Capítulo 12

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Aiko

Su mano aprieta las mías sobre mi cabeza, mientras hunde su nariz en mi cuello. Llevamos así como diez minutos, quizás menos o quizás mucho más, pero siento una tranquilidad y una paz interior increíbles. Puede que sea porque llevo tiempo sin hacerlo, tanto que la lívido la llevo por los cielos, o porque este monstruo de aquí me dio la mejor follada de mi vida, pero me ha dejado exhausta. 

Ahora en este cansancio post-orgásmico estoy tan sumergida en recordar lo bien que me lo ha hecho que no me percato de que soltó mis manos y que está sentado entre mis piernas abiertas examinando mi vagina. 

— Sangras— pronuncia en un susurro. 

Me incorporo y un pinchazo en hace que salte de la impresión, más no sentí ningún otro dolor. Miro y encuentro algunas gotas de mi sangre sobre sus dedos y mi vagina. No es nada alarmante, debe ser por lo salvaje que lo hicimos, o porque llevo tiempo sin hacerlo. 

— No es nada— paso mi  pierna al otro lado y voy a ponerme en pie, apoyando mis nudillos sobre el sofá, pero ahogo un grito de dolor cuando mis nudillos escuecen. 

Los examino y dios, están todo despellejados y con sangre, aún debajo de las vendas. Y entonces su mano atrapa las mías entre sus dedos. Examina el vendaje y va a retirarlo, pero yo quito mi mano entre las suyas. No se ha comportado conmigo, no merece mi atención.

«Te lo acabas de tirar, Aiko»

O él a mi. Al igual que hizo con la niña de ayer. Me pongo en pie, busco mi ropa y me la voy poniendo.

— Dúchate, te espero en el coche. 

¿Perdón? Y encima me da órdenes. Termino de vestirme, me pongo mi chaqueta y voy a buscar mi macuto en los vestuarios. Me miro al espejo y por un segundo tengo la tentación de obedecerle y ducharme, luzco como un zombie. Pero doy media vuelta y salgo dirección a la calle. Él cumple y me espera fuera en su coche. 

Pero que le den un rato por saco. Hemos roto el trato de abstinencia y quiero ir a tirarme todo lo que se menea. Así que esquivo su coche y me acerco a mi moto. Saco las llaves, saco el casco y me subo. De pronto escucho un portazo y supongo que es Salinas que acaba de bajar de su coche a intentar pararme. No conseguirá mucho. 

Me posiciono bien en mi asiento, cierro mi casco bien y pongo la llave para encender el motor. Me giro para mirarlo ¿No vendrá a pararme? No. Por lo visto no lo hará. Porque está apoyado sobre su coche de alta gama y mirando su móvil con una pierna cruzada sobre la otra. 

Que le jodan. Quito mi pierna del suelo y acelero Pero entonces ocurre. La rueda trasera desliza y de pronto me veo tirada sobre el suelo y la moto obre mi. Joder. Intento empujar la moto con mis piernas y salir de debajo de ella, pero una de mis piernas está estancada entre la moto y el suelo. 

Y es cuando la moto se levanta de sobre mi cuerpo y la figura de Salinas aparece delante de mi. Se agacha sobre mi y comienza a levantarme del suelo. 

— Lo que pasa cuando no haces caso. 

Mis nervios se encienden de golpe, y la fuerza que no tuve para levantar la moto, las puse en un puño y se lo dejé en la cara. Tan fuerte que hasta a mi me dolió la mano. Me preparo par defenderme de su respuesta, pero lo sorprendente es que él sólo gira la cara ante el impacto, se masajea un poco la mandíbula y vuelve a mirarme con toda la tranquilidad y calma del mundo. 

— Capullo le has hecho algo a la moto— siento la adrenalina del  momento volver a mi

No responde. Tira de mi cuerpo hacia el suyo y me carga entre sus brazos. Me quedo pretrificada ¿Es este el entrenador mandón de ayer? 

La chica de los guantes de boxeoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora