Parte 2

4.2K 266 16
                                    

Diciembre 2002, Chicago, Illinois.

— ¡Luna!, ¿eres tú? -la mujer castaña levantó la mirada de su ordenador portátil al reloj de la mesilla de noche. Marcaba 2:45 a.m. Camila se quitó las gafas, llevada por el familiar sonido de una llave en la puerta principal.

Se levantó a investigar, alertada por el sonido de pasos en el suelo de madera.

— ¡Oh Luna! -Camila le dijo a su hija. La joven estaba desplomada contra la puerta, sus sanguinolentos ojos desenfocados que apenas veían. Sacudió su largo pelo negro e intento levantarse del suelo.

— ¡Estoy bien ma'!, puedo yo sola. -dijo la joven.

Camila se acercó a ayudar a su hija. Luna se apoyó pesadamente en la puerta, luego apoyó parte de su peso sobre su madre mientras Camila le pasaba un brazo por la cintura.

— Venga, vamos a la cama. -dijo Camila, intentando no mostrar su enfado.

— Te juro mami que no he bebido una gota esta noche. -su hija sonrió satisfactoriamente. Siendo casi una cabeza más alta que su madre, tenía que mirar hacia abajo para poder ver esos ojos marrones que mostraban decepción.

Camila tomó aliento y comenzó a llevar a su hija a su habitación.

Se las arregló para llevar a la joven hasta su cama sobre la cual Luna cayó pesadamente. Camila le quitó sus botas de combate y su chaqueta de cuero negra.

— Me lo prometiste, Luna. Dijiste que no habría más fiestas. -dijo Camila.

— Déjame en paz. -Luna se dio la vuelta. Le estaba empezando a doler la cabeza y sabía que sería peor si tenía que mirar a su madre a los ojos. Había roto su promesa, pero no quería pensar en ello ahora, no quería ver su error reflejado en los ojos de su medre. Le había fallado y probablemente lo volvería a hacer. "Nunca seré tan perfecta como ella". -susurró su hija.

Camila pasó una delgada mano por la mejilla de su hija, notando cómo la respiración de la niña se volvía más profunda y constante al dormirse.

— ¿Qué he hecho mal, Luna? ¿Qué estoy haciendo mal? ¿Por qué actúas como si me odiases? ¿Por qué solo me dejas tocarte cuando estás enferma o te desmayas?

Camila dejó que las silenciosas lágrimas cayesen por su cara mientras intentaba encontrar respuesta a todas las preguntas que pasaban por su cabeza. Con cuidado apartó los mechones de pelo negro que cubrían la cara de su hija. El largo pelo negro daba forma a una cara con orgullosos y angulosos rasgos, relajados ahora mientras dormía.

Cuando sus ojos estaban abiertos lucían un brillante verde que con la luz correcta parecía azul. Cuando esa ilusión se producía, Camila se impresionaba de lo mucho que su hija le recordaba a Lauren. Esta noche incluso cuando Luna yacía en el recibidor, Camila habría jurado que era su vieja amiga desmayada contra la puerta de la habitación que compartían en la Casa Lylas. La cazadora de cuero negra y sus pesadas botas negras eran distintivos de Lauren en su etapa de la universidad.

Cuando estuvo segura de que su hija dormía profundamente, se fue a su habitación. Apagó el ordenador; las palabras ya no venían a ella tan fácilmente. Aunque sus últimas novelas había sido un éxito de ventas, algunas críticas decían que el talento de Camila Cabello se estaba durmiendo. Ya no podía llegar a sus sentimientos como antes. Aún realizando su ritual matutino de Yoga, el cual practicaba desde los quince años, simplemente parecía no poder volver a ese lugar en el que se encontraban sus emociones. En el fondo sabía que los críticos tenían razón. Si no podía sentir no podía escribir. Su mente había empezado a preocuparse de otras cosas en los últimos años.

Las preocupaciones empezaron cuando Luna empezó en el instituto. Por supuesto la tensión entre madre e hija siempre había existido. Desde el momento en que Luna aprendió la palabra no, parecía que era la única frase que utilizaba con su madre.

Eso y No quiero. Una vez que llegó a la pubertad todo se convirtió en una guerra, ni madre ni hija sabían por qué. Cuanto más crecía Luna, mayores eran los problemas. Había sido expulsada de casi todos los colegios públicos y privados de Chicago, luego comenzó la bebida. Camila buscó más tiempo para pasar con su hija, acudió a todos los talleres que pudo, pero esto parecía solo empeorar las cosas. Después del último programa, Luna prometió que se mantendría firme. Y efectivamente dejó de beber, pero Camila estaba segura de que su hija empezaba a apestar a marihuana. Se preguntaba con qué más habría experimentado su hija.

Camila tomó una ducha rápida y volvió junto a su hija una vez más. Segura de que la niña dormiría toda la noche, Camila dejó su puerta entreabierta por si acaso. Deslizándose entre las frías sábanas comenzó a rememorar el tiempo en que tenía la edad de su hija. Sí, sonrió en la oscuridad. Ella sabía exactamente de donde venía el temperamento de su hija.

El Amor Es Ciego... (CAMREN)Where stories live. Discover now