O35.

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Caminé sin mucho apuro en dirección al edificio B, subí en el ascensor hasta el cuarto piso, y ande unos cuantos pasos más, hasta detenerme en la última puerta del pasillo derecho donde se encontraba el consultorio de Jiwon. Entré encontrándome en el interior; con la recepción totalmente vacía, en las sillas de la sala de espera no había ni un alma, ni siquiera donde su secretaria se suponía debía estar atendiendo, había alguien, después de todo eran las doce del mediodía y era el único momento de descanso que a la pobre señora se le permitida. Me dirigí asía la puerta que tenía el letrero con el nombre de mi amiga, y antes de entrar le di unos pequeños toquecitos a la madera como aviso de que ya me encontraba allí. Al adentrarme en la acogedora estancia, me encontré con todas las ventanas abiertas, dejando pasar la intensa luz del día, que a decir verdad era muy poca dado que estábamos en invierno, pero al menos aun no había caído la primera nevada en Seúl, y eso que el año estaba a punto de acabarse.

La habitación donde mi vieja amiga pasaba gran parte de su tiempo, estaba pintada por colores blancos y negros, nada más. Era un recinto lo suficientemente amplio como para sentirte a gusto por horas, tenía un escritorio junto a un estante lleno de libros, un sofá y varias sillas regadas por todo el lugar, donde en una de ella se encontraba leyendo un libro. Jiwon quien a pesar de ser de mi misma edad, era mi superior, una a la cual respetaba y admiraba con todo mí ser. Ella en cuanto me vio no pudo evitar soltar una gran sonrisa, que ilumino su aniñado rostro. Jiwon era una chica hermosa, a pesar de casi nunca usar maquillaje, era sutil a la hora de llevarlo, tenía su cabello café un poco rizado sobre los hombros, y sus ojos grises intensos me miraron dulcemente al detenerme frente a ella, sin embargo, su felicidad fue tiñéndose en amargura cuando le extendí el ramo de flores que sabía perfectamente no era para mí, y que tomo con una de sus cejas levantada, casi extrañada con aquello. Sin embargo, le quite aquellas ideas erróneas al decirle de quien procedía el regalo.

— HyoJong... — suspire tomando asiento a su lado.

— Oh.

— ¿Cuándo piensas darle una oportunidad? — inquirí poniendo las bolsas sobre la mesita que tenía a unos centímetros de mi silla, rebusque entre estas y saque su café el cual le entregue de inmediato, junto con el sándwich que lógicamente HyoJong había escogido para ella sin necesidad de avisarme, ya que este estaba marcado en su envoltura con un simple "vegetariano"; el preferido de Jiwon. — ¿Lleva más de una año rogándote?

— Sabes que todo estaba bien cuando solo los tres éramos buenos amigos, y vivíamos felices en el apartamento. — murmuró dejando la floreces en su regazo para poder agarrar lo que le estaba extendiendo. Bebió un largo trago de aquel delicioso café, que sabía le encantaba, y prosiguió con sus quejas sobre el asunto.— por su estúpida declaración ahora atengo que dormir en las residencias del hospital.

— ¿Podrías dejar de hacerte ideas raras en la cabeza sobre lo malo que sucedería, y mirar a HyoJong una sola vez? — bufe tomando entre mis manos ese sándwich que el susodicho había llevado para mí, le di un leve mordisco y continúe: — No te hagas la difícil sé que también te sientes un poco atraída por él.

— Un poco no es suficiente, Jimin. — susurró cabizbaja con ello, como si en el fondo si deseara darle un chance a HyoJong, pero algo en su interior la detenía cada vez que se le cruzaba por la cabeza. — ¿Vienes a darme terapia tu a mí, o yo a ti?

— Vale, sigue ignorando la realidad y lo perderás. — le advertí con una mirada fiera, ella me fulmino con sus profundos ojos y tras unos segundos fingiendo estar enfadada con mi comentario, me sonrió.

— ¿Cómo te has sentido en la última semana?

