Capítulo 11

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Cierro la puerta detrás de mi, y dejo las llaves en puerta. Huele asqueroso, entre deshechos humanos, droga y vómito. Escucho cómo jadea uno de ellos, y al pasar por la puerta entreabierta lo veo sobre ella embistiendo en el cuerpo inerte de la chica. Pasando por el pasillo tres de ellos se fuman un cigarro, mientras hacen bromas sobre el cuerpo de la chica, y en el salón cinco reunidos alrededor de una mesa baja con botellas vacías de alcohol de hace algunas noches probablemente y esnifando de un polvo puesto en rayas.

— Soltad a la pobre chica de una vez por todas— abro el refrigerador y me giro a mirarlos. Faltan, éstos no son todos— ¿Y los demás?

— Fueron a ver a Yan— responde Bambo que salía del cuarto abrochando sus pantalones

— Al menos decirme que os protegéis— saco una botella de wisky y le doy un trago. Nadie dice nada. Los miro, pedazo de cabrones— ¿Os ocuparéis del hijo todos vosotros?—alzan la mirada mirándome aterrorizados— Ah no, iréis todos a haceros una prueba de ADN con ella a ver quién es el padre— dejo la botella en la mesa, tirando todas las demás. 

Entro al cuarto, y encuentro a Jota sobre ella. Cabrones. 

Lo cojo del pelo, y lo arrastro fuera del cuarto. 

— ¡Trueno! ¡Capullo!— me asomo a la puerta a mirarle. Sin embargo no dice nada y se levanta subiéndose los pantalones. 

Me giro hacia ella. Es rubia, y su cuerpo que recuerdo hace meses blanco y de un tono rosado lleno de pecas, ahora es morado lleno de manchas y quemaduras ¿La usaban de cenicero? Menudos gilipollas. 

Está desnuda, despeinada, sudorosa y mucho más delgada que la última vez que la vi. Voy al baño donde enciendo el agua caliente en la bañera y le levanto en mis brazos hasta meterla al agua caliente. Sé que le habrán metido todo tipo de droga, sólo hay que ver los trazos de sus brazos infectados para darse cuenta. Antes de meterla al agua con jabón, la enderezo y vacío las botellas de Betadine en su cuerpo completo, al menos así desinfectará las heridas. 

La baño, y la saco mojada hasta el colchón donde se la tiraban. Joder la de prostitutas que los seguirían como perras por diez dólares y ellos van a secuestrar a una chica. Serán idiotas. 

La tapo con uno de los edredones y me levanto. Alcanzo el bate y cierro la puerta a mis espaldas. 

— ¡Todos al salón!— grito por el pasillo, y escucho cómo todos se reúnen en el salón— Rayo. Tienes una hermana menor, de 15 años, la vi saliendo el otro día con su novio del colegio. Bambo, Salomé ¿Ha terminado la universidad? Ah sí, me cabe saber que está haciendo su máster.

— ¿Qué quieres trueno?— ni siquiera identifico la voz hasta partirle el cuello.

Tirado en el suelo comienza a sangrar.

— No me interrumpáis. — Los miro a la cara uno por uno. Malditos capullos— ¿Qué tal si me follo a vuestras hermanas e hijas por tres meses?

Hay un silencio en el que les doy la palabra.

— Es la ex de Bambo

Miro a Bambo. Él agacha la mirada. Conozco a Bambo, Anderson Velazques, es impulsivo.

Voy a darle lo cuyo cuando su teléfono suena. Con la mirada le doy el permiso de sacar su teléfono del bolsillo. Es Yan. Todos tenemos el mismo teléfono irrastreable sólo para Yan. 

— Id a ver qué quiere. Yo tengo cosas que hacer. 

Y tras fulminarlos con la mirada, me aparto de su camino. Sujeto a uno de ellos del brazo.

— Mira si no está muerto llévalo al médico. 

No lo he matado. Lo sé. Parapléjico o discapacitado quizás si que se quedará, y con mucha suerte podrá mover los brazos. 

La chica de los guantes de boxeoWhere stories live. Discover now