrevía a desafiarlo pero no podía más con aquella angustia, con aquella situación que se repetía cada día.

De pronto, sin emitir ni un gruñido, saltó sobre el líder clavándole los dientes en un costado. Durum respondió al dolor apartándolo de un manotazo y contraatacó con una violencia tan brutal como inesperada. Tras un breve forcejeo, el macho dominante le hundió sus enormes colmillos en el cuello abriéndole la garganta. Lumnia escapó dando gritos horrorizada. Esa noche toda la manada se convertiría en caníbal y disfrutaría de un poco de carne que añadir a su dieta.

El primer hijo que tuvo Lumnia llegó a ser el líder del grupo unos años más tarde, cuando en una pelea con su padre le arrebató el poder. Durum tuvo que desterrarse para siempre o perdería su vida ante el furibundo ataque de aquel valiente joven que le recordó a su antiguo rival. Lo que el viejo líder nunca supo era que Lumnia había decidido que merecía la pena tener un hijo de un macho, quizás menos apropiado genéticamente, pero lleno de valor, de gracia, de amor y de ternura con ella. Y es que el amor mira más el interior que la apariencia.

Lumnia, aunque tuvo más hijos, siempre quiso más que a ninguno al nuevo jefe, al que había puesto por nombre Golo.

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