Parte 12

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Noviembre, 1984

― ¡Camila! -gritó Lauren tapando el teléfono con su mano. ―Es Lucía. Quiere saber cómo te encuentras.

La Dr. Vives llamaba una vez al día para conocer la situación de Camila desde que había cumplido los nueve meses. No era normal que el primer hijo de una mujer se retrasara. La doctora había intentado explicar a Camila que los cálculos de la joven sobre la fecha de la concepción podían estar levemente equivocados. La joven castaña le había tenido que explicar indignada a la doctora que sólo había tenido sexo con un hombre una vez en toda su vida para llegar a ese punto, y esa fecha no era algo que pudiera olvidar fácilmente.

― Camz, ¿estás levantada? -llamó Lauren de nuevo. Retiró la mano del aparato y comenzó a hablar con Lucía.

La cabeza de Camila apareció por la puerta de la habitación.

― Dile que ya son nueve meses, ¡lo quiero fuera ya! -gritó Camila.

― ¿Has oído eso? -preguntó Lauren a la doctora. ― Oh no, está de buenísimo humor. -respondió la ojiverde sarcásticamente. Lauren rió por algo que dijo la doctora, entonces alzó la mirada y vio a Camila entrando en la habitación.

― No cuelgues. -dijo Camila con voz seria. ― Acabo de romper aguas. -respondió a la mirada interrogante de Lauren.

― Hey, doc. ,sonrió Lauren al teléfono. ― ¡Creo que empieza el espectáculo!

* * *

Lauren movió sus pies nerviosamente mientras esperaba en la zona de llegadas del aeropuerto John Wayne. Dio vueltas alrededor de varias personas que también parecían estar esperando por los vuelos de llegada. Finalmente, apoyó su alto cuerpo contra la pared de atrás. Se suponía que el vuelo había llegado a la hora. Cinco minutos para hacer el mayor de los ridículos delante de una chica de diecisiete años.

La ojiverde miró la expresión de algunos de los transeúntes, lo que al sur de California era lo que se esperaba. Probablemente pensaban que la alta mujer era una actriz, sabiendo que habían visto su cara en alguna parte pero sin recordar exactamente dónde. Estaba vestida con su mejor chaqueta de cuero, una camiseta de algodón blanca y unos vaqueros desgastados. Sus botas de cuero eran calientes y cómodas. Si alguien pudiera recordar la revista Architectural Digest del último mes, la hubieran reconocido por la portada. Vestía de la misma manera, excepto que la chaqueta de cuero era una chaqueta de vestir, y estaba situada en frente de su última escultura, dentro de su estudio.

El teléfono móvil de Lauren sonó y ella buscó dentro del bolsillo de su chaqueta para contestar.

— Yeah. -gruñó impaciente.

— ¡Eh!, no has tomado tu café de la mañana, ¿no? -dijo la voz.

El contraído gesto de Lauren se transformó en una sonrisa y cualquiera que estuviera mirándola habría visto la increíble transformación.

— Cariño, su avión no ha aterrizado aún. -comentó Lauren. Estaba todavía sorprendida de que un apelativo tan cariñoso surgiera de su garganta con semejante facilidad.

— Yo... estoy nerviosa... -dijo Camila con voz apagada.

— ¿¡Tú estás nerviosa!? -respondió Lauren.

— ¿Estás segura de hacer esto, Stretch¹? -preguntó Camila.

— Encuentro que es un momento interesante para preguntarme eso… -la escritora rió y Lauren se la imaginó pasándose los dedos a través de su cabello castaño, lo que de hecho estaba haciendo.

— Camila... -susurró suavemente Lauren.

Camila sintió un fuerte escalofrío recorrer su espalda cuando Lauren susurró su nombre de esa forma. Tragó con dificultad, preguntándose qué iba a decirle la mujer.

— ¿Sí? -preguntó ella.

— ¿Me vas a llamar cada día los próximos seis meses? No me estoy quejando teniendo en cuenta que esto es lo más que hemos hablado en catorce años, pero es que simplemente me preguntaba si podría llamarte y gastarme todo mi sueldo en llamadas o no… -bromeó Lauren.

— Oh, muy gracioso, Stretch¹. -replicó Camila. Podía escuchar la casi inaudible risa de Lauren y sintió su corazón golpear con fuerza.

Lauren sabía que pasaría eso. Todos esos años separadas se habían quedado en nada en cuanto escuchó la voz de Camila la semana anterior, ese era el por qué se distanciaron ambas, físicamente. Bromeaba con la castaña, pero habían charlado unos minutos cada día desde la primera llamada de Camila. Por supuesto, hablaban de Luna y de los preparativos que tenían que hacer, pero Lauren ansiaba escuchar la voz de su amiga. La ojiverde controlaba mucho sobre adicciones y ella había caído precisamente en la clásica trampa: una vez vuelves a probar es mucho más difícil dejarlo que la primera vez.

— ¿Podré hablar de todo contigo? -Lauren escuchó la voz de Camila.

La artista intentó enfocar a la razón por la que ella y su amiga comenzaron a hablar en primer lugar. Siempre había sido sincera con Camila, en todo, excepto sobre lo que sentía en su corazón, y eso no iba a cambiar ahora.

— ¿Sabes?, tengo que admitir, Hobbit², que escuchar tu voz me hace sentir mejor de lo que estaba desde hacía mucho tiempo. Me encanta y no creo que quiera dejar de hacerlo de nuevo, pero quiero que Luna sienta que puede confiar en mí. No quiero que piense que ando informando a su madre todos los días. Todo esto va a ser ya bastante duro para ella sin esa presión añadida. Aunque las cosas vayan bien y haga todo como debe, tendrá bajones y malos días. Quiero que tenga la sensación de vivir en un ambiente donde no pasa nada si eso ocurre -finalizó Lauren.

— Tienes razón, lo sé. Seis meses entonces. -dijo suavemente Camila.

— Seis meses. -repitió Lauren. — Te escribiré e-mails y dejaré que sepas que tal ando, como siempre, y sabes que te llamaré si cualquier cosa va mal... lo que no va a pasar… -inquirió tranquilizadoramente.

— Sé que tienes razón, Stretch¹. Puedo hacer esto, ¿verdad? -preguntó Camila.

— Sí, cariño, sé que puedes. Hey, el avión ya ha llegado, creo que mejor voy a por la niña.

— Mucha suerte, Stretch¹". -dijo Camila sin querer colgar el teléfono. — Serás una gran madre… -dijo finalmente mientras la línea se cortaba en la mano de Lauren.

El Amor Es Ciego... (CAMREN)Where stories live. Discover now