Capítulo 27

394 49 0
                                    

— Andrés, llévalo a su celda— me dice el comisario que se ocupa del transporte del padre de las dos chicas. 

Supe de Troy que Sahani y su hermana llevan una vida medianamente tranquila, y que ellas podrían darme información sobre aquel hombre. Ahora que está bajo arresto, carrasco me hizo un pequeño favor. 

Lo levanto de la silla y lo empujo por el pasillo. El barco ya ha comenzado a moverse desde hace horas, y ahora que estamos en medio de la nada, ahora que la noche ha caído y que no se  diferencia el cielo del mar, creo que es tiempo para retomar lo que dejamos a medias. 

Caminamos por el pasillo de camarotes hasta la puerta para salir a cubierta. 

— Espera ¿A dónde me llevas?— lo empujo con más fuerza hasta que cae fuera sobre sus rodillas. 

Intenta alejarse, pero yo lo sostengo firmemente. Abro las esposas con las llave suplementaria que le quité a Carrasco, y las tiro lejos de él. 

— Levántate

Siento cómo se tensa. Me ha reconocido. Me quito el casco y subo mi bufanda para taparme la boca y nariz. 

— ¿T-Trueno?— me quito la porra y la dejo caer en el suelo. Él se gira y sonríe mientras retrocede— ¿Te mandó Yan para que escape?

Sonrío y avanzo hacia él, mientras me voy poniendo los guantes. Niego con la cabeza.

— Me mandó Yan, pero no a ayudarte— veo el terror en sus ojos— ¿Sabes? Todo era un juego para que que fueras detenido y que él pueda beneficiar de toda tu droga— Río con ironía— hasta ha retomado tu negocio. 

— Hijo de la gran puta— da otro paso hacia atrás— ¡AYUDAAA!

Sonrío y atesto con el primer puñetazo en su boca. Lo alzo de su camisa y lo estampo contra la pared. No es un hombre corpulento, por lo que me fue muy fácil en unos minutos abatirlo. Lo levanto y mientras le voy colocando las esposas le dicto sus pecados

— Las hijas no se venden capullo, la familia del enemigo no se toca, y sobretodo, nunca traiciones al que peor te puede dejar. 

— Okay, entendido— vocaliza escupiendo sangre. 

Lo levanto, lo alzo del suelo y lo siento sobre la barandilla. 

— Y ahora, espero que sepas nadar, cabrón. 

Veo el horror en sus ojos. Si he espoado sus manos, y estamos cruzando el Pacífico en su época más fría, si sobrevive a las olas, no sebrevivirá a la hipotermia. 

— No lo hagas, te doy lo que quieras— dejo de mirarlo, su cara toda destruida me da arcadas. Sangre le sale de todos los agujeros de su cara, agujeros naturales, u otros que le hice yo a base de puñetazos. 

«Piedad»

Y lo suelto. 

Escucho cómo grita y finalmente escucho el golpe en el mar. Una especie peso se coloca sobre corazón y no me atrevo a mirar a donde cayó. Un nudo se crea en mi garganta, y no lo soporto más. 

Lo tiene más que merecido el cabrón, pero mi conciencia me mata. Corro hacia donde están todos los policías, y Carrasco con ellos. 

— ¡Se ha lanzado al mar!

Ellos se alarman y corren, otros van en sentido contrario a llamar al comisario, y Carrasco me toma del brazo.

— Dije que no lo hicieras capullo

— Pude matarlo y no lo hice. Da las gracias.

— Capullo— dice antes de correr en dirección contraria. 

* * *

Australia es muy bonita, pero me debo ir. Carrasco viene conmigo, y sí, nos dirigimos a Madrid. Mamá se verá ahí con la rubia y papá para hacer la pedida oficial, tal y como se hace en el islam. En fin, carrasco va a Madrid para asegurarnos la pedida, se ha hecho un revuelo mediático enorme alrededor de mi hermano y su futura esposa. 

Y es cuando ella vuelve a mi memoria. Aiko. No puedo dejar de pensar en ella, y que si supiera la verdad y el esfuerzo que estoy haciendo, seguro volvería conmigo. La extraño tanto, su cabello rojo llama, sus labios, sus ojos oscuros, su piel blanca, sus piernas bien ejercitadas. Y dios aquella risa tan melódica, la extraño tanto. 

Un vacío se instala en mi pecho al recordar la impotencia que ata mis manos. No puedo hacer nada por encontrarla, al menos no ahora. No sé si está bien, si trabaja, si come bien... Si encontró a otro... 

— Trueno...— carrasco habla a mi lado—Nadie pensaría que debajo de toda esa armadura llena de delitos y muertes, se escondería un corazón tan tierno. 

— Abróchate el cinturón— le digo distrayéndolo

— Hasta se preocupa por mi seguridad— ríe con ironía y termina de abrocharse el cinturón. 

Vamos en mi avión privado, es más sencillo y menos llamativo. En unas horas, largas horas, estaremos ahí. Y entonces cada uno tomará su camino. 

— Hasta hoy en día sigue hablando de ti— lo miro esperando que me diga de quién habla. Pero él permanece mirando por la ventana, viendo como despegamos de suelo australiano— Aiko

— ¿Está bien? ¿Le pasó algo?— pregunto con preocupación. Nunca me habló de ella tan directamente 

— Sí, no te preocupes por ella. Está viviendo muy bien. Es muy testaruda, pero he sabido hacer las cosas con ella. 

Eso último hizo hormiguear mis manos. 

— ¿De qué hablas?

— Ella es una chica muy— no lo dejo terminar y estampo el baso de café que había delante de mi en su cara. 

Me deshago del cinturón y lo aprieto contra el asiento.

— ¿Qué coño le has hecho?— digo con tranquilidad— y como hables mierda, te tiro del avión 

Él me empuja deshaciéndose de mis puños que lo asfixiaban, mientras yo espero a que hable, él se arregla su ropa. 

— Nada. Ella no quiso— me mira con una mezcla de odio y rencor— no la entiendo. Le ofrezco todo lo que tengo y más, y se aferra al capullo que más daño le hizo. 

Miro a otro lado mientras escucho cómo él rebusca entre las botellas de vino y la abre. 

— Creo que la guerra entre nosotros ya terminó, y la victoria es tuya. Aún estando lejos de ella, no la dejas en paz. 

***************************************************************************************

Venga, en el siguiente capítulo, tendréis la pedida de los protagonistas de "la chica del pelo platino" ¿La queréis ya? Pues dadle a la estrellita. 

Un besazo y hasta otra.

La chica de los guantes de boxeoWhere stories live. Discover now