Parte 30

2.9K 201 5
                                    

La mañana del domingo amaneció y Camila se sintió como una mujer nueva. Tuvo un pequeño problema al preguntarse por qué la gente se lanzaba a esa agonía de forma regular, prometiéndose obligarse a la moderación en todas sus cosas. El sol justo había salido por las montañas del este y se clavaba en la superficie del océano. Camila adoraba ese efecto mientras hacía su rutina de Yoga. Nunca entendía qué había en la luz sobre el agua, pero parecía presagiar algo bueno en su vida. Algo que aún no había sucedido, pero que cuando sucediera, sería la culminación de algo extraordinario.

Se puso un par de shorts y una camiseta, dejando a Luna, que ya estaba despierta, en el gran parquecito en medio del salón. Camila tendía a perderse de sí misma durante su rutina. Siempre quería estar segura de que Luna estaba fuera de peligro, desde que la pequeña niña había aprendido a andar llegaba a velocidades sorprendentes.

Deslizando la mampara que daba al patio, Camila se arrodilló en la hierba, sentándose sobre sus talones para unos momentos de silenciosa meditación antes de comenzar. Sintió la presencia de alguien antes de oír sonido alguno, la comisura de sus labios se elevaron ligeramente. Cuando abrió los ojos y los levantó vio la alta figura de su amiga a unos pocos pasos ligeramente tras ella. Sus movimientos eran lentos y relajados, los movimientos de Camila un poco más graciosos en oposición a los de la artista, quien sólo había estado practicando ese ritual un poco durante un año.

No había palabras durante ese rato, ninguna comunicación verbal, pero ocasionalmente la pequeña castaña sintió como si ella fuera una parte de los pensamientos de la artista, si bien la puerta de esas emociones se cerraba rápidamente. La meta era llegar a estar lo más relajada posible, concentrándose en cada movimiento sin el acto físico de la concentración. Como intentar balancearse en una precaria cornisa sin intentar del todo ese balanceo. Los movimientos debían llegar tan naturales como fijos.

Mientras ambas mujeres se movían en perfecta armonía, Luna estaba sentada fascinada por los movimientos. La niña se mantuvo más silenciosa aun viendo el fluir de la pequeña castaña y la artista.


* * * * *

Mientras Luna estaba sentada en la cocina tomándose su té, vio a la artista en el patio exterior. Vistiendo unos negros pantalones de cordón y un top igualmente negro la artista estaba obviamente en un mundo al margen, donde Luna siempre pensaba que estaba su madre cuando hacía su rutina de Yoga. La alta mujer se movía sin emitir ruidos, sus ojos fuertemente cerrados mientras se movía sin pensar realmente en el movimiento.

La joven pensó que era extraño que tuviera la misma sensación viendo a Lauren en su rutina matinal que cuando veía la de su madre. Era una extraña sensación de no estar completa. Como si sólo estuviera viendo una parte de la foto, esperando a que algo más se viera. No lo comprendía, pero tampoco lo había vivido.

Desde que se trasladó a vivir con la silenciosa y reservada artista había sentido varias sensaciones extrañas como esa. Lauren intentó explicarle que probablemente serían recuerdos de su niñez. Continuó diciéndole a Luna que no sería tan extraño que su roce o su sonrisa le resultaran familiares a la joven, considerando que Lauren había vivido con ella dos años de su vida.

Luna salió de sus pensamientos  mientras Lauren se adentraba, desordenándose el cabello mientras andaba. La joven nunca había vivido con alguien que abarcara todas las gamas de emociones como Lauren lo hacía. Abierta y apasionada, pero también hosca y melancólica. Había días en los que podían pasear y Lauren apoyaba su brazo alrededor de sus hombros de la misma forma en que su madre deslizaba a veces su brazo alrededor de su cintura. Y por el contrario, había días en los que extrañamente intercambiaban unas pocas palabras. Lauren se disculpaba y le explicaba que la fecha de su exposición se acercaba y que estaba tensa por ello.

El Amor Es Ciego... (CAMREN)Where stories live. Discover now