La hora más oscura. Parte III

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-¡¡¡¡NOOOOOOOOOOOOOO!!!!-

El grito desesperado, desgarrador, casi inhumano del joven Ii-ack se elevó por encima de las blancas torres de Fäntsyschloz. Frente a él, víctima de la traición y el agotamiento, había caído lo más cercano a un padre que había tenido en toda su juventud. Y así, mientras la luminosa figura de Garagán Tu-Han, el último zyqlopoon, se desvanecía víctima del golpe del jotun, el joven huérfano se sintió más solo y más furioso que nunca.

Delante de él, los hechiceros de la Scholomanza justo habían terminado de ensamblar la pirámide de coral-cuarzo, de poco más de un metro de alto, y seguían discutiendo sobre la forma de apuntar el rayo de luz del artefacto de Garagán hacia la grieta; sin embargo, en un arranque de furia y desesperación, Ii-ack arrebató aquella especie de lámpara de las manos de uno de ellos y, conociendo de sobra el mecanismo, la encendió.

Dirigido por el joven huérfano, el rayo golpeó directo al jotun, abriendo en su cuerpo un agujero que lo atravesó de lado a lado, el cual, no obstante, fue insuficiente para matarlo. Al contrario, la criatura, que había estado enfocada en el cuerpo del cíclope que se dispersaba, fijó su vista en el castillo y comenzó a avanzar hacia él.

-¡Muchacho estúpido, esto no es un juguete, ni un arma, es una maldita llave!- uno de los hechiceros le arrebató la lámpara a Ii-ack y, tras examinarla unos segundos, descubrió el mecanismo de encendido.

El haz de luz entró a la pirámide de coral-cuarzo en cuyo interior rebotó unas cuantas decenas de veces, fracturándose y fortaleciéndose cada vez que golpeaba las paredes, hasta que por fin encontró salida y aunque en principio parecía que se perdería en el horizonte, algo extraño ocurrió: el haz de magia hizo una curva imposible y se estrelló en la grieta en el cielo. Un ruido o una vibración surcó la magia a su alrededor, golpeando a los wampeers y al jotun, inmovilizándolos por un momento, al tiempo que la grieta en el cielo se oscurecía y comenzaba a cerrarse poco a poco.

En el patio, Cyan no sabía exactamente lo que ocurría, pero supo aprovechar su oportunidad.

-¡Gofmaa', ahora!-

La puerta del castillo se abrió violentamente y de su interior surgieron un centenar de figuras con el torso desnudo, la espalda decorada con un gran tatuaje en el que un par de alas se envolvían una a la otra, la primera de apariencia demoniaca, negra y con detalles en rojo, la segunda angélica, roja y con detalles en negro. Las figuras, hombres y mujeres que se habían estado preparando toda su vida para aquello, libraron de un salto el grueso de las fuerzas defensoras y se plantaron entre ellas y el enemigo.

Vestidas solo con pantalones grises sueltos, atados a la cintura por una banda de seda amarilla y calzados con ligeras zapatillas negras, los recién llegados se sincronizaron a la perfección en un fluido movimiento que, al final, arrojó una oleada de algo que parecía una mezcla de fuego y oscuridad. Aquella magia, arrebatada a los legendarios heixencamphers y mejorada y ampliada con el paso de los siglos por los herederos de Guuderkaisr, golpeó a todos los enemigos que estaban en el patio.

La oscuridad envolvió a los wampeers, paralizándolos, y el fuego los consumió hasta convertirlos en cenizas, solo Zno' y Rowz, quienes no habían sido afectadas por el golpe en la rasgadura entre dimensiones, se libraron del ataque de Gofmaafrandz y su gente, al esquivar con impresionantes saltos la oleada que eliminó a los wampeers que estaban detrás de ellas.

-¡Gofmaa', despeja las almenas! ¡Klynk', sube el rastrillo! ¡TOuzmap, baja el puente!- la voz de Cyan retumbó en todo el patio e incluso hizo eco en las altas torres de Fantsyschloz -¡Lanzas, al frente y al centro! ¡Escudos arriba! ¡Hay que echarlos de aquí! ¡Mátenlos, que no quede uno vivo!-

Phantasya. Trinidad de sombrasWhere stories live. Discover now