Sombra creciente. Parte III

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Una capa blanca bordada con hilos de plata ondeaba salvaje al viento. Una aguda espada de plata y acero silbaba y cantaba surcando el aire. Un escudo de madera y bronce resonaba ante el impacto de las heladas garras de la criatura, mientras el alto y esbelto soldado, cuyas sienes brillaban con el mismo gris-plateado de sus arreos, resguardaba la retirada de sus hombres.

Quorbus, una vez uno de los soldados más leales del MHagg, ahora luchaba en tierra ajena, por un rey ajeno y por una multitud de pueblos extraños, pero la misión que se había impuesto desde el día en que había arrojado su sígil a la basura no había cambiado: los inocentes de Phantasya no sufrirían, el mal sería exterminado y los falsos dioses serían denunciados y arrojados al Vacío Detrás de la Luna.

Una de aquellas infernales luces lo atravesó de lado a lado a la altura del abdomen, mientras la abominación responsable, ágil y veloz como las malditas R'nyerx älvs, saltaba fuera de su alcance o eso creyó ella: el ex centurión enfocó una torva mirada en la criatura y su aura empezó a vibrar en sintonía con la plata elphen de su espada, la cual se desprendió de su mano y en apenas una fracción de un parpadeo, voló y se clavó en el pecho de la criatura.

Tal vez estaban mudos, el viejo soldado no había escuchado a ninguno de ellos hablar... o gritar; tal como este, todos ellos simplemente se derrumbaban en el suelo, sin siquiera un quejido, y luego se convertían en pulsantes masas gelatinosas que apenas si guardaban alguna semejanza con el cuerpo que alguna vez habían sido.

A su derecha, una pequeña tropa de qubolds, que sólo la Sagrada Aura Lunar sabría cómo habían llegado a Thrauumlänt desde EttonyhTatze-rohp, machacaba a martillazos a otra de las criaturas, la cual, antes de morir había matado a dos de sus miembros y había dejado a otro al borde de la muerte.

-¡Ja-olo, sigan con la retirada! ¡Llévate a tu gente! ¡Yo los cubro!-

El líder de las casi diminutas criaturas, la tercera de las razas tdwarvans junto con thuarfs y knomms, asintió con la cabeza antes de gritarle a sus camaradas en aquel extraño lenguaje hecho de chillidos y bufidos, tras lo cual los cuatro o cinco que quedaban de pie cargaron a sus heridos y echaron a correr rumbo al castillo.

Las calles de Fantsythorpe se habían convertido en el epítome del caos: gente huyendo y llorando, soldados gritando y maldiciendo, hombres, mujeres y niños invadidos por la histeria que eran incapaces de seguir las indicaciones de las thegnes y el cuerpo de voluntarios que se habían ofrecido para coordinar una eventual evacuación.

Su escudo golpeó con toda su potencia a una criatura que se había arrojado sobre él, según Cyan, los malditos... ¿wampeers? Se fortalecían al alimentarse de sus víctimas y Quorbus lo había podido comprobar, a cada momento, los malditos albinos eran más fuertes y más rápidos y sus malditas luces parecían incluso crecer y extendían cada vez más su alcance.

La luz buscaba su pierna, pero un rápido reflejo lo libro del ataque y un veloz movimiento lo dejó a un paso del enemigo, su espada hendió el aire en un tajo descendente que, sin embargo, fue atajado por el rival con una defensa cruzada alta; las muñequeras del enemigo vibraron, aparentemente furiosas, al sentir el filo del arma, pero no cedieron, al contrario, parecieron arrojar la espada hacia arriba dificultándole al ex legionario controlarla.

No obstante, el mandoble había sido solo una distracción; rápido como una serpiente, Quorbus le asestó una patada a la criatura justo en el plexo solar, abollando la armadura (si es que eso era) y sacándole el aire a la criatura. La espada recuperó su camino, pero esta vez alcanzó a colarse en un resquicio entre el espaldar de la armadura, cercenando la columna vertebral del enemigo.

Sin confiarse, Quorbus lo remató clavando con toda su fuerza la esquina inferior de su escudo en la cabeza del wampeer. Otra vez, ni un sonido, simplemente, el cuerpo se descompuso en aquella asquerosa gelatina, lo cual dejó ligeramente más tranquilo al viejo soldado, por lo menos hasta que...

Phantasya. Trinidad de sombrasWhere stories live. Discover now