Epílogo

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Junaid

Al terminar de rapar mi cabeza tomo un taxi hasta el hotel donde nos quedábamos. Quién le habría dicho a ese Ángel borracho y apoyado sobre la pared de uno de los chalets chic de la ciudad que haría el peregrinaje a la meca con la chica que pasaba frente a él.

Sonrío y alzo la cabeza al cielo. Melek fue un ángel enviado por Dios para que me de felicidad, y vaya que si me la dio.

Ella me dijo que iba a ir al hotel nada más terminar de cortarse el pelo, y que prepararía las cosas para volver mañana a casa. Pero yo quiero aprovechar para darle la sorpresa que he estado esperando desde que el avión despegó de ahí.

En realidad yo al principio pensaba que venía aquí por ella, para darle la mejor de las sorpresas, pero al final descubrí que este lugar es magnífico, mágico, pude dejar todos mis malos recuerdos, mis malas experiencias... Mis pecados, los dejé en la peluquería donde me rapé la cabeza. Extrañamente me siento ligero, distinto, mejor, más vivo.

Al llegar al último piso, camino por el pasillo a nuestra suite, abro con nerviosismo la puerta con mi tarjeta y empujo para entrar. Melek salía de la ducha y secaba su pelo con la toalla. Lo tiene más corto ahora, pero sólo un poquito de nada.

Me saluda con una sonrisa y suspira sentándose sobre la cama.

— ¿Quién diría que algún día me iba a encontrar aquí contigo? Estoy muy contenta Ángel, he dejado todos mis pecados atrás, ahora empieza la nueva vida.

Sonrío por su inocencia.

— ¿Tus pecados? ¿Cuándo has pecado tú? Pero si eres la mujer más pura que nunca habría conocido.

— No exageres y ve a ducharte anda— dice desviando su mirada de la mía sonrojada, con una sonrisa jovial. Esta mujer ni envejece.

Asiento y voy a la ducha. Frente al espejo intento calmarme y recitar de nuevo mi discurso. Debo impresionarla como la primera vez. Al terminar mi ducha me visto y camino hasta ella, que miraba la meca llena de gente desde el gran ventanal.

— Quisiera quedarme a vivir aquí. Es un lugar muy bonito.

— Melek...— la interpelo una vez que estuve detrás de ella.

Se giró para mirarme y sonrió con burla, debe haber notado mi nerviosismo. Aclaro mi garganta y doy otro paso más hacia ella.

— Melek, después de casi 30 años de matrimonio, de altos y bajos, estás aún aquí a mi lado. Hace unos años, en la pedida de mano de Sulayman, me arrodillé delante de ti y te pedí matrimonio, pero tú me rechazaste, diciendo que era demasiado soso y que podía pedírtelo de mejores formas ¿Recuerdas?

Ella negó con la cabeza con una sonrisa de oreja a oreja.

— Qué más da Ángel ya estamos casados, y en ese momento también estábamos casados, no sirve de nada...

— Melek— la interrumpo— Por favor... Decía, y pues creo que este es el mejor lugar para renovar nuestra relación, dejar todo lo malo que pasamos anteriormente atrás y empezar una nueva vida. Yo ya no me ocupo de la empresa, y tampoco te preocupas por tu trabajo. Te propongo entonces— clavo una rodilla en el suelo y levanto la cajita de cartier frente a ella, para abrirla y ver cómo sus ojos brillan— que te conviertas en la esposa de este aventurero, que te llevará por el mundo entero.

Su mano se dirigió a la caja y en vez de tomar el anillo tomó mi mano y tiró de mí. Mi corazón se saltó un latido ¿Aún no quiere aceptar mi propuesta?

— Acepto— me dice sonriente una vez que estuve de pie frente a ella— no me gusta verte arrodillado, ya no tienes la edad de hacer malabares...

La chica de los guantes de boxeoWhere stories live. Discover now