Capítulo 32

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Junaid

Mi madre, los familiares de mis suegros, las tías de Melek, todo el mundo está aquí. La pedida se hará en el salón, entre familiares, pero luego hay que anunciarlo a la prensa y los amigos de la familia que terminarán con nosotros la noche. 

En otras palabras, hoy habrá barullo 

La noche comienza cuando todo el mundo se mueve. Todos se visten y se arreglan, y los pasillos huelen a perfumes variados, una mezcla extraña de perfumes de hombres y mujeres. La mayoría de las puertas están cerradas. Bajo las escaleras anchas y varios destellos de los flashes de las cámaras detrás de la puerta. Tres hombres vestidos de negro custodiaban la puerta, otros cuarto estaban abajo de las escaleras, escuchando las órdenes del jefe de seguridad que su hijo había contratado para esa noche tan precada para él. Al otro lado del gran recibidor, en la puerta de la cocina, puedo ver varias jóvenes con el uniforme de sirvientas caminando de aquí para allá. Camino al salón donde nos encerraremos para la pedida, y no puedo estar más sorprendido. Ha cambiado el diseño al completo, algo que me sorprende porque esta mism mañana el diseño era muy distinto.

Se ha decidido por un diseño clásico, con muebles antiguos. Esto da al salón un aspecto más ordinario y con mayor espacio. Me sorprenden los altos techos, decorados con una bonita ornamenta tallada en la escayola colgante del techo.

— ¡Papá!— Safouane me interpela— Espero que estés bien— Respondo asintiendo con la cabeza.— Sé, se trata de mamá. No te preocupes por ella, sólo mantén la arpía rubia lejos de ella.

Asiento y él por su parte asiente de igual forma. Va a irse cuando una curiosidad pasa por mi mente.

— ¿Y la pelirroja?

— Se fue— agacha su mirada al suelo— No conoce toda la verdad.

— Si no se la cuentas no la sabrá— mi hijo asiente apenado, sin mirarme todavía— búscala y cuéntaselo

Ahora me mira y me sonríe. La quiere, lo puedo ver en sus ojos. La ama y su amor por ella es inocente y puro. Y él, después de todo debe moverse aunque ella no quiera estar con él. Al menos que sepa la verdad, y si su amor es correspondido, pues ella lo aceptará. Lo dejo ir para prepararse, y yo subo a mi cuarto, ya habrán preparado mi traje.

Al pasar por uno de los cuartos en el pasillo me quedo petrificado mirando el interior. No la decoración, ni la iluminación, sino una figura, una silueta bien tallada, enfundida en un vestido blanco hueso, con cristalcitos pequeños incrusados que embellecían aún más su silueta. Colocaba los últimos alfileres para sostener su turbante. Se percata de mi mirada, se hiergue, para alisar su vestido.

— ¿ Necesitas algo ?

Quiero entrar y enseñarle todo lo que necesito. La necesito a ella, necesito sus manos, sus labios, su piel, su cabello, su voz... Necesito todo de ella.

— No, sólo venía a invitarte a bajar conmigo.

Ella niega con la cabeza, y camina hacia la puerta con la intención de cerrarla.

— Baja tú, yo ya bajaré dentro de poco— me da una sonrisa de boca cerrada antes de cerrar la puerta a mis narices.

Retrocedo algunos pasos, mirando la puerta que acaba de cerrarse ante mi, y luego retomo mi marcha hacia abajo. Paso al lado de Sulayman que me avisa que la prensa está esperándo en el recibidor. Puede que me hagan preguntas, y puedo no responder, pero debo posar para una foto antes de entrar al salón.

— ¡Ah! ¡Perfecto! ¡Ahí está Ángel!— la voz de la arpía rubia me interpela desde una de las puertas.

Me giro y encuentro al padre de Lara, con las manos metidas en los bolsillos y a Miriam. Ella lleva su pelo rubio caído sobre los hombros en forma de rizos, un vestido negro escotado y apretado que apretaba su vientre de 8 meses cuando en realidad ella no pasa de los 5, combinado con unos tacones no muy altos.

La chica de los guantes de boxeoWhere stories live. Discover now