El pistoletazo de salida estaba a punto de producirse. La inquietud de todos los participantes estaba en el aire… se respiraba, se sentía en todas y cada una de las células que se podían contar por millares de millares, quizás eran más pero yo no lo podía saber. Solo me preocupaba una cosa: correr y correr con todas mis fuerzas en cuanto se produjera la evacuación y no parar hasta llegar a la ansiada meta… aquella especie de estrella luminosa, enorme, con su corona radiante como un sol. Algunos, demasiado impacientes salían antes de tiempo pero eran descalificados de inmediato. Al fin llegó el momento y todos salimos disparados. Yo corría y corría, algunos se quedaban por el camino nada más empezar la carrera. Otros, la mayoría, iban perdiendo la energía poco a poco. Pero yo seguía corriendo cada vez con más ímpetu. Parecía que alguien o alguna fuerza me impulsaban, me animaban a seguir corriendo sin parar. No me preguntéis cómo, pero llegue el primero. Por eso, ahora estoy aquí, vivo y contento de esta gran carrera que puede que aún no haya terminado. Os diré algo que todos sabéis pero que es muy importante recordar y comprender: todos hemos sido los primeros al menos una vez en nuestra vida.
