CAP. 65.- CANTERLOT

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Era increíble lo rápido que podía pasar una semana cuando te divertías.

El Festival de Invierno sí estaba de vuelta en Canterlot, y Soarin no dudó un segundo en sugerirlo a sus amigos, Spitfire, Fleetfoot y a Dash, quien llevó consigo a Pinkie, Maud, Twilight, Applejack, Fluttershy y Rarity. Al parecer, Pinkie había estado insistiendo en que las yeguas se les unieran hasta el punto que Dash accedió, llevándolas consigo al dichoso Festival.

Soarin no podía estar más contento de pasar tiempo entre tantos amigos y la yegua que le importaba tanto, que casi se olvidó que la relación que ambos tenían se suponía debía ser secreta. Aunque, por favor, eran los amigos de ambos ¿hasta ellos tenían que ser ignorantes al tema?

El tercer día que pasaron en Canterlot fue especialmente maravilloso. Dash le había pedido que la acompañara a un lugar que él ignoraba en ese momento. Primero, hicieron una parada en una juguetería, donde Dash compró un oso de peluche, que guardó en su alforja. Mientras Dash buscaba el oso, Soarin se la había pasado jugueteando con los demás peluches, haciendo voces con estos como si fueran marionetas y, afortunadamente, sacándole algunas risas a Dash por sus tonterías.

Con un dragón naranja que tenía ojos de botones, se había puesto a molestarla como si el peluche le estuviera mordiendo las orejas, ganándose un golpe detrás de la cabeza con un panda.

Después de la compra, Dash caminó callada hacia otro lado: un refugio para menores. Una guardería. Soarin no dijo nada mientras Dash entraba y, tras registrarse en la recepción, caminaron por un pasillo largo y pintado de colores pasteles. Al pasar frente a las puertas, Soarin vio niños, potros y potrancas, de edades diferentes y jugando entre ellos, sin prestarle atención a los ponies en el pasillo. Eventualmente, Dash se detuvo frente a una de las puertas y dudó, su casco a medio camino hacia la perilla. Pudo haberlo imaginado, pero la vio tragar grueso.

Antes de que Soarin pudiera decir algo, ella abrió la puerta.

El ruido los invadió enseguida. Risas, chillidos y uno que otro grito dejaban adivinar que los pequeños adentro se la estaban pasando de lo mejor. Dash le indicó que entrar después de ella y Soarin así lo hizo, mirando dentro. Los niños no podían tener más de dos o tres años. Había tres yeguas allí, cuidándolos, probablemente viudas de guerra. Casi siempre, los huérfanos eran atendidos por viudas de guerra.

Cuando ambos ponies cruzaron la puerta, los potros y potrancas voltearon a verlos, curiosos. Un chillido llamó la atención de Soarin, y encontró la fuente en una potranca pegaso. Tenía melena bronce con una franja celeste y pelaje violeta pálido, de ojos dorados, y miraba a Dash con fascinación.

"¡Ía!" chilló, poniéndose de pie sobre sus cortas patitas y corriendo a Rainbow "¡Ía!"

Dash le pasó el oso de peluche a Soarin y se agachó para recoger a la pequeña, abrazándola con fuerza. La Capitana sonreía, aferrándose a la potranca como si fuera lo único que mantenía completo su mundo, como si fuera su propia hija.

Una de las cuidadoras se acercó a Dash y la potranca.

"¿Dashie?" llamó, y Dash levantó la cabeza.

"Hola, Tulip"

Bronce Tulip. Su cuñada, claro, Firefly le había hablado de ella. Entonces la potranca era Bronce Current, su sobrina.

Bronce Tulip sonrió, con lágrimas en los ojos.

"¿Qué haces aquí?" preguntó ella, acercándose a Dash "¿Cómo es que llegaste acá?"

"¡Mami!" chilló Bronce Current, mirando a su madre "¡ía eta quí!"

La yegua miró a su hija "Si, amor. La tía Rainbow está aquí"

Heridas del PasadoWhere stories live. Discover now