Capítulo 8

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Arranco su dos primeras paletas y la sangre explota de su boca, llenando todo su ropa.

El hombre gime e intenta moverse, lo veo intentando moverse, pero no sabe que está parapléjico. Al primer golpe su médula espinal se vio dañada desde el cuello, lo que inmoviliza su cuerpo al completo.

Me suplica con la mirada que no siga, que lo mate de una vez por todas. Aún queda diversión por quemar.

Es dentista, se vio en bancarrota, comenzó a trabajar clandestinamente, necesitó dinero para abrir una nueva clínica, ganó dinero y no quiso devolver a Yan su dinero. Y bueno, yo sólo soy mecenas, me pagan por darles su merecido.

Tiro de sus colmillos, despacio, sintiendo los nervios desligánose de la muela, luego la carne hasta finalmente hacer brotar la sangre a borbotones.

Ya me aburro. De un puñetazo descoloco su mandíbula y dejo su boca completamente abierta.

Lo levanto de su camilla de dentista y lo arrastro de su pelo, sintiendo el cuero cabelludo separase de su cráneo, hasta el escalón que lleva a la salida. Coloco su boca, me pongo en pie y de una patada en el cráneo tiro todos sus dientes.

Un liquido amarillento moja sus pantalones, y él deja de moverse. Ha perdido la consciencia el muy cobarde.

Saco el cuchillo de la mochila y lo giro hacia mi, voy a decapitarlo, pero ya no tengo ganas. Lo suelto, enciendo el mechero y salgo. Antes de irme le doy una última mirada, para luego lanzar el mechero sobre su cuerpo que se enciende en el mismo instante, junto con todo el local.

Mientras voy poniéndome el casco, a unas calles más allá, se escucha la explosión de los cristales del local.

Arranco mi moto y voy a casa.

* * *


Al terminar el entrenamiento entramos los dos al vestuario. Cogemos nuestras toallas y nos miramos. Sólo hay un vestuario con tres duchas compartidas. 

— No puedo esperar a que termines primero, tengo trabajo dentro de nada y no quiero llegar tarde— dice precipitándose hacia la ducha.

— Imposible, no puedo dejarte ir sola a estas horas— le corto el camino

— Salinas, yo me ducharé primero y me iré en mi moto— retrocede añadiendo espacio entre nosotros.

Bastante he tenido que controlarme hoy con sus golpes torpes, inseguros y desmesurados, faltaba que se coloque tan cerca de mi.

— Y yo he dicho que no te irás sin mi, así que para asegurarme me ducharé yo primero— y me giro camino a las duchas. 

Escucho cómo suspira, y yo victorioso y sonriente, abro la ducha. Pero no tardo en sentir una presencia a mi lado, y escucho el agua correr en la ducha de al lado. Al abrir los ojos me arrepiento de haber entrado a la ducha antes que ella, me arrepiento de haberla provocado, de haber hecho que tome la decisión de desnudarse y venir a mi lado a ducharse. 

Echa champú sobre su cabello y la espuma hace un riachuelo desde su corta melena incendiada hasta separarse en sus nalgas, pasando por el valle entre sus hombros hasta sus lumbares, aquella línea tan apetecible y sexy. Está tensa, puede que sea por el agua fría, y puedo ver sus músculos formando trenzas bajo su piel. Aquella silueta de sueño, que sólo denota esfuerzo y mucha dedicación. 

Ya la había visto desnuda antes, y el recuerdo de su cuerpo desnudo entre mis brazos, trae con él el escozor de su sangre en mi lengua. Mi mano escuece y mis dedos me pican por cogerla del cabello y estampar su cara contra la pared, inmovilizarla y con la otra mano bajar su ropa interior...

«Astaghfirullah»

Hundo mi cabeza en el chorro de agua y giro la manilla a agua fría. Abro el champú y lo echo sobre mi cabeza, y cuando voy por el gel de ducha escucho cómo ella pasa por mi espalda saliendo de la ducha.

— Aiko espérame— dejo que el agua limpie la espuma de mi cuerpo. 

— Tengo prisa Salinas— escucho cómo cierra su macuto.

— ¡Aiko te digo que esperes!

— ¡Adiós!— y escucho cómo sale.

Salgo del agua, alcanzo la toalla y salgo tras ella. Cuando está  apunto de salir por la puerta la sujeto del brazo y la giro hacia mi.

— Si digo que esperes, obedeces— digo entre dientes

Ella me mira por unos segundos pero baja la mirada. Siento el temblor de todo su cuerpo en mi palma, y me hierve, la sangre me hierve. Aprieto los dientes autocontrolándome y con la mano levanto su rostro desde la mandíbula. 

— Me miras a los ojos cuando hablo

Y entonces todo vuelve a mi. Su mirada, joder. Siento un pinchazo en el corazón. Su respiración está muy acelerada, y me percato que soy yo quién sostiene su cuerpo y no sus piernas que tiemblan, una hilera de lágrimas saladas baja de sus ojos, y me arrepiento de haberla tratado así. 

Su labio inferior está apretado entre sus dientes, y casi puedo ver su sangre correr entre sus dientes. Respiro hondo y desvío la mirada de ella. Suelto su mandíbula y la ayudo a sujetarse sobre sus piernas.

— Quédate aquí, me visto y vengo a llevarte al trabajo— y le doy la espalda.

* * *

Lleva todo el trayecto en silencio mirando por la ventana ¡Carajo! ¿Cómo coño le explico que no me gusta que vaya sola así de porque sí al trabajo a éstas horas?

Aparco en el parking del bar donde trabaja y apago el motor. Ella se quita el cinturón para bajar, pero me adelanto:

— Espera

Ella, obediente, vuelve a su asiento. Las luces del interior del coche se apagan y lo agradezco, eso me ayuda a formular mi frase.

— Lo siento

Silencio. Un silencio pesado habita el coche, tan pesado que parece que vaya a hundirme bajo tierra. 

Ella no se mueve, ni dice nada. Hasta dudo que esté respirando. Me giro a mirarla, y tiene una mano posada sobre el lateral del asiento. Alargo mi mano y puedo escuchar cómo inspira con fuerza. La ignoro y sujeto su mano entre mis dedos. No huye, pero tampoco se mueve. Por el contrario la siento temblando reteniendo el aliento, y juraría que su cara no es la de alegría en este momento ¿Tanto miedo doy?

Aprieto la mandíbula y la suelto volviendo a mi asiento.

— Te puedes ir— no termino de formular la frase cuando ella comienza a correr hacia el bar. Choco los puños contra el volante y enciendo el motor. Lo hago rugir antes de acelerar. 

Aparco frente a casa, cuando escucho gritos de un gato. Grita, grita, hasta que finalmente su voz se apaga. Me acerco sigilosamente hasta los matorrales de los cuales venían los maullidos, y una cola blanca me sorprende. Un perro, enorme, sujetaba al gato entre sus colmillo.

Con sigilo llego hasta detrás de él. Lo sujeto de la cola y tiro de él hacia bajo mi brazo. Con la impresión el perro suelta al gato e intenta morderme. 

— ¿Te gusta? ¿Umh? ¿Te gusta morder a los pequeñitos, huh?— el pello ladra, pero no tarda en comenzar a sollozar, al ver el brillo de mi navaja entre mis dedos— Veamos cómo se siente

Tengo su boca con una mano, lo inmovilizo con la rodilla y deguello su cuello. Su sangre brota a borbotones y sus músculos se tensan bajo mi rodilla.

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¿Otro más? ¿Extrañan a Melek? 

Dejé en una foto de instagram un tema muy importante en mi vida, el cual quiero compartir para un poco desahogarme. Pasaros por ahí, me dais un buen Like y me decís si queréis que lo suba o por "Miradas". Un poco explica la principal razón de mi forma de ser, y el porqué decidí que a través de las letras hay que dar lecciones. 

Un besazo y el capítulo siguiente viene en cero coma.

La chica de los guantes de boxeoOù les histoires vivent. Découvrez maintenant