Aiko
Su mano aprieta las mías sobre mi cabeza, mientras hunde su nariz en mi cuello. Llevamos así como diez minutos, quizás menos o quizás mucho más, pero siento una tranquilidad y una paz interior increíbles. Puede que sea porque llevo tiempo sin hacerlo, tanto que la lívido la llevo por los cielos, o porque este monstruo de aquí me dio la mejor follada de mi vida, pero me ha dejado exhausta.
Ahora en este cansancio post-orgásmico estoy tan sumergida en recordar lo bien que me lo ha hecho que no me percato de que soltó mis manos y que está sentado entre mis piernas abiertas examinando mi vagina.
— Sangras— pronuncia en un susurro.
Me incorporo y un pinchazo en hace que salte de la impresión, más no sentí ningún otro dolor. Miro y encuentro algunas gotas de mi sangre sobre sus dedos y mi vagina. No es nada alarmante, debe ser por lo salvaje que lo hicimos, o porque llevo tiempo sin hacerlo.
— No es nada— paso mi pierna al otro lado y voy a ponerme en pie, apoyando mis nudillos sobre el sofá, pero ahogo un grito de dolor cuando mis nudillos escuecen.
Los examino y dios, están todo despellejados y con sangre, aún debajo de las vendas. Y entonces su mano atrapa las mías entre sus dedos. Examina el vendaje y va a retirarlo, pero yo quito mi mano entre las suyas. No se ha comportado conmigo, no merece mi atención.
«Te lo acabas de tirar, Aiko»
O él a mi. Al igual que hizo con la niña de ayer. Me pongo en pie, busco mi ropa y me la voy poniendo.
— Dúchate, te espero en el coche.
¿Perdón? Y encima me da órdenes. Termino de vestirme, me pongo mi chaqueta y voy a buscar mi macuto en los vestuarios. Me miro al espejo y por un segundo tengo la tentación de obedecerle y ducharme, luzco como un zombie. Pero doy media vuelta y salgo dirección a la calle. Él cumple y me espera fuera en su coche.
Pero que le den un rato por saco. Hemos roto el trato de abstinencia y quiero ir a tirarme todo lo que se menea. Así que esquivo su coche y me acerco a mi moto. Saco las llaves, saco el casco y me subo. De pronto escucho un portazo y supongo que es Salinas que acaba de bajar de su coche a intentar pararme. No conseguirá mucho.
Me posiciono bien en mi asiento, cierro mi casco bien y pongo la llave para encender el motor. Me giro para mirarlo ¿No vendrá a pararme? No. Por lo visto no lo hará. Porque está apoyado sobre su coche de alta gama y mirando su móvil con una pierna cruzada sobre la otra.
Que le jodan. Quito mi pierna del suelo y acelero Pero entonces ocurre. La rueda trasera desliza y de pronto me veo tirada sobre el suelo y la moto obre mi. Joder. Intento empujar la moto con mis piernas y salir de debajo de ella, pero una de mis piernas está estancada entre la moto y el suelo.
Y es cuando la moto se levanta de sobre mi cuerpo y la figura de Salinas aparece delante de mi. Se agacha sobre mi y comienza a levantarme del suelo.
— Lo que pasa cuando no haces caso.
Mis nervios se encienden de golpe, y la fuerza que no tuve para levantar la moto, las puse en un puño y se lo dejé en la cara. Tan fuerte que hasta a mi me dolió la mano. Me preparo par defenderme de su respuesta, pero lo sorprendente es que él sólo gira la cara ante el impacto, se masajea un poco la mandíbula y vuelve a mirarme con toda la tranquilidad y calma del mundo.
— Capullo le has hecho algo a la moto— siento la adrenalina del momento volver a mi
No responde. Tira de mi cuerpo hacia el suyo y me carga entre sus brazos. Me quedo pretrificada ¿Es este el entrenador mandón de ayer?
ESTÁS LEYENDO
La chica de los guantes de boxeo
ActionSu piel es suave, aprieto su mandíbula entre mis dedos, deformando su boca. Pero una hilera de sangre roja ensucia su labio, bajando hasta su barbilla, donde quema mis dedos. Siento sus dientes apretarse, y un golpe en mi estómago me desestabiliza...