Parte 10

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Agosto, 1984


Lauren miró por la ventana y se preguntó por qué las consultas de los médicos eran siempre tan frías. Hacía como 33 grados fuera y sentía casi un comienzo de congelación ahí dentro. Miró cómo los coches se alejaban fuera, su oído escuchando siempre la conversación tras ella. Camila odiaba ir sola al médico, especialmente desde que había comenzado a notársele el vientre abultado. La joven parecía que siempre tenía una discusión con la misma enfermera en la consulta cuando se daba cuenta de que no tenía anillo de casada y que firmaba como "Srta". El último mes, cuando Lauren había vuelto del trabajo, Camila lloraba por esa situación. La artista de pelo negro le prometió que a partir de ese momento saldría temprano de la oficina y la acompañaría a su cita con el ginecólogo.

Era algo que comenzaba a afectar a Camila. Sentía que fuera donde fuera, la gente miraba hacia su mano, después al vacío anillo de casada e instantáneamente se sentía inferior. Fue difícil para Lauren convencerla de que pasara de gente como esa. Su  amiga ignoraba la mayoría de las veces, pero estando embarazada de seis meses y siendo una industria hormonal no ayudaba a su propia imagen. Por supuesto, no ayudó el que Lauren tuviera que ir a San Francisco a una reunión con un cliente y que Camila no pudiera ir con ella por las clases.

Lauren la compensó por ello. Mientras vagaba por Pier, un conjunto de alianzas le llamó la atención en una pequeña joyería. El platino estaba rodeado completamente de pequeñas piedras de pálido jade y azules zafiros. La combinación perfecta hizo que la ojiverde comprara el conjunto.

Había un anillo de su tamaño y otro deslizándose en el dedo de Camila. El gesto en el rostro de la joven hizo que el alto precio de dichos anillos mereciera la pena.

― Es decir, no creo que la gente... es decir, no tienes que decirles que tú y yo estamos... bueno, creo que poca gente lo pensaría... -tartamudeó Lauren incesantemente cuando volvió a casa. Se sentía bastante cohibida mientras intentaba darle a Camila la dúplica del anillo que la joven había notado inmediatamente en la mano de la mujer.

Camila deslizó el anillo por el dedo de su mano izquierda y lanzó sus brazos hacia el cuello de la ojiverde, no sin antes darle un beso en la mejilla.

― Eres maravillosa, ¿lo sabes, Stretch¹? -sonrió Camila.

Lauren no pensaba que su amiga fuera a tener más problemas en la consulta después de aquel día. La pelinegra  sonrió mientras miraba por la ventana. Lauren llegaba tarde y se encontró con Camila entre clases para hacerle saber que estaría en la oficina. Mientras Lauren paseaba por la sala de espera, Camila estaba sentada, intimidada por la reprobadora enfermera. Cada cabeza de la sala se giró para mirar a la llamativa mujer que entraba.

La incursión de Lauren en el mundo profesional había dado a Camila razones suficientes para llevarla de compras y una cosa que Lauren podía decir es que la muchacha tenía buen gusto. La morena mujer había ido directamente desde su oficina y todavía vestía la ropa del trabajo. Pantalones negros, una blusa púrpura de seda y chaqueta negra. Con los altos zapatos de tacón que Lauren odiaba, pero que toleraba para la oficina, casi llegaba a los diez centímetros de altura.

Inmediatamente distinguió a la enfermera que Camila le había descrito y la puso de mal humor. Había tenido un día infernal y si la vieja esa no se andaba con cuidado sería la siguiente en la lista de víctimas que la artista había crucificado hoy. Camila miró cómo su amiga mostraba esa mirada en sus ojos. Le recordó a una gata a punto de saltar sobre el ratón, sabiendo que la comida estaba asegurada y con facilidad.

Lauren llegó hasta donde Camila y le dio un suave beso en la parte alta de su cabeza.

― Hey, Hobbit², parece que has tenido un largo día. -dijo Lauren, sintiendo lo cansada que parecía su amiga, acariciando su mejilla con los dedos.

El Amor Es Ciego... (CAMREN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora