Capítulo 19

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— Está bien, creo que ya es suficiente. Para evitar cualquier tipo de riesgos, les vamos a poner dos agentes a su disposición, dentro del programa de protección de testigos, para estar más seguros de su seguridad— voy a replicar pero asiente con la cabeza con una sonrisa— Sé que ustedes dos son grandes boxeadores y he comprobado por mí mismo lo que es acercarse a Salinas, pero he de hacerlo de todas formas

— Gracias — tengo ganas de preguntarle sobre lo que ha comprobado, pero me mantengo en silencio mientras él me invita a entrar a la zona de restaurantes del hospital. 

Mientras vamos entrando, su teléfono suena en un mensaje, él lo lee con cierto disimulo y parece teclear una respuesta rápida, corta. Al darse cuenta de que lo estaba mirando, él sonríe y guarda su teléfono en su bolsillo.

Pido un sándwich para amortiguar el hambre que siento, y él por su parte pide un plato de espaguetis. No sé porqué acepté su propuesta de cena, supongo que porque pensé que el interrogatorio sería mientras comemos. Pero nada por el estilo. 

Nos sentamos uno frente al otro, mientras comemos en un silencio incómodo. No conozco de nada a éste hombre y ya estoy cenando con él. Si Safuan...

Hablando de Safuan ¿Porqué se dirigió al inspector como si ya lo conociera? ¿Como si le debiera algo? Sentí que en realidad se conocían y no de un simple interrogatorio. 

Y quiero preguntarle, quiero saber, porque siento que no me lo está diciendo todo. Pero por otro lado no me siento con ningún poder otro que el sexo sobre él. No soy nada más que un agujero, y él para mi no debería ser más que un consolador. 

— ¿Y hace mucho que estáis juntos?— el inspector me interrumpe los pensamientos

— ¿Ah?— él me mira aún sonriente, mostrando su dentadura blanca y perfectamente alineada— No ¿Safuan y yo? No somos nada más que entrenador que entrena a su deportista...— «...en la cama»

— Ah— levanta las cejas con sorpresa— Vaya. 

El resto de la cena terminó igual que empezó. Bajamos las escaleras y él me abre una a una las puertas que vamos cruzando. Hasta el punto en el que yo lo esperaba para que me abriera la puerta con una sonrisa radiante. 

Al llegar a la sala de espera, Sulayman no está en ningún sitio. Camino hasta la plaza de aparcamiento del hospital y escucho su voz:

— Yo peleo primero— su voz suena muy grave. Visualizo parte de su cuerpo desactivar la alarma de su coche de alta gama— que reserven mi sitio.

«¿Pelea?»

Escucho que abre la puerta y cierra de un portazo. Corro a mi moto, recojo mi pelo, me pongo el casco y arranco tras él. 

Ahora que es de noche los trabajadores vuelven a sus casas de sus trabajos, las calles rebosan de gente y de coches de aquí para allá. Pero voy en moto, puedo esquivar los coches y alcanzar a Sulayman. 

Siquiera me paro a pensar en lo que estoy haciendo. Él parece acelerar y salir a la autovía, y una vez fuera, comienza a acelerar más y más, alejándome cada vez más de él. Intento seguirlo de lejos, y cuando veo que ralentiza para salir por una salida, desgraciadamente tan conocida para mi..

Sin embargo no quiero pensar nada. Va disminuyendo cada vez más la velocidad, pero sin embargo no para al completo. Entra en calles y más calles y tengo la sospecha de que quiere averiguar si lo sigo. Cambio de trayecto, perdiéndolo al completo. Prefiero no ver aquello a lo que va. Este pueblo es pequeño y conocido por todo lo ilegal que se hace aquí. Por algo lo llaman "La ciudad sin ley". 

Me dejo llevar por las calles, entre tantos olores, putrefacciones, basura, jóvenes formando pandillas, edificios deteriorados... Sólo me dejo llevar por las calles que tan bien conozco. Paro frente al paso de peatones. Unas marcas blancas en el suelo que me indican que cede el paso a la niña pequeña que me mira con admiración desde el asfalto. 

La chica de los guantes de boxeoWhere stories live. Discover now