CAP. 52.- LA CAÍDA DE UNA ESTRELLA

275 15 11
                                    

CAP. 52.- LA CAÍDA DE UNA ESTRELLA

Por mucho que la sacudiera, siempre obtendría lo mismo de Dash: Silencio.

Su flácido cuerpo yacía entre los brazos de Soarin, quien estaba a punto de perder sus cabales y ceder a las lágrimas. Las alas de la joven Capitana se habían despegado de sus costados cuando había soltado su último suspiro, o mas bien, el ala que aún quedaba a su costado. Soarin la agarró por los brazos y vio con impotencia como la cabeza de ella caía hacia atrás al no haber fuerza alguna que la mantuviera erguida.

Cerrando los ojos con fuerza, Soarin pegó un grito al cielo, acercando el inerte cuerpo de la yegua a su cuerpo y acurrucándola en su pecho. Cada color del arco iris de su cola se mezclaba con la blanca nieve y la roja mancha de sangre sobre esta, volviéndose una maraña de colores. Sus alas cian, previamente inmaculadas, estaban en un estado lamentable, desordenadas. Los diseños tribales en el cuerpo de la yegua, sin embargo, seguían allí, intactos, casi como si formaran parte del pelaje de la misma.

Soarin sollozó. No se podía hacer a la idea de que Rainbow Dash, la yegua de la que se había enamorado, estaba muerta.

Muerta. La palabra le dio nauseas.

Muerta y ni siquiera sabía lo que sentía por ella. No se lo había dicho. Había sido demasiado cobarde para hacerlo.

Gimió. Le dolía el pecho y la cabeza. El mundo le daba vueltas. L único que lo mantenía despierto era sujetar el cuerpo de Dash.

Con otro sollozo y otra cascada de lágrimas abandonando sus ojos, abrazó el cuerpo de Dash contra él, su cuello presionado contra el de ella. No sentía su respiración. Soarin no podía explicar si el frío del cuerpo de la yegua era a causa del clima o de que el calor ya estaba abandonando el cuerpo de la misma.

Se echó a llorar.

No le importaba más nada. Ni que lo verán llorando, ni lo que dirían todos de él ni los comentarios sobre alguna posible (y falsa) relación entre él y la Capitana. Nada. Ya no le importaba nada de eso. Sentía como si su pecho se desgarrara en dos mientras sujetaba el cuerpo sin vida de Dash.

Y entonces lo sintió, tan efímero que pensó haberlo imaginado y, sin embargo, dio un respingo igualmente.

Se alejó de ella, temeroso de que hubiera sido un juego de su mente.

Al mirar hacia abajo, notó que tenía una enorme mancha de sangre en el uniforme. Sangre de Dash.

Sin embargo, eso no había sido lo que lo había sorprendido. La yegua seguía inconsciente, pero...

Hubiera jurado por lo que sea que, al tener presionado su cuello contra el de ella, había sentido un debilísimo pulso.

No. Debía de haber sido un juego de su mente. Estaba imaginando cosas, cosas que deseaba pasaran, pero que no pasarían.

O...

Tragando grueso, recostó a la yegua en su regazo y levantó un casco, acercándolo a su cuello. No sentir cosa alguna lo destrozaría, pero aun así...

Presionó justo debajo de su cabeza, donde el cuello y esta se unían, cerró los ojos y esperó. Tantas veces había tomado el pulso de sus camaradas, tantas veces se había sentido destrozado de no sentir nada bajo la presión de su casco, tantas veces había perdido a un amigo sin poder hacer algo al respecto.

Esperó...

Esperó...

Y esperó por lo que le parecieron siglos, casi rindiéndose por completo...

Heridas del PasadoWhere stories live. Discover now