Capítulo 35

402 38 5
                                    

Safuan

Siento mi cabeