Capítulo 8: "No es justo"

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El sonido de las llantas chirreando cuando estacioné el auto frente a mi casa, perforó mis oídos, pero eso simplemente aumentó la adrenalina en mi cuerpo. Aumentó la ansiedad. Intensificó el terror de lo que estaba por suceder.

Abrí la puerta y me lancé hacia mi casa tan rápido como mis pies me lo permitieron. Y cuando llegué ante la puerta, me detuve un momento, deseando que las cosas no se hubieran ido por el drenaje ya. Pero apenas me llegaron los gritos, supe que las cosas estaban arruinadas.

En los pasados años había logrado que Jessica no presenciara las peleas dolorosas de mis padres. Me la llevaba a un lado apenas escuchaba que ellos empezaban a discutir. Procuraba que ella no estuviera presente cuando ellos lucían enfadados el uno con el otro. Y lo había logrado, de alguna forma. A lo mucho, Jess había presenciado pequeñas discusiones suaves.

Pero supe, incluso antes de abrir la puerta, que lo que estaba sucediendo era algo que finalmente se había escapado de mis manos. Maldije para mis adentro y abrí la puerta, deteniéndome en seco cuando vi a mi madre con un plato en su mano, aparentemente dispuesta a lanzárselo a mi padre. Y él estaba gritando e insultándola.

No pasó desapercibido para mi el hecho de que las mejillas de mi madre estaban rojas y llenas de lágrimas. Sabía de sobra porque estaban rojas. Sabía de sobra que mi padre la había abofeteado. Sabía de sobra que ella lanzaría el plato por los aires. Sabía de sobra que aquello no terminaría bien.

Ninguno de los dos pareció inmutarse de mi presencia. Mamá siguió gritando y papá siguió contestándole a gritos. Y Jessica no estaba en ningun lado. La busqué con la mirada rápidamente, pero no parecía estar ahí.

Aún así, ya sabía dónde estaba. Corrí hacia las escaleras, antes de que mi madre pudiera lanzar el plato por los aires, y subí de dos en dos los escalones, desesperado por encontrar a mi hermana, antes de que las cosas se pusieran peores. Aunque ya parecía imposible que así fuera.

Me precipité dentro de su habitación, abriendo la puerta de par en par. Pero tampoco la vi. Maldije para mis adentros y salí de la habitación, sabiendo donde estaría.

Abrí la puerta de mi habitación y me abalancé hacia la puerta de mi armario. Y en cuanto la abrí, baje la vista, para encontrarla acurrucada en una esquina, entre mi ropa colgada.

Estaba aferrándose a sus rodillas, atraídas hacia su pecho. Y tenía el rostro hundido entre sus brazos. Y su cuerpo entero estaba temblando. Supe que estaba llorando. Supe que estaba asustada. Supe que ya todo estaba arruinado.

Me lancé hacia adelante y me dejé caer a su lado, atrayéndola a mi pecho y rodeándola con mis brazos de inmediato. Su rostro se hundió en mi pecho y se aferró a mi como si la vida dependiera de ello.

-Todo estará bien, cariño –le aseguré, a pesar de que yo mismo no estaba seguro de ello-. Shh. Todo estará bien –repetí, aunque daba la sensación de que estaba intentando convencerme a mí mismo, no a ella.

Dejé que mis dedos se hundieran en su cabello, lentamente, sabiendo que eso la calmaría. ¿Cómo? Porque cuando eramos pequeños y aún no estabamos conscientes de los problemas de nuestra familia, mamá no era tan despreciable como lo era ahora. Y en las noches, solía pasar un cepillo por el cabello de Jessica. La expresión de mi hermana cuando aquello sucedía, se relajaba y sonreía. Ayudaba a que se calmara.

Y aunque mis dedos no eran lo mismo que un cepillo, sabía que la calmaría de igual modo, porque le traía recuerdos de cuando eramos pequeños y todo lucía perfecto.

Parecieron pasar horas, antes de que se calmara finalmente entre mis brazos. Su cuerpo lentamente dejó de temblar y los sollozos dejaron de escucharse. Y la pelea en el piso inferior había terminado en algun momento. Pero no estaba del todo seguro de cuando había sucedido.

Simplemente, Julie (Clichés 2°) [EN CORRECIÓN]Where stories live. Discover now