Camino de dolor y esperanza. Parte IV

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Siempre había preferido el amanecer, desde niña, desde pequeñita en su aldea a los pies de los Huesos de Mez-Her, las montañas que delimitaban la frontera oeste de Thruumlänt, la joven Eathervrïna se había despertado en los últimos minutos de las madrugadas, para poder presenciar la gloriosa salida del sol y aquel día, pese a todas las penurias de aquel viaje maldito por los Oscuros, no iba a ser diferente.

La noche iba quedando atrás y una gris luminiscencia comenzaba a elevarse por el este, conforme la incandescente cabellera del sol se abría paso a través del negro velo de la madrugada, para iniciar un viaje más a través del mar de Galaäbrand.

Según las antiguas religiones thrauumner, cada mañana, la diosa Norya -el lucero matutino- abría las puertas del alba para que el dios/demonio Aser-Ingohu cruzara a nado el mar de Galaäbrand -la noche-, arrastrando la barcaza que transportaba al sol, en castigo por haber asesinado a su hermano, el dios/fuego Noku-Ingohu. Al llegar al poniente, Danya -el lucero vespertino-, abría las puertas del ocaso para que Aser-Ingohu guardara la barcaza del sol y pasara la noche encadenado a un acantilado al borde de Galaäbrand, donde una bandada de dreyks devoraba sus ojos, los cuales volvían a crecer al día siguiente para permitirle hacer su recorrido diurno.

Pero ya nadie creía en aquellos mitos que Eathervrïna encontraba fascinantes; ya nadie hablaba de la gran batalla de Aser-Ingohu y su horda de karántzaros contra el ejército de syirinías de Noku-Ingohu, ni de cómo el dios/demonio había prevalecido y había decapitado a su hermano, cuya cabellera se convirtió en el sol, ni de cómo el padre de ambos, Ingohu-Valahú, se elevó desde las profundidades del Galaäbrand para llorar a un hijo y castigar al otro.

Y ya tampoco hablaban del viaje de Eminahé, la diosa/vida y esposa de Noku, al inframundo para rescatar los ojos de su esposo y convertirlos en las diosas gemelas Norya y Danya, ni hablaban de las hazañas de Terani-Hapú, el dios/guerra; ni de los amoríos de Píremis, la diosa/amor; ni de la Noche de Mil Años, ni de la Guerra Por Venir, ni de los Hijos de Arama-Ponehu, ni de Vurami "la de los mil gatos", todo eso se había acabado cuando La Luz se había alzado y, en cierta forma, la joven 'vrïna daba gracias por ello.

Ahora, con el primer rayo de sol que se elevaba a través de la bóveda celeste, Eathervrïna, la más joven de las thegnes que acompañaban la caravana de fugitivos, elevó su vibración de agradecimiento, puso una sonrisa en su rostro y se levantó para despertar a Kraaphenaka y Paigeleiony para iniciar la rutina en la que las tres sanadoras se habían refugiado para hacer más llevadera aquella infernal huida.

Sólo ellas tres quedaban de las seis thegnes que habían salido de Khasiinpá, las otras tres —sin contar a la Nehmó que había muerto para darles tiempo de huir— habían ido cayendo en el camino, mientras de los 10 niños que salieron con ellas, siete seguían con vida, los otros tres... bueno, 'vrïna, prefería no recordar la oscura suerte que habían corrido.

A la distancia, aunque no muy lejos de ahí, un coro de voces lejanas que al unísono pronunciaba una sola frase "Ohmaidula zolh Elozer-Htap", alcanzó los oídos de la joven thegne, quien no pudo sino volverse para contemplar el curioso ritual que no dejaba de sorprenderla.

Eran los aelf, los "elfos carmesí" como los llamaban en Thrauumlänt, que elevaban su tradicional saludo al dios sol, casi como ella lo hacía todas las mañanas y en su interior (muy en su interior) sintió que quizá le gustaría adoptar aquella creencia, aunque solo fuera para poder compartir con alguien más aquel ritual que sentía muy suyo, pero en el cual también se sentía muy sola.

De repente, mientras sacudía vigorosamente a Kraaph' para despertarla, el gesto de 'vrïna se amargó, al ver, en medio de la multitud de rapadas cabezas rojizas, la rubia cabellera de Cyan D'Rella, quien había compartido el ritual mañanero de los aelfs y ahora se dirigía, con un grupo de ellos, a realizar algunas de las tareas del día, mientras el resto comenzaba a preparar el desayuno.

Phantasya. Trinidad de sombrasWhere stories live. Discover now