Capítulo 2

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Me mira desde su silla. Es un hombre alto, corpulento, con una buena musculatura y una puntería de cazador de hormigas, si no trabajara para él y lo conociera como mi propia casa, lo daría por anciano que sabe cómo conservarse.

Pero no, Yan es el viejo más astuto que nunca pude haber conocido. El juego sucio es su campo preferido, y por mucho que tenga esa aura de viejo optimista que ama la vida, no dudaría ni un segundo en clavarme una de las balas de su revólver.

Hoy tiene una entrega importante, pero antes de ir quiere regrupar el equipo, como siempre hace, para recordarnos lo que debemos hacer.

Yo, como siempre, cuidar su espalda.

No es la primera entrega que hacemos juntos. No quiero entrar en el terreno de los narcos, así que me limito a cuidar de Yan, por si a alguien se le ocurre dar un paso de más.

Al llegar al lugar de encuentro, a costas de la playa, Yan se baja de su coche, y yo bajo de mi moto. Hacemos la entrega, cojo el dinero y subimos juntos en el coche, como habíamos planeado, al como tantas veces que hacemos una entrega.

El coche arranca y nos disponemos a contar los fajos.

— Necesito un favor— me lanza uno de los tantos fajos que acaba de contar— Quiero que derrames sangre sin matar

— Te costará caro— dejo el fajo a un lado del asiento

Suspira y me lanza otros dos.

Río.

— Debe ser alguien importante

— Mi hija

Sus palabras me chocan, dejo de reír y lo miro. Me mira con seriedad y su mirada destila rabia ¿Qué habrá hecho la muy desgraciada para que su padre le mande a su cobrador para que le de una lección ? Pero no pregunto, prefiero no hacerlo

— Mañana irá camuflada a las peleas. Pelearás, le darás una lección.

Continúa contando los fajos. Yo también. De pronto, suspira y siento la tensión desvanecerse.

— Quiero que aprenda que el mundo de los puños sólo es de hombres.

«Porque no conoces a mi madre»

— Mañana ve con ella al hospital. Haz de padre compasivo que sólo quiere la felicidad de sus hijos— le hago una seña al conductor desde su espejo, que se para y yo bajo con mis fajos en la mochila.

Paso directamente al gimnasio para entrenar. Me paro un poco lejos, aparco y camino sigilosamente a las escaleras.

¿Habrá vuelto?

Miro a todos lados buscándola con la vista, pero la rabia se apodera de mis entrañas cuando no la veo. Necesito sangre

Subo al ring sin siquiera ponerme las vendas y me desahogo en el saco de arena. Un golpe, otro, otro... necesito golpear.

Escucho ruido al fondo de la sala, y me giro preparado a seguir desahogándome en un saco de huesos. De un salto bajo del ring y camino hasta de donde llega el ruido, pero paro repentinamente  al vislumbrar su pelo rojo en un destello de luz de la calle. 

— P-perdón. 

Retrocedo un paso para dejarle espacio. De pronto el pitido deja de sonar en mi cabeza y empiezo a escuchar su respiración agitada, el palpitar de su corazón, y siento el miedo a través de su silueta.

— ¿A qué vienes?

Y le doy la espalda para ir al ring de nuevo. Escucho sus pasos detrás  de mi ¿Que no estaba asustada?

La chica de los guantes de boxeoWhere stories live. Discover now