Capítulo 38: "Te lo advertí, Jackson"

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La madre de Mackenzie no nos dejó irnos sin haber almorzado. En pocas palabras, me obligó a comerme la lasaña que había preparado. No me estaba quejando, realmente. La señora Folks hacía La Lasaña.

Así que, a la una y media de la tarde, finalmente dejamos la casa de Mackenzie, para ir en busca de nuestro mejor amigo.

Demás está decir que Mack y yo no entretuvimos por un par de horas, hablando de todo lo que había sucedido desde que ella tomó aquel camino distinto. Y luego recordando las viejas memorias que habíamos creado juntos, desde el momento en que cruzamos nuestros caminos.

Conduje en silencio, sin poder evitar notar la forma en que Mackenzie movía la pierna arriba y abajo, repetidas veces y aparentemente pérdida en sus pensamientos.

Sonreí, sin poderlo evitar. Aquel era un gesto que siempre hacía, cuando se encontraba nerviosa o ansiosa.

Sabía de sobra que yo estaba eligiendo concentrarme en el nerviosismo de Mack, para no sentir el mío propio. Y es que, no sabía cómo diablos iba a terminar la conversación que estábamos por tener con James.

En momentos como aquel, no me gustaba del todo la idea de que viviéramos tan cerca. Pero no había nada que hacer.

En tan solo unos minutos, nos encontramos frente a la casa de James, el auto detenido y ninguno de los dos haciendo movimiento alguno para bajarse.

-Suficiente cobardía –espeté, apagando el motor y abriendo mi puerta antes de poder arrepentirme-. Andando, Mack –dije, haciendo un gesto con mi cabeza.

Ella asintió, aun claramente nerviosa y se bajó, para pararse a mi lado.

Juntos, hicimos nuestro camino hacia el porche y nos detuvimos frente a la puerta principal. Me mordí el interior de la mejilla y, finalmente, toqué el timbre.

Ya no había vuelta atrás.

Hundí mis manos en mis bolsillos y me balanceé sobre mis tobillos, en un intento por calmar mis nervios. Lo que me asustaba era que James no quisiera perdonarnos. Que no quisiera entender. O, peor aún, que entendiera, pero siguiera sin querer aceptarnos de regreso en su vida.

La puerta se abrió y tuve un pequeño segundo para prepararme mentalmente para lo que diría después, pero me detuve abruptamente, cuando cabello pelirojo entró en mi línea de visión.

-Vaya, vaya. ¿Pero, que tenemos aquí? –preguntó, su horrible voz.

Hice una mueca.

¿Y qué hacía el diablo aquí?

Solo bastó un segundo de mirarla, para que supiera que habíamos comenzado increíblemente mal. Caroline estaba usando un pantalón negro ajustado, que caía peligrosamente bajo, sobre sus caderas. Y su blusa blanca, que dejaba ver perfectamente su sujetador rosado chillón, debajo de esta, tenía los tres primeros botones desabrochados.

Miré a Mackenzie, de reojo y quise maldecir a los cuatro vientos, cuando vi sus mejillas sonrojarse, algo que solía sucederle cuando se sentía enfadada o dolida. Y luego, sus ojos se llenaron de lágrimas. Y quise maldecir de nuevo.

¿Qué diablos se le había pasado por la mente a James?

El susodicho, se posicionó al lado de Caroline, entonces. Y sus ojos se abrieron de par en par, cuando vio a Mackenzie, completamente paralizada a mi lado, claramente intentando retener las ganas de llorar.

No la culpaba.

James acababa de romperle el corazón. Por enésima vez.

-¿En serio, James? –preguntó Mackenzie, sorprendiéndonos a todos. Hasta Caroline se quedó completamente estupefacta, por un momento-. ¿Tenías que hacerlo? ¿Tenías que hacerme daño, de nuevo? –exigió saber.

Simplemente, Julie (Clichés 2°) [EN CORRECIÓN]Where stories live. Discover now