Safuan
¡Carajo! Había olvidado completamente que ella seguía aquí. Mientras que Aiko la lleva a descansar y le lleva algo para tomar y relajarse, yo pienso en qué le diré.
Es cuando escucho sus pasos acercarse al salón. Alejo mi taza de café humeante y espero paciente que venga. Se para en la puerta, cruza sus brazos, se apoya sobre el marco y cruza una pierna sobre la otra, mientras me mira con ciento enfado. Suspiro y me pongo en pie para acercarme a ella, sin saber muy bien qué hacer ni qué decir.
Ella no se mueve. Mis manos van a las suyas y deshago esa horrible pose, sin soltarla, me acerco un poco más.
— Ella...
— Duerme, tiene fiebre, creo que necesitará que la vea un doctor— me interrumpe mirando a otro lado.
Ahora seamos honestos con nosotros mismos. La he deseado por mucho tiempo, el maldito trato de abstinencia, era para asegurarme que nadie más la tocara, y el hacerla mía hace una horas me lo corroboró, el vela pelear por el poder de cambiar de posición, querer soltarse de mis manos, a veces cambiar el ritmo, y el que no suplicara, el que me mirara a los ojos con tanta tenacidad, me hizo desearla como un loco. La deseo, y no sólo físicamente. Recostarme sobre su pecho, escuchar su respiración, sus latidos, se sintió como el paraíso. Y quiero más. Así que dejo mi imaginación volar.
— Viniendo aquí, ayer de noche, la encontré tirada a un lado de la carretera, desnuda y congelada. Aún tenía pulso y quise ayudarla. La traje aquí, y la tapé con mantas para que entre en calor. Debe haber despertado y puesto una de mis camisas.
Ella sigue sin mirarme directamente. Así que giro su rostro hacia mi, para que me mire con sus hermosos ojos oscuros.
— No neguemos la atracción que hay entre nosotros. Te deseo, me deseas, entonces pasemos un buen rato.
Tiro de ella hacia mi y rodeo su cintura con mi brazo libre.
* * *
Dejo mi taza sobre la mesa y la suya justo en frente, preparo una de té para la chica del cuarto, mientras Aiko prepara las mochilas para ir a correr por los alrededores, y quizás comamos al aire libre.
Dejo los bizcochos entre nuestras tazas y voy a buscarla. Al salir la veo arrodillada en una de las esquinas del jardín, portando sólo uno de mis calzones y una camiseta mía que le quedaba por los muslos.
Hacía soniditos a algo entre sus manos.
— ¿Aiko?— ella se sobresalta y algo sale corriendo en dirección contraria a ella.
— Joder, no podías ser más inoportuno— se levanta, se limpia y camina hacia mi.
Va a pasarme de lado, pero la atrapo y dejo un beso sobre la cumisura de sus labios. Y no puede sorprenderme más la sonrisa tan sincera en su rostro.
Caminamos juntos al comedor para desayunar.
— Era un conejito— se sienta y yo me siento frente a ella.
— Uhm— la miro mientras come y los recuerdos de ayer vienen a mi cabeza, pero no tardo en deshacerlos, no queremos una erección en la mesa— ¿Le llevas el desayuno?
— Sigue dormida.
Asiento, termino de desayunar mientras reímos y charlamos sobre tonterías varias. Antes de ir a vestirnos para salir a hacer algo de ejercicio al aire libre.
* * *
Llegamos al pequeño lago donde vamos a sentarnos a comer. Hay un pequeño lugar para hacer barbacoa y queríamos hacer algo de comer, y si el agua está buena podemos bañarnos también. El que esté desierta incrementa el deseo de darse un baño mientras el calor y el sol ambientan la tarde.
Al buscar en mi mochila no encontré carne, así que creo que es tiempo de ir un poco de caza por los alrededores. Una liebre, conejo o hasta una tortuga podrían estar muy deliciosos en este ambiente.
Busco a Aiko para avisarla, pero sólo tengo tiempo a ver su hermosa figura sumergirse despacio en el agua clara, dejando a flote su corta melena llameante. Me cuesta creer que aún sigue aquí. Ayer peleamos mucho, hasta después de hacerlo y disfrutar de nuestros cuerpos juntos, ella se mantenía testaruda por volver a su casa.
Y no quiero dejarla ir. Primero su padre la busca, y al igual que me puso a mi a su guardia, podría poner a otro a mi guardia. Ese capullo es un traidor impredecible. Y segundo... No quiero dejarla ir, me siento diferente con ella, me trata diferente, y me gusta, pelear por y con ella me gusta.
Una liebre pasa corriendo por delante de mi. Así que me quedo quieto, y me pego a uno de los árboles. Las liebres son de vista monocromática, así que tomaré ventaja de ello.
Saco la navaja, la veo justo frente a mi, respirando agitadamente, y atenta a su alrededor. Hago un ruido, ella sale disparada y yo lanzo la navaja por delante de ella. Y la casualidad o el detino hizo que la navaja atravesara su ojo y la tire al suelo toda ensagrentada.
Me acerco con rapidez y lo cojo antes de que huya, saco la navaja de su ojo, levanto su cabeza y tiro de su cuello. Lo cojo de las orejas, e intento que no me manche con su sangre cuando escucho un ruido detrás de mi.
Me giro y es Aiko mirándome desde detrás de un árbol. Va en ropa interior y su pelo suelto y mojado formaba ondas a los lados de su cara. Su gestualidad de transforma en horror cuando ve el animal moribundo en mi mano y se acerca sigilosamente sin despegar la vista del animal.
— Dios— susurra con la voz quebrada— ¿Qué...? ¿Qué has hecho?
— No traje carne y pues...
— Es la de esta mañana...— las lágrimas deslizan por su rostro y mi corazón se aprieta.
Dejo la liebre sobre el suelo, al lado de la navaja, y me acerco a ella con la intención de abrazarla. Pero ella huye y me mira con los ojos fuera de sus órbitas.
— ¿Tenías... que... que....? ¿Matarlo? ¿Qué te hizo el pobre animal?— más lágrimas deslizan por su cara
— Aiko es sólo un animal
— Un animal con un corazón, sangre, una vida, crías... Y encima... ¿Clavarle la navaja en el ojo? ¿Safuan porqué cometes tal crimen? ¿Eres boxeador no criminal?
«Crímen»
— Aiko no exageres. Algo tendremos que comer.
— Algo que no sea ser vivo y con instinto por favor.— y camina de nuevo hacia el lago.
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Bueeeno, hasta aquí por ahora.Vuelvo a decir lo mismo de antes, debéis votar para tener el siguiente capítulo.
Un besazo y hasta otra.
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La chica de los guantes de boxeo
ActionSu piel es suave, aprieto su mandíbula entre mis dedos, deformando su boca. Pero una hilera de sangre roja ensucia su labio, bajando hasta su barbilla, donde quema mis dedos. Siento sus dientes apretarse, y un golpe en mi estómago me desestabiliza...