— ¿Entonces te veo esta tarde en el gimnasio?
Despierto de mi embobamieto y lo miro. Me sonríe y se cruza de brazos.
Después de lo que hablamos ayer bebí un poco para relajar la tensión. Y bueno una miradita y una sinrisita y terminamos en su cama. Hoy se levantó de buen humor, cuando yo entre el dolor de cabeza, la angustia y la repulsión repentina que siento por él no puedo ni mirarlo.
— Seguro— y me bajo del coche.
Me ha dejado en la entrada del barrio, cree que Yan sospecha de algo y no quiere arriesgarse a que nos vean juntos.
Me siento como una Julieta, que al enterarse de quién era Romeo en realidad, comenzó a odiarlo con todas sus fuerzas.
Busco en mi bolso las llaves de mi apartamento. Empujo la puerta de abajo que con un chirrido y un sonido seco de cristal arrastrarse por el suelo, consigo abrila lo suficiente para entrar.
Subo las escaleras y al llegar al piso donde vivo, entro la llave en la cerradura.
— Aiko— una voz varonil me hace saltar.
Por un momento creo que mi corazón va a parar de latir. Busco a la persona que me habló, y al ver al inspector Carrillo sentado arriba de las escaleras del piso siguiente me permito un suspiro de alivio.
— Siento asustarte— baja las escaleras— no estaba seguro si este era el piso o que vivías en el cuarto. Por eso me quedé aquí.
— No... Em vivo aquí— me quedo de pie mirándolo.
Lleva un jersey de cuello alto negro, una americana encima, desde la cual podíamos ver su placa y su arma a un lado de su cinturón, que sujetaba unos pantalones negros. Por un momento me pierdo mirándolo. Parece muy atractivo, o quizás es porque está unos escalones mas alto, pero definitivamente, no se ve como anoche.
— Vengo a hablar contigo si se puede.
Y sonríe. Carajo me sonríe. Le devuelvo la sonrisa y espero hasta que llega hasta abajo.
Mete sus manos en sus bolsillos en gesto casual y relajado, aún sonriendo y continúa mirándome con su sonrisa, esta vez um poco más altivo.
— ¿No entramos?— pregunta con diversión
Salto en mi lugar ¡Mierda! Seguro habré quedado como una imbécil mojigata.
Abro la puerta y le indico que pase antes que yo.
No he venido aquí hace días, y se puede notar por el olor. Huele a polvo acumulado.
Las persianas están bajadas, y cuanto me cuesta subirlas. Se habrán caído, tan mal está el apartamento que ya ni me sorprende.
— Disculpa todo esto— y camino a tientas hacia la ventana y me estiro a subir la persiana.
Me giro y lo veo recargado sobre la mesa mirándome sonriente. Al ver que lo he mirado, baja la mirada y se levanta para caminar hacia una de las sillas.
— En fin— coloca sus manos sobre la mesa y me mira. Me siento frente a él— Quería saber algo sobre Salinas, si no te importa.
«Mierda, mierda, mierda, Aiko respira, actúa normal»
— Le repito que entre ese hombre no hay más que una relación profesional.
— ¿Por eso estaban los dos en la misma casa cuando intentaron asesinar a Sandra ?
«Okay, Aiko piensa»
— No tiene derecho a preguntar cosas así—me repongo y me atrevo a alzar la mirada a sus ojos para darle certeza a mis palabras— La relación que tengo con Safuan no tiene nada que ver con el caso. En vez de preguntarme descabeces, vaya a buscar al asesino.
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La chica de los guantes de boxeo
ActionSu piel es suave, aprieto su mandíbula entre mis dedos, deformando su boca. Pero una hilera de sangre roja ensucia su labio, bajando hasta su barbilla, donde quema mis dedos. Siento sus dientes apretarse, y un golpe en mi estómago me desestabiliza...