Capítulo 16

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Aiko

La puerta se abre y el doctor sale por la puerta, con la boca destapada de la mascarilla, y los guantes llenos de sangre. Corro hasta donde está, y de su sonrisa puedo respirar con tranquilidad. 

— He conseguido salvarla y parar sus hemorragias. Pero desgraciadamente, como esperábamos ha entrado en coma. Está bajo efectos de sedantes, y honestamente no esperamos milagros. Su cerebro se ha mantenido sin oxígeno por demasiado tiempo, y corre muchos riesgos, pero recemos por que salga de ésta. Claramente si hemos llegado a mantenerla con vida a sido gracias a su rapidez y a su agilidad. Se lo agradecemos— una enfermera aparece con un boll, donde el doctor comienza a quitarse los guantes—Por lo visto, para callarla, su agresor ha debido apuñalarla primero y aprovechar para degollarla luego. La verá mi compañero haremos un reporte médico para la policía, pero ya le digo, recemos. 

— ¿Y puedo entrar a verla?

— Espera a que la vea mi compañero, la transladarán a un cuarto y podrás ir a verla— pone su mano sobre mi brazo— Puede ir a tomar un café para despertar un poco, señorita, se ve muy cansada— me propone con una radiante sonrisa. 

«Tengo que ser fuerte, ella sigue viva» me auto animo

Le doy el primer sorbo a mi café. 

Camino hacia dentro el baño, pero el del cuarto está ocupado. Así que camino hacia el pasillo que lleva a las escaleras, al fondo de éste y antes de llegar a las escaleras, hay un pequeño baño con un váter y  un lavamanos. 

Pero me paro en seco. El cuarto de Sandra está abierto, y algo dentro de mi me dice que no está bien. Empujo la puerta para asegurarme, y me quedo petrificada. 

Un enorme charco de sangre se formaba en el suelo, y Sandra estaba tirada sobre la cama en forma de estrella, y la cabeza colgando por la cama, la lengua sacada y los ojos en blanco, intentando encontrar el aliento. 

— ¡Dios! ¡SANDRA!— corro y levanto su cabeza. 

La sangre brota a borbotones de su cuello, degollado de oreja a oreja. Pongo mi mano en su cuello e intento hacer presión.

— ¡Dios ayúdame! ¡¿Qué hago?!— intento tranquilizarme y respirar— ¡Emergencias!

La voz de mi profesora de primaria viene a mi cabeza: «Frenar una hemorragia... Presiona... eleva... venda...»

— Okay, Presiona— presiono con las dos manos su cuello, y ella parece encontrar su aliento — Venda— tiro de las sábanas con mi pie, y las agarro con la boca. Quito mi mano y un grito deja mi cabeza cuando su sangre brota de golpe. Enrollo con rapidez la sábana a su cuello y la ato con fuerza. La levanto y la apoyo sobre el respaldo de la cama. 

Corro hacia las escaleras en busca del móvil fijo. Descuelgo pero emite un sonido de sin señal. No pierdo tiempo en lamentaciones. Lo dejo caer de mis manos y corro escaleras arriba hasta mi cuarto, busco entre las sábanas el móvil y con rapidez tecleo el número de emergencias. 

— ¿Sí, em...

— ¡Acaban de degollar a Sandra!

Está bien, cálmese

— ¿¡COMO COÑO QUIERE QUE ME CALME SI LA CHICA SE ESTÁ MURIENDO!?

— Dígame dónde...

— ¡No lo sé! ¡Es una casa de vacaciones en medio del bosque en una montaña!

— Está bien. La pondré con el doctor y le dirá qué debe hacer. 

La chica de los guantes de boxeoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora