El mago y la serpiente. Parte IV

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-Durante siglos, tu nombre se ha murmurado con terror, criatura- orgulloso, el MHagg se irguió en toda su estatura haciéndole frente al oscuro Ofiukoatl -príncipes y mendigos, guerreros y hechiceros, dioses y demonios, justos y pecadores, todos tiemblan ante la mera mención de tu poder, engendro; todos excepto yo. Yo que lo he superado-

Con un gesto, el MHagg liberó un enorme haz de luz que destrozó una horda de arreva-nants que ya habían abierto un hueco en las disciplinadas filas de la FHorzam MHaggna y que comenzaban a trepar al escenario, y el cual luego impactó en el abdomen del dios serpiente.

Un alarido de dolor cubrió la ciudad entera, alarido que, para desconcierto de los pocos sobrevivientes que quedaban en la plaza, pronto se transformó en un ruido que parecía una mezcla entre una risa humana y un zumbido insectoide.

-¡No seremos conquistados! ¡Mi pueblo no será tu esclavo!- una serie de siniestros chasquidos que intentaban imitar a una voz humana inundó la plaza entera -¡Mi gente será libre! ¡Nuestras almas no te pertenecen! ¡Nuestros corazones son libres!-

Más furioso que sorprendido, el MHagg emitió una sola palabra, una bendición/hechizo, que destrozó a todos los espectros en un radio de 50 metros, convirtiéndolos en repugnantes charcos de un líquido viscoso y maloliente, y que hizo a Ofiukoatl encogerse como si lo hubiera golpeado el puño de un gigante, pero nada más.

Un golpe de la gigantesca cola de la serpiente rechazó a un escuadrón de cavaleri que se precipitaba a sus espaldas y un siseo logró que los arreva-nants destruidos por el MHagg se reconstituyeran, aunque ahora como criaturas hechas de baba y limo pestilente.

Casi imperceptible, excepto para IRizoç que lo conocía desde niña, un gesto de preocupación se dibujó en la cara del MHagg. El supremo gobernante de HOuçç elevó una plegaria/encantamiento que transformó la luz de las pocas antorchas y esferas de coral-cuarzo que quedaban a su alrededor en llamaradas blancas y verdes que evaporaron a los esbirros de Ofiukoatl, en tanto a este le arrancaban grandes trozos que se devolvían a su estado original de insectos individuales.

Sin arredrarse, la serpiente conjuró a más de sus miles de nuevos lacayos; la gran mayoría de los asistentes a la lidúrigga ya habían sido transformados y casi todos ellos se abalanzaron sobre el escenario, barriendo a lo que quedaba de la FOrzam MHaggna e ignorando las lanzas de la LEggiom DEhi que los acribillaban desde la retaguardia.

Ahora sí, el MHagg dejó ver su consternación y mientras IRizoç conjuraba a sus protectores de piedra y llamas y el resto de los miembros del Círculo Interno se preparaban para dar batalla a la horda de Ofiukoatl, el MHagg hizo algo que nunca nadie se habría imaginado que se atrevería a hacer.

***

Aunque no es algo que suceda muy a menudo, Morrigan puede llegar a sonreírle a aquellos que desafían las posibilidades, a aquellos que solo pelean las batallas perdidas, a aquellos que en un único lance se juegan la vida, a aquellos quienes, como Cyan D'Rella, le plantan cara a la muerte con una sonrisa y una mirada desafiante.

La espada apenas si encontró resistencia. Con todo el peso de la joven guerrera detrás y las bendiciones imbuidas en la plata eelphen, la punta dio en el blanco y la hoja se clavó hasta la empuñadura en el cráneo de la bestia, que se derrumbó sin un solo gesto, arrastrando con ella a la rubia, quien rodó sobre el fangoso suelo de la intersección.

Tambaleándose sobre piernas inseguras, agotada y asfixiada, apenas viva, Cyan llegó hasta la pequeña Hara-pa, cuya luz se había extinguido completamente y su cuerpo, rígido y ennegrecido por aquella impía sombra, yacía inerme justo donde lo había dejado.

Phantasya. Trinidad de sombrasWhere stories live. Discover now