Capítulo 4

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Safuan

Le doy el último documento al secretario de mi padre, cojo mis cosas y voy saliendo al ascensor para irme de aquí de una vez por todas.

Una vez se abren las puertas del ascensor una mujer rubia me llama la atención. Llevo mucho tiempo ayudando a papá por aquí, y nunca la he visto. Lleva una camisa a rallas, medioabierta, conjuntada con una corta falda de cuero negra.

Se percata de que subo a su ascensor, me mira de arriba abajo y vuelve a mirar su teléfono.

Las puertas del ascensor se cierran, y su perfume llega a mis pulmones, tan fuerte que el ácido de mi estómago sube por mi garganta.

Genial, el ascensor comienza a subir, tendré que esperar a que suba con ella para luego bajarme a mi. Miro el panel de las plantas, sube hasta la ultima planta, donde el despacho de papá ¿Y sube sin ningún tipo de guardia ? Nadie, mas que su secretario o mi madre cuando viene aquí, sube sin un guardia a sus espaldas ¿Quién es esta mujer, cuyo perfume perfora los pulmones, cuyas piernas resaltan a la vista, y cuyo escote llega hasta el hombligo ?

El ascensor se para en la última planta, las puertas de abren, y con agilidad le doy la espalda para que no se fije mucho en mi.

Escucho sus tacones salir del ascensor, y al girarme, justo antes de que se cierren las puertas, puedo vislumbrarla darle dos sonoros besos a papá, que se agacha sobre ella para alcanzar su mejilla.

«¿Sabrá Melek de ésto?»

Llego a la planta baja, voy al parking del edificio, cojo mi coche y conduzco a casa. Mamá quiere entrenar conmigo hoy.

Vamos en su coche, ella conduce y canta las canciones que pasan por la radio, cuando su teléfono suena

— ¿Sí Cielo? — escucha atentamente lo que le dice por el auricular— Está bien... Si quieres te llevo la comida ahí y comes tranquilamente... No me molesta cariño, no me gusta que comas comida basura eso es todo... Hoy no trabajo ¿Lo olvidaste ?... Okay, si es lo que quieres... Yo también— y se quita el auricular del oído, me mira de reojo y vuelve su vista a la carretera— Está muy ocupado estos días.

«Qué ingenua»

Al bajar miro en todas las direcciones rezando que la chinita no haya venido. Y gracias a Dios no la veo por ninguna parte.

Después de lo de ayer no quiero verla nunca más. Por su culpa hice algo que no debía haber pasado en un lugar público y sobretodo sin mi máscara.

Mi madre saca su macuto y se adelanta a abrir la puerta. Yo me quedo cerrando el coche.

— ¡Eh! ¡Salinas!— su voz me sobresalta y giro mi cabeza hacia la puerta deseando que mi madre ya haya entrado.

Me giro hacia ella que viene disparada hacia mi. Lleva unos pantalones anchos y un top deportivo negros, con unas trenzas francesas en la cabeza.

Llega hasta donde estoy, coge mi mano y coloca algo pesado en mi palma. La miro, con su gestualidad de enfado y su mirada fruncida.

— No necesito tu dinero capullo. No me quieres entrenar, perfecto, ya me entrenaré sola y vendré a patearte el culo— dice entredientes

— ¿Safuan? ¿Cielo, quién es ella?

Nos giramos los dos hacia ella, con las manos cogidas y ella muy cerca de mi.

— Ella... Ella...

Siento sus manos desaparecer entre las mías, intento atraparlas, pero llego tarde. Una corriente de aire frío hiela mis dedos.

La chica de los guantes de boxeoWhere stories live. Discover now