Capítulo 26

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Angel/Junaid

Voy abriendo los ojos por el dolor de cabeza que martilla en mi cráneo

No reconozco el lugar donde estoy. Me percato mejor de todo el orden y la buena distribución del cuarto en que me he quedado dormido.

Me incorporo poco a poco para alcanzar mi teléfono que estaba sobre una mesita de noche a un lado de la cama. Al encenderlo y ver la hora me doy cuenta que las reuniones previstas para hoy ya habrian pasado.

No recuerdo lo que hice ayer, ni de quién es lacas en la que estoy, hasta que la puerta se abre y aparece su figura en mi campo de visión portando una bandeja con un vaso y algunos platos y cubiertos.

Hace tiempo que no la veo y un nudo se forma en mi garganta. Esta toda arrugada, y me culpabilizo por no haberla cuidado. Me sonríe desde la puerta y camina hasta la cama. Se coloca a mi lado y deja la bandeja a un lado de la mesita.

— Mama

— Mi niño— y abre sus brazos para que pueda hundirme en su pecho.

Su aroma tan típico de ella me rodea, y su calor me da una sensación de seguridad.

— Mi pequeño, si no puedes ponerte de pie, yo seré tus piernas.— y acaricia mi espalda

— La he perdido...— mi voz se quiebra y las lágrimas que retenía bajan solas— Soy lo más despreciable sobre la faz de la tierra. He dejado a otra mujer embarazada, he destrozado mi familia, y casi la relacion de mi hijo. Que tipo de padre soy, que tipo de marido hace algo así a su familia.

— Eres un ser humano mi nino. Cometes errores como todo el mundo, solo hay que saber corregirlos y superarlos— me separa de ella y me sostiene de mis mejillas, limpiando mis lágrimas— Mi niño debes volver a tu trabajo, debes aceptar que esa mujer es un pájaro herido, pero que sigue su camino volando lejos de ti. No puedes dejar tu vida ir por una mujer.

Sus ojos me transmiten una fuerza indescriptible. Mi corazón en mi pecho revolotea y se infla.

Mi teléfono suena y nos separamos. Miro la mesita de noche, y delibero si cogerlo o no pero termino de decidirme cuando mi madre posa su mano sobre mi hombro. Es samuel y seguro me llamara por las reuniones que tenia hoy.

— Si— no le doy tiempo a responder— quiero un café preparado ya, y que los clientes se hospeden en la sala de encuentros— miro el reloj y me sorprende que sea ya la hora de comer— que les traigan la comida. 

Cuelgo miro a mi madre, dejo un beso en su frente, cojo su tostada me la llevo a la boca y le doy un enorme trago a su vasito de zumo que traía para mi.

Corro escaleras abajo y es cuando me sorprendo con lo mejor de cuando era aun joven, la adrenalina en su estado puro: Mi moto. 

La extrañé tanto. Me pongo el casco y hago como cuando joven, me lanzo sobre ella y me encorvo hacia delante. Pero mi cuerpo me recordó que no era yo tan joven y que debía cuidarme un poco mejor. Y pues finalmente me decido por tomar un coche como llevo haciendo desde hace años.  

* * *

Al fin. Termino firmando todas las peticiones, y tras varias reuniones con mis empleados, hemos llegado a ciertos acuerdos para llevar ciertos protocolos en marcha. Organizamos una pequeña cena con el rey para unos meses, y la construcción de otras sucursales de Salinas Entreprises en Latinoamérica. Hemos encontrado ciertos beneficios, sobretodo de algunos presidentes, para que al menos podamos eliminar la corrupción y garantizar una justicia menos injusta. 

He tenido que firmar algunos despidos, y algunos casos porque en mi ausencia se han aprovechado para o robar dinero, o aceptar sobornos. No puedo consentir que se haga así en una de las empresas de abogacía más grandes del mundo. 

Tocan la puerta e intuyo quién es. He quedado con Miriam para arreglar y aclararlo todo. No necesito ni que la prensa se entere, ni que a ella o a su hijo les falte algo. 

Al abrirse las puertas del despacho la misma rubia con la que tuve el mayor error de mi vida entra con unos tacones poco altos, con un traje negro y un bolso de marca. Se ha maquillado un poco, y su perfume se huele a kilometros. Me sonríe. 

Cuanto la odio. Le dije que quería que todo quedara entre nosotros hasta que se demuestre que el bebé era mío. Pero ella decidió hacer la idiotez más grande jamás vista, decidió romper mi familia, mi matrimonio ¿Porqué? Quería proteger a su hija ¿Cual hija? ¿La que va ha celebrar su boda con mi hijo?

Qué rabia y qué asco me da. No entiendo cómo pude sentir nostalgia por lo que tuvimos alguna vez, cómo pude tratar de ayudarla, y cuán ciego estaba como para acostarme y amarla como pude haber hecho en el pasado. 

Le doy la espalda y busco la botella de Champán tan cara que compré para dar a mis clientes. La abro y me sirvo una copa.

— Bebiendo alcohol. Tan poco fiel que no puedes siquiera abstenerte al alcohol— puro veneno sale de su boca. 

— No eres tú quien me va a dar lecciones de fidelidad. Haber sido fiel a tu hija en vez de tirarte a su suegro para alejarla de su novio— me giro hacia ella. No puedo aguantarme la rabia— o quizás viste que al fin podías tener una oportunidad conmigo... Siempre tan oportunista

Su gestualidad se relaja, alza una ceja y alza la cabeza con orgullo. Es que encima se hace la ofendida. Me muerdo el labio aguantando las ganas de estamparla contra la pared y le vuelvo a dar la vuelta, esta vez mirando los altos edificios de New York y el tráfico que hoy se ve bastante agitado. 

— No quiero que esto salga a la prensa. Sé que tu vientre comenzará a crecer, por eso necesito que dejes tu trabajo por toda la temporada de embarazo

— No. Imposible

— Lo harás— me giro a mirarla— y yo te daré tu mensualidad— ella mira a otro lado, sin decir nada— 10 mil dólares mensuales

Ella se pone en pie y coge su bolso, para irse supongo.

— Aún no termino de hablar— ella se queda de pie, esperando a que hable, sin mirarme— Si con mucha suerte tu hija te invita a su boda, no quiero ni un solo problema ¿Entendido?

— Sí señor— dice con ironía antes de pulsar el botón del ascensor. 

Me quedo mirando los altos edificios y el movimiento sin ruido de todos los coches y personas en las calles de Nueva York. Un enorme peso se deshace de encima de mis hombros. Me giro a mi despacho y saco de mi cajón la foto que miré tanta veces para darme fuerzas estando aquí en Nueva York, lejos de mi esposa, de mi Malak. Una foto suya con su barrigota trabajando en el jardín. Toda llena de tierra arrodillada sobre el suelo en el que colocaba nuevas plantas que ella misma había elegido, decorando el Jardín a su antojo. Su sonrisa, su piel, su aroma, sus ojos, su mirada, sus lunares... Todo en ella causa un vacío en mi pecho y sin poder aguantarme, lloro. 

Sí, lloro porque la perdí. Sé que nada volverá a ser lo mismo. Lloro por ser el mismo capullo que le prometió nunca romperle el corazón, y que acabó haciéndolo pedazos y pisoteándolo sin piedad. Lloro porque la extraño, porque quisiera mirarla, abrazarla, saborearla, hacerle el amor con tanta delicadeza, cosquillearla... Quisiera hacerle aquello que ella tanto ama, y que me vuelva a mirar con esa mirada tan llena de amor y de respeto con la que me miraba cuando salíamos juntos, cuando le hacía el amor, o siquiera cuando la tenía desnuda entre mis brazos y trazaba caricias sutiles e inocentes sobre su piel blanca manchada de lunares. 

«esa mujer es un pájaro herido, pero que sigue su camino volando lejos de ti»

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La chica de los guantes de boxeoWhere stories live. Discover now