Ecos del pasado en el caos del presente. Parte I

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Oscuridad. Oscuridad adentro y oscuridad afuera. Tener que tocar sus propios ojos para saber si estaban abiertos y la repentina y aterradora revelación de que incluso aunque así era no veía nada. Los sonidos alrededor: el crepitar de una fogata, voces que susurraban, el entrechocar de trastes y utensilios de cocina, el roce de pasos que iban y venían ya sobre tierra, ya sobre hierba.

La incómoda sensación de estar acostada sobre una superficie dura e irregular -con una protuberancia puntiaguda clavada exactamente en su nalga izquierda- fue su primer indicio de que estaba realmente viva. De haber estado en los Páramos de Llanto y Ceniza no sentiría absolutamente nada. En los Jardines de Arawn las sensaciones serían infinitamente placenteras y en los Yermos de Nemhain todo sería únicamente ocaso y dolor por la eternidad.

Así que no, no estaba muerta, la mera incomodidad era prerrogativa únicamente del mundo de los vivos.

-¡Systwr Phriatsman', está despertando!-

Las palabras fueron como un golpe en sus oídos que taladró directamente hasta su cerebro y aunque, por alguna extraña razón, pudo reconocer la palabra en olnorse para "hermana", el resto le resultaron tan desconocidas como la lengua de los aelf, a pesar de que eran en el muy familiar deutsger.

Luchando contra el dolor y un repentino mareo, intentó levantarse, la luz de la consciencia todavía no terminaba de iluminar su mente y, gracias a ello, el terror ante la idea de que quizá estaba ciega, todavía era una tenue sombra que acechaba muy por debajo de su tren de pensamiento.

-¡Despacio, despacio!- un par de manos delicadas pero firmes la ayudaron a incorporarse -no te levantes tan rápido o podrías vomitar-

Aquello era cierto, sentía náuseas y apenas pudo contener una repentina arcada, pero no podía quedarse ahí tirada, como si estuviera esperando que la mano de Macha la recogiera de este mundo.

-¿Dime, recuerdas tu nombre? ¿Sabes cómo te llamas?-

Ella sabía que era una pregunta sencilla, sin embargo, tuvo que esforzarse en serio para recordar algo tan simple como su nombre; su cabeza ardía como si estuviera asándose sobre la cercana fogata y su garganta parecía tan seca como si se hubiera tragado un puñado de pelo de ogro.

-Cy... Cyan... Cyan D'Rella-

Incluso ese minúsculo esfuerzo la dejó agotada y tuvo que recostarse otra vez para evitar las náuseas, que la asaltaban como oleadas que sacudieran un barco en una tempestad.

-¡Maravilloso! Por días hemos pensado que habíamos salvado tu cuerpo, pero tal vez habíamos perdido tu mente- una mano entró por debajo de su cabeza y la ayudó a incorporarse un poco -ten, toma un poco de esto, te ayudará con las náuseas- era una bebida fuerte y amarga, pero efectivamente redujo el mareo y le quitó, al menos de momento, las ganas de vomitar.

-¿Dónde estamos? ¿Por qué no puedo ver? ¿Acaso me quedé ciega?- necesitaba saber, sin importar qué tan terrible fuera la verdad, necesitaba saberlo.

-Estamos en las Planicies Interminables, a una semana a de la frontera con HOuçç y quizá a cinco semanas de llegar a Thrauumlänt; hemos tenido que dar un largo rodeo, el camino directo no era seguro-

Las últimas palabras fueron apenas un susurro, como si no quisiera que nadie más se enterara.

-¿Al norte o al sur?-

-¿Cómo dices?-

-¿Tuvimos que rodear al norte o al sur?-

-Al sur-

Aquello las ponía prácticamente dentro de Kalasa har-Agob.

-¿Tan desesperadas estamos?-

Un breve silencio seguido por un profundo suspiro.

Phantasya. Trinidad de sombrasKde žijí příběhy. Začni objevovat