Fantasmas en el mar de la memoria. Parte III

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No sabía si ya eran días o sólo eran segundos. De hecho, ni siquiera estaba segura de que algo tan mundano como "el tiempo" existiera en aquel ¿lugar?

Su desesperada fuga de la "prisión" de Mrrgan T' Fä la había arrojado de cabeza en lo que parecían ser los recuerdos de cientos de millones de vidas ajenas, todos sus sueños, sus deseos, sus esperanzas, sus más bajas pasiones, sus más elevados anhelos, sus dichas y sus desdichas, sus triunfos y sus fracasos, sintiéndolos y viviéndolos como si fueran propios.

Era no solo como estar ahí sino como vivir el momento. Era como vivir a través de la mente de un niño el día en que su familia entera era calcinada por la furia de un dragón. Era como ver a través del corazón de un hombre, un buen hombre, el momento en que se veía forzado a matar por primera vez, en defensa de su propia vida y la de su familia. Era como ahogarse en el miedo colectivo de una aldea que era arrasada por la furia de un ogro o de un gigante hambrientos... era como estar atrapada en el alma de una niña que era separada de su familia por una horda de almas arruinadas por la ambición y la avaricia.

Y luego estaba la oscuridad, la oscuridad en el alma de un hombre que asaltaba y mataba viajeros inocentes en los caminos, la crueldad en el corazón de un tirano que sometía a su pueblo a toda suerte de iniquidades y privaciones, la maldad en el alma de una mujer que vendía a sus hijos por unas pocas monedas que se gastaría más tarde en cualquier cantina del pueblo. La perversión de una banda de mercenarios que arrasaban un pueblo entero por órdenes de un cacique hambriento de poder y dinero.

Sin embargo, para su fortuna, no todo era horror y violencia, no todo era muerte y perversión, también había unos pocos momentos de luz y de amor, como el instante en que una madre recibía por primera vez en sus brazos a su hijo recién nacido o como cuando una joven pareja pronunciaba los votos sagrados que los unirían en matrimonio o como experimentar el inmenso amor de un padre que se desprendía de su único bocado de pan para dárselo a su niño hambriento.

Aun así, se estaba perdiendo. Sin importar lo buenos o lo malos que fueran, los recuerdos viejos, descoloridos y a veces oscuros de seres muertos hacía eones que se confundían y entremezclaban con la memoria borrosa, traslucida e informe de seres que nacerían en el futuro distante de Phantasya habían logrado que el alma de Cyan se desdibujara como una acuarela bajo la lluvia.

Desesperada, la hermosa guerrera podía sentir cómo los últimos vestigios de su consciencia se le escurrían como arena entre los dedos, hasta que...

-Cyan-

Justo cuando creía estar a punto de ser por completo asimilada por la consciencia colectiva de Phantasya, la vibración de su nombre logró alcanzarla desde un lugar más allá de aquel océano de tiempo y recuerdos, devolviéndole, aunque fuera por un segundo, su sentido de individualidad.

-¿Nemahu'?-

Nemahureru-more-noviyo, "La bella que sueña", se las había arreglado para encontrarla en los confines del Jardín de los Senderos Infinitos, con la esperanza de que no fuera demasiado tarde.

-Resiste Cyan. Sé fuerte, no te pierdas. La ayuda está en camino-

Desde el Gran Hechizo, Nemahu' era la única dryatha con el poder suficiente para vivir fuera de Quni-na-zeqaa y ahora, era la única esperanza de aquella destrozada Cyan.

-No puedo, Nemahu'. Duele, duele mucho y ya no puedo... no puedo más, ya casi no sé ni quien soy, no sé ni siquiera si todavía existo-

Incluso en aquel estado fantasmal, la dryatha pudo sentir el dolor de aquella alma torturada, forzada hasta sus límites, llevada hasta un extremo en el que la mayoría de los seres ya habría sucumbido y que aun así resistía, aguantaba aferrada nada más que a su voluntad de vivir y a su indómito espíritu.

Phantasya. Trinidad de sombrasWhere stories live. Discover now