Le parlotee en total calma lo ocurrido en los últimos días en los que no nos habíamos visto, sobre el estrés con mis pacientes, las discusiones con algunos otros colegas, y nada que fuera de gran importancia, hasta que mencione lo ocurrido minutos atrás en la cafetería, su expresión paso de la felicidad a la preocupación por lo que le decía. Me felicito un poco pensativa por no haberme quedado a hablar con mis alucinaciones, y me dio unos cuantos consejos más, sin embargo, podía sentir en la forma en que decía las cosas, en cómo me miraba; que algo muy en lo profundo de su ser le alarmaba, pero no me dijo el que, ni tampoco me moleste en preguntar, no quería otra carga más a mi vida diaria.

Finalizada mi sesión semanal, charlamos sobre la fiesta del viernes, y como debíamos combinar nuestros atuendos para vernos como una verdadera pareja. Acordado todo entre carcajadas, salí de su consultorio con una amplia sonrisa en el rostro. Me dirigí bastante animado asía las habitaciones de mis pacientes, las cuales me sabía de memoria, e inspeccione su estado como una rutina de todos los días. Algunos de los niños parecían mejorar, mientras lastimosamente el estado de otros era cada vez más crítico, después de todo la quimioterapia no era algo tan sencillo para sus cuerpos en crecimiento.

Y entonces escuché una melodía familiar, mientras charlaba con una de las niñas bajo mi cuidado, su madre atendía a todas mis indicaciones, sin embargo, por mucho que intente seguir hablando, no dándole gran importancia a aquel tarareo angelical a la distancia, pude notar una mirada intensa sobre mi espalda, mecánicamente me voltee para encontrarme con la nada en medio del pasillo. No obstante, aquel sonido que no se detenía me traía viejos recuerdos, me hacía sentir de regreso en la montaña Jirisan, de la mano de Yoongi subiendo por el empedrado camino, su forma extraña de bailar y tararear cosas inentendibles, solo para hacerme reír.

— ¿Doctor Park? — mascullo la madre de la pequeña al verme absorto en mis pensamientos.

— Espera un segundo...

Aun cuando sabía perfectamente que era otra de mis alucinaciones, me deje llevar por las sensaciones inexplicables que recorrían todo mi cuerpo. Ande a zancadas con mis piernas temblando al punto del colapso, con el corazón acelerado, y mi boca entreabierta intentado tomar grandes bocanadas de aire. Al final del pasillo, un hombre alto y de cabellos castaños rojizos, caminaba muy despacio tomado de la mano de la que parecía ser su hija, una pequeña niña de unos cinco años, de cabellos negros azabache, quien era la que cantaba esa melodía, a la perfección, tal y como Yoongi lo hubiera hecho, e incluso misteriosamente bailo de la misma manera que él. Causando que mis ojos se llenaran de lágrimas que tuve que tragarme, la niña volteo a verme con sus ojos azules, unos que me recordaron a alguien aunque en ese momento de confusión no sabía exactamente a quien. Me sonrió con ternura, y luego desapareció de mi vista al cruzar la esquina en busca del ascensor.

— ¿Papá? — escuche que farfulló la pequeña a la distancia.

— ¿Qué sucede, Minnie? — quiso saber la voz de su padre, una voz que me helo la sangre, una que sabía no olvidaría jamás por mucho que lo intentará.

— ¿Todos los médicos aquí son así de guapos como...?

Caminé con torpeza, casi con mis pies enredándose entre sí, esperanzado de escuchar esa voz de nuevo, de ver de frente a aquel hombre que tenía la voz de Yoongi, quería asegurarme que no era un juego de mi cerebro, así que no me controle en esos impulsos que tanto Jiwon me repetía debía de evitar, pero cuando me plante frente al ascensor este había cerrado sus puertas. ¿Por qué seguía insistiendo? ¿Por qué no lo olvidaba de una vez por todas? No lo sabía, pero no importaba a donde fuera Yoongi siempre estaba allí, o eso era lo que sentía. Incluso si era una fantasía, algo en mi interior me decía que debía mantenerme en pie, aun cuando estos hechos desequilibraran mi mente. 


UNKNOWN ROMANCE » YoonMin Adaptación.Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt