CAP. 47.- 22, 20, 18, 15 HORAS

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CAP. 47.- 22, 20, 18, 15 HORAS

22 horas hasta el enfrentamiento.

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A pesar de que había pasado una hora desde que Pinkie había salido de la tienda de Dash, la Capitana no emergió de esta.

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20 horas hasta el enfrentamiento.

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Soarin ya había terminado su papeleo y Dash no había parecido.

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Firefly ya había atendido a todos los que estaban en la enfermería y Dash no había aparecido.

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Pinkie ya había guardado las cartas, visitado a Maud, caminado dos veces por todo el campamento y vuelto a las barracas, resistiendo la tentación de abrir la carta con su nombre... Y Dash no había aparecido.

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Applejack ya había sanado de su dolor en los cascos traseros y Dash no había aparecido.

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Twilight ya había entrenado largo rato con la ayuda de Applejack y Dash no había aparecido.

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18 horas hasta el enfrentamiento.

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En la cena, Dash nunca apareció. Pinkie se sentó con Applejack, Twilight y Cheese; y Dash nunca se les unió.

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15 horas hasta el enfrentamiento.

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A nueve horas desde la última vez que la había visto, Soarin ya no aguantó su ausencia. Se levantó de un salto de la cama, se puso encima su uniforme para el frío y su bufanda blanca y salió de su tienda. El viento frío le impactó como una pared de ladrillos encima. Tembló.

Miró hacia arriba. Densas nubes cubrían el cielo nocturno, ocultando las estrellas. Ni un rastro de luz de luna ni de la silueta de Nightmare Moon en su blanca superficie. Solo oscuridad, oscuridad total sobre el campamento.

Soarin cerró la puerta-cortina detrás de sí y se fue directo hacia la tienda de Dash. No se molestó en mirar alrededor. Tenía la mente fija en un solo destino y tenía su destino bastante claro. Necesitaba verla, una sola vez más para poder dormir tranquilo, para que su pecho dejara de dolerle por su trato tan indiferente.

Solo necesitaba verla. Que ella lo mirara con esos ojos magenta de los que se había enamorado. Poder percibir el olor a vainilla que emanaba de su pelo. La suavidad de su pelaje, la calidez de su sonrisa.

La necesitaba. A cada parte de ella.

No era un mero capricho, era una necesidad. Ella se había vuelto una necesidad.

¿Acaso era eso sano?

Soarin no pudo responderse eso.

Después de todo, el amor es una locura ¿No? Si eso era verdad, no estaba muy seguro de querer seguir siendo cuerdo.

La tienda de Dash pareció ante sus ojos pocos segundos después. Como todo en el campamento, estaba sumida en el silencio. Ni una conversación, ni un murmullo, ni siquiera el más mínimo sonido que indicara la presencia de alguien. Ni las luces estaban encendidas.

Soarin hizo una mueca y se subió la bufanda hasta cubrirse la boca. El frío le quemaba la garganta. El aire olía a humedad, como si fuera a llover. Aunque no sin algo de recelo, se acercó a la puerta-cortina y, con sumo cuidado, la abrió. Logró abrirla sin que esta hiciera ruido y no se arriesgó a probar su suerte más de lo que ya lo estaba haciendo, así que la dejó abierta mientras entraba con pasos ligeros. Se detuvo dos pasos después para escanear el lugar.

Heridas del PasadoWhere stories live. Discover now