Capítulo final

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Aiko

Mezo a Mei entre mis brazos, con la esperanza de que calle de una vez por todas. Le están saliendo los dientes y entre que muerde de todo y que tiene momentos de fiebre, ya no sé ni qué hacer.

Consigo finalmente que se duerma, la dejo sobre su cunita y me preparo para ir a ver a su padre. Hay 20 pasos desde mi habitación hasta la suya. 20 pasos míos, suyos seguro que menos.

Arrastro el portasueros a mi lado y nada más salir consigo diferenciar a los guardias. Los saludo y doy mis 20 pasos hasta su puerta. La empujo y entro. El mismo pitido que hace unas semanas llena mis oídos, y me acerco al bello durmiente tumbado sobre la camilla y enchufado a todo tipo de cables.

Me siento a su lado y tomo su mano. El doctor dijo que ya no estaba en peligro desde la operación tan costosa y tan peligrosa que le hicieron. Y gracias a Dios ahora está estable. Siento sus dedos cerrarse sobre los míos, los mismos impulsos que hace desde hace días. El doctor dijo que eso indicaba que iba por un buen camino. Sólo debíamos ser cuidadosos explicándole las cosas una vez que despierte.

— Safuan...— lo interpelo, sé que me escucha por lo que cada poco vengo a darle un poco e conversación— Tus padres vendrán en unos días, fue Carrillo a decirles que estás aquí. Tu hermano está en camino con su prometida, llegarán dentro de nada ¿No quieres levantar y recibirlos?— espero la respuesta que nunca llegó— En fin. Mei me tiene loca. Le están creciendo los dientes y no se calla.

De pronto inspira con fuerza y hondo. Sus pulmones se llenan de aire y su mano se aprieta aún más a la mía ¡Acaba de hacer un gesto voluntario!

Grito en socorro para que los doctores vinieran a verlo, consiguieron sacar mi mano de la suya y los enfermeros me sacaron de allí. Pasmada por lo que acaba de pasar, me queo quieta mirando la puerta, cuando un grito me sobresalta. Es Safuan. Intento volver a entrar. Quiero verlo. Mas uno de los enfermeros me explica la situación:

— Esto suele ocurrir cuando está despertando. Recuerda que sus últimos recuerdos los tenía en el campo de batalla. Está muy agitado los doctores intentarán calmarlo. Sino habrá que atarlo y mantenerlo con sedantes.

Asiento asustada y corro a mi cuarto, donde comienzo a dar vueltas estresada. El portasueros me estresa aún más, por lo que arranco la aguja de mi brazo y un broto de sangre saliendo a chorros de mi brazo como si agua de un grifo se tratase me hace gritar.

Más enfermeras entran a mi cuarto junto con los guardias. Al ver toda la sangre toma una de ellas unas vendas y consigue parar la sangre. El suelo baila bajo mis pies, y caigo rendida.

* * *

El malestar me despierta. Otra vez sobre mi camilla, el brazo dolorido, y el otro con otra aguja. Alguien se mueve a mi lado, y al girarme es mi enfermera, la que venía a cambiarme los sueros.

— Ya has despertado. Vaya una loca que estás hecha. Y tu pareja pues más de lo mismo. Quería verte. Se enquiquinó con eso y tuvo que venir el doctor a explicarle su condición.

La miro ausutada.

— Entonces ya lo sabe...

Nerviosa, pido a la enfermera que me ayude con el portasueros para ir a verlo. Pero cuando me acerco a la cuna de mi hija la encuentro vacía.

— Mi hija... ¿D-dónde está?

La enfermera me toma del hombre y aprieta en señal tranquilizante.

— La tiene su padre. Nos pidió que se la llevaramos y pues se la llevé, tú estabas muy cansada.

Suspiro tranquila y doy los 20 pasos hacia su cuarto. Su hermano y Lara estaban sentados a los pies de la cama mientras lo miraban sonrientes. Consigo en fin ver a Safuan y mis ojos se llenan de lágrimas. Jugueteaba con su hija y esta le devolvía las risitas.

La chica de los guantes de boxeoOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz