Capítulo 42

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Melek

Caminó hacia mi a paso seguro. Vestía de blanco, entera, y al llegar a mí me tomó de las manos y las apretó entre las suyas.

— Perdóname— me dice con su sonrisa blanca— fui egoísta, y cuando me enteré de mi embarazo lo invité a que habláramos de mi ex-esposo. Le di champán y le dije que podríamos volver a recordar aquellos tiempos. Él se negó pero ya era muy tarde, la pastilla ya hacía efecto en él. Se quedó dormido al instante. Me desnudé, lo desnudé y nos tumbamos en la cama. Cuando despertó y nos vio estuvo en shock por largos minutos. Se encerró en el baño, y lloró. Nunca lo vi llorar hasta ese día. Luego pagué para que las pruebas de ADN confirmaran que la niña es suya. El padre de mi hija es mi ex-esposo, pero no quiero que ella vaya con él. Vi como crió a sus dos hijos, quería que fuera el padre de la mía. Perdóname por lo que te hice. Por lo que os hice a los dos.

Suelta mis manos y las lleva a mis mejillas. Las siento calientes.

— Yo te perdoné, espero que Dios lo haga— le respondí

— Cuida de mis niñas, y que nunca sientan que perdieron a su madre. Cuídate

Me soltó, se dio media vuelta y desapareció por una puerta al fondo de la sala

— ¿Melek?— una voz femenina me interpela a lo lejos.

Intento abrir los ojos pero los siento pesados. No puedo abrirlos.



Junaid

Camino de un lado al otro del cuarto y las puertas se abren y aparece la camilla de Melek por la puerta. La acompañan algunas enfermeras que la empujan hasta colocarla dentro del cuarto y enchufar la a todos los aparatos ya presentes aquí.

Me acerco a ella. Está despierta pero lleva una venda en los ojos. La sacaron del quirófano hace 12 horas y estuvo bajo vigilancia de los profesionales que la operaron. Una vez que vieron que se ha podido levantar, ha comido algo y que ha tenido pocas secuelas la han traído a su cuarto para que podamos verla. Tomo su mano mientras las enfermeras le cambian el suero.

— ¿Ángel?

— Sí, soy yo— susurro dejando un beso en el dorso de su mano.

— ¿Y Miriam?— pregunta sonriente.

— Se durmió, le di el biberón hace unos minutos y se quedó dormida ¿Cómo te sientes cariño?

— Bien bien. Quiero ir al baño— se gira hacia las enfermeras.

— Sí, aquí tiene el portasueros.

— Está bien, yo la ayudaré.

Las enfermeras asintieron y salieron dejandonos solos

— Quiero hacer la ablución Ángel.— me dice mientras se va levantando.

— Cariño puedes rezar sin necesidad de tener que lavarte. Estás enferma tienes ese permiso.

Asintió, pero siguió con su testaruda idea de ir a hacer su ablución. La llevo a la pila de la ducha, enciendo el agua a una temperatura con la que pueda lavarse, y la ayudo a guirse en el baño. Luego le pongo un vestido largo, la ayudo a abrocharlo, le pongo el velo y la llevo sobre la alfombrilla de rezo. Antes de comenzar su rezo me toma de la mandíbula y me deja un beso sobre la mejilla.

— Gracias— me susurra.

Asiento y le dejo hacer sus rezos. La alegría no cabe en mi pecho. Soy el hombre más feliz del mundo. Tengo una hija preciosa, que aunque no sea mía, Melek y yo decidimos adoptarla. La documentación legal ya está en trámite. Y encima, Melek, mi esposa y la mujer de mi vida acaba de salir de su arriesgada operación y ahora hace sus rezos que no pudo hacer en todo el día.

Una vez que terminó, la vuelvo a tumbar sobre la camilla y vuelvo a colgar el suero en su lugar.

Entonces la puerta se abre y aparece Sulayman con Lara a su lado por la puerta. Se enteraron a noche de la operación de su madre y el parto de Miriam. Después del funeral de esta mañana, la enterraron y vinieron al hospital. Yo no pude ir al funeral porque estaba con Melek. Sino habríamos ido los dos. Al fin y al cabo Miriam fue una muy buena amiga de infancia.

Intenté explicarle todo a su hija, lo más suave posible. Le dije que su hermana se iba a quedar con nosotros y que podía venir a verla cuando quiera. Entendió la situación y nos lo permitió, puesto que era la última petición de su madre.

La boda la celebrarán cuando Melek sane. Pero no quieren nada lujoso ni grande, solo quieren hacer una pequeña fiesta para celebrar su matrimonio, y por respeto a la memoria de su madre, no será nada grande. Invitarán a su padre y a toda su familia a una cena y anunciarán su matrimonio ante las dos familias.

Por mi hijo Safuan no pude contactar ni con él ni con Aiko. Carrasco nos dijo que estaban bien, y que participaban en una misión de policía. Faltaba que todo terminara para que podamos verlo.

Carrasco me explicó finalmente que mi hijo había sido entrenado por el FBI durante 9 meses. Luego comenzó aquella misión. No le dije nada a su madre y no fue hasta que entró Carrasco por la puerta que supimos de su paradero.

— Han podido rescatarlos. Aiko está bien aunque recibió un balazo en el brazo. Safuan por el contrario— Melek busca mi mano, y yo se la tiendo.

— Dígame que sigue vivo— pronuncia en un susurro, asustada.

— Sí, sí... Pero está en coma. Lo golpearon muy fuerte, rompiéndole parte del cráneo, y las heridas de sus piernas se infectaron... Pues los doctores lo están atendiendo.

— ¿En qué clínica está?— pregunto yo esta vez, con la mano de mi esposa apretando a mía

— En L.A. No creo que les dejen verlo de todas formas.

— Iremos allí— sentenció su hermano

— Ya les digo que no podrán verlo. Su pareja y su hija están con él.

— ¡¿Su hija?!— preguntamos al unísono.

Su rostro enrojeció, había olvidado que no sabíamos ese detalle. Pagué los billetes de avión, y tras el acuerdo del doctor con que vaya con ella algún enfermero, Melek y yo tomamos el avión tres días más tarde. Sulayman y Lara lo tomaron aquella misma noche.

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Bueno, aquí está lloviendo y son las 5 y media. Me levanté para el Fajr y mama mía qué ambiente más propenso a la escritura. Y bueno, un capítulo más. El próximo será el capítulo final, y quizás deje un epílogo.

Ahora dejadme vuestro voto y vuestro comentario. Ya queda poco para que nos despidamos de esta trilogía tan divertida y que tanto nos enseñó. A vosotros y a mí.

Un besazo, y hasta pronto.



La chica de los guantes de boxeoWhere stories live. Discover now