Capítulo 31

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Junaid

Nada más llegar al hospital me dicen que es cansancio y que debe descansar. Pero ningún doctor se presenta como tal para explicarme la situación. Me he aprendido cada milímetro cuadrado de la sala de espera tanto que he caminado de aquí para allá. 

Y al fin me permiten entrar a verla, y no pierdo ni un segundo. Empujo la puerta de su cuarto y la veo de pie, terminando de ponerse el velo frente a un espejo. 

— ¿Y el doctor?

— Me acaba de dar el alta y se ha ido—dice mirándome a través del espejo. 

Asiento sin darle mucha importancia. Me acerco un poco más a ella y la miro mientras coloca su velo con distracción. Cómo me habría gustado verla sin velo, extraño su flequillo caído sobre su rostro. Sonrío ante aquel recuerdo.

— ¿Te sientes mejor?

— Sí, gracias— se gira, coge su bolso y comienza a buscar algo dentro de éste, saca las llaves de su coche y me esquiva para salir por la puerta. 

La sigo. 

— Tu coche no está, te llevo yo a la mansión— abre la puerta y me mira con sorpresa. Luego asiente aceptando mi propuesta. 

Alguien detrás de mí la interpela. Al girarme veo un hombre barbudo, joven, y con el delantal de doctor. Me tiende la mano y se la estrecho. 

— Quisiera hablar con la señorita barakat unos segundos si me lo permite. 

Ella asiente y camina con él hacia dentro, y yo me quedo plantado como un cactus esperándola a que termine de hablar no sé qué con no sé quién doctor que ni siquiera quiere hablar delante de mí sobre la salud de mi esposa. 

Minutos después ella sale sonriente y él detrás suya, le estrecha la mano. Se queda mirándola por unos segundos sonriente, pero al verme, elimina la sonrisa de su cara y camina de hacia mí. El hombre me estrecha la mano y me mira con una sonrisa, y qué ganas de ponerle la mano en la garganta y asfixiarlo hasta que.... 

— ¿vamos?— la voz de Melek me despierta de mis cavilaciones. 

Le doy una sonrisa forzada al doctor y me giro hacia la puerta. Melek Sube antes que yo en el coche, en el asiento del copiloto y se va poniendo el cinturón,  y yo me apresuro por subir a su lado. 

— ¿Todo bien? ¿Estás mejor?— le pregunto mientras vamos saliendo del parking

— Sí, sí. Todo bien— la miro por el rabillo del ojo y la veo escribiendo algo en su teléfono. 

Busco en mi cabeza algo para sacar una conversación. 

— Y em... ¿No vendrán tus tías o alguien de tu familia para la pedida?

— Sí, iré a recogerlos mañana si Dios quiere. 

No entiendo esta frialdad. Paramos frente a la casa y ella se baja nada más parar yo el coche. Ni siquiera esperó a que apagase el motor. 

No entiendo porqué no quiere decirme nada sobre su estado de salud. Nadie quiere hablarme nada, y esto tengo que adivinarlo. Voy a arrancar de vuelta hacia el hospital, cuando Sulayman sale de casa y me hace una seña con la mano. 

Paro extrañado y él camina hacia mí, se agacha sobre mi ventanilla y me sonríe.

— ¿Entras y tomamos algo todos juntos? Safuan acaba de llegar.

Voy a aceptar su propuesta cuando veo el coche de Melek esperar a que la puerta se abra. Necesito saber a dónde va.

— No, no. Luego cenamos juntos. 

Y arranco detrás de ella ¿Para qué tanto secreto? 

Pero nada más llegar a la carretera principal, la pierdo entre tantos coches. Doy algunas vueltas más por los alrededores con la esperanza de encontrarla, sin resultado alguno, como si se hubiera evaporado. 

Me dirijo al hospital donde la llevamos de urgencias y busco al doctor con el que habló. Llego a recordar su apellido de la etiqueta que llevaba sobre el delantal, y pregunto por él en recepción. Me dicen dónde se encuentra y corro hasta su despacho. 

Sin tocar abro la puerta. 

Él me mira desde su asiento detrás del ordenador, no muy sorprendido. 

— Señor Salinas...

— Deme el informe médico de mi esposa, quiero leerlo— me acerco hasta su despacho. 

— Lo siento señor, su esposa pidió discreción, y yo cumplo con el secreto médico— se pone en pie y pone sus manos en sus bolsillos, mientras una sonrisa radiante aparece en su rostro. 

Estoy harto de todo esto, necesito que me procuren la el informe médico de Melek.

— Sabes bien que con una llamada puedo hacerte perder este trabajo, y con otra puedo llevarte a la cárcel. Y con un simple mensaje puedo conseguir la información que quiero.

— Pues entonces envíe ese mensaje, y no se haga de esperar señor Salinas. Soy fiel a mi trabajo y no son un par de amenazas las que me corromperán— se acerca un poco más a mi— y algo más, el informe médico de su esposa no soy yo quién lo tiene. Su doctor es quién tiene la información que busca. 

— Tú sabes qué tiene

— Y ella también— suspira— mire en todo esto yo sólo la atendí en urgencias, lo demás es su doctor el que se ocupa. Hable con él, seguro tendrá lo que usted busca. 

Miro a mi alrededor y me siento sobre la silla cruzando mis piernas. Necesito esa información y si no me la da, no me iré de aquí. 

— Y ¿Quién es su doctor?

— Eso tampoco se lo puedo decir

— Entonces no me muevo de aquí. 

Él ríe y mira a otro lado. 

— Como usted quiera Señor, que usted pase una buena tarde— y sale cerrando la puerta detrás de él. 

Segundos después camino sigilosamente hacia su despacho y miro los informes médicos. Para mi suerte están ordenados por fecha y hora. Busco la hora en la que estuvo hospitalizada Melek pero no la encuentro. Hay muchos pacientes que entraron a esa hora, así que busco una y otra vez, sin resultado alguno. 

¿Qué es eso que no quiere enseñarme?

Mi teléfono vibra en mi bolsillo, lo cojo y leo el mensaje de Sulayman:

«Padre, la pedida será esta noche, estamos todos aquí espero que llegues a tiempo para prepararte y bajar con mamá a darle la bienvenida a los invitados»

Dios me ayude con esta pedida.

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Y aquí tienen otro capítulo. En hora buena a los que han tenido el Bac, los que han terminado el Brevet, y los que han sacado una buena nota en Selectividad. Y los que no, seguro hay otro plan B. Nunca os desesperéis, la vida no es una nota o un exámen. Un besazo.


La chica de los guantes de boxeoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora