Capítulo 21

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— ¿Entonces te veo esta tarde en el gimnasio?

Despierto de mi embobamieto y lo miro. Me sonríe y se cruza de brazos.

Después de lo que hablamos ayer bebí un poco para relajar la tensión. Y bueno una miradita y una sinrisita y terminamos en su cama. Hoy se levantó de buen humor, cuando yo entre el dolor de cabeza, la angustia y la repulsión repentina que siento por él no puedo ni mirarlo.

— Seguro— y me bajo del coche.

Me ha dejado en la entrada del barrio, cree que Yan sospecha de algo y no quiere arriesgarse a que nos vean juntos.

Me siento como una Julieta, que al enterarse de quién era Romeo en realidad, comenzó a odiarlo con todas sus fuerzas.

Busco en mi bolso las llaves de mi apartamento. Empujo la puerta de abajo  que con un chirrido y un sonido seco de cristal arrastrarse por el suelo, consigo abrila lo suficiente para entrar.

Subo las escaleras y al llegar al piso donde vivo, entro la llave en la cerradura.

— Aiko— una voz varonil me hace saltar.

Por un momento creo que mi corazón va a parar de latir. Busco a la persona que me habló, y al ver al inspector Carrillo sentado arriba de las escaleras del piso siguiente me permito un suspiro de alivio.

— Siento asustarte— baja las escaleras— no estaba seguro si este era el piso o que vivías en el cuarto. Por eso me quedé aquí.

— No... Em vivo aquí— me quedo de pie mirándolo.

Lleva un jersey de cuello alto negro, una americana encima, desde la cual podíamos ver su placa y su arma a un lado de su cinturón, que sujetaba unos pantalones negros. Por un momento me pierdo mirándolo. Parece muy atractivo, o quizás es porque está unos escalones mas alto, pero definitivamente, no se ve como anoche.

— Vengo a hablar contigo si se puede.

Y sonríe. Carajo me sonríe. Le devuelvo la sonrisa y espero hasta que llega hasta abajo.

Mete sus manos en sus bolsillos en gesto casual y relajado, aún sonriendo y continúa mirándome con su sonrisa, esta vez um poco más altivo.

— ¿No entramos?— pregunta con diversión

Salto en mi lugar ¡Mierda! Seguro habré quedado como una imbécil mojigata.

Abro la puerta y le indico que pase antes que yo.

No he venido aquí hace días, y se puede notar por el olor. Huele a polvo acumulado.

Las persianas están bajadas, y cuanto me cuesta subirlas. Se habrán caído, tan mal está el apartamento que ya ni me sorprende.

— Disculpa todo esto— y camino a tientas hacia la ventana y me estiro a subir la persiana.

Me giro y lo veo recargado sobre la mesa mirándome sonriente. Al ver que lo he mirado, baja la mirada y se levanta para caminar hacia una de las sillas.

— En fin— coloca sus manos sobre la mesa y me mira. Me siento frente a él— Quería saber algo sobre Salinas, si no te importa.

«Mierda, mierda, mierda, Aiko respira, actúa normal»

— Le repito que entre ese hombre no hay más que una relación profesional.

— ¿Por eso estaban los dos en la misma casa cuando intentaron asesinar a Sandra ?

«Okay, Aiko piensa»

— No tiene derecho a preguntar cosas así—me repongo y me atrevo a alzar la mirada a sus ojos para darle certeza a mis palabras— La relación que tengo con Safuan no tiene nada que ver con el caso. En vez de preguntarme descabeces, vaya a buscar al asesino.

La chica de los guantes de boxeoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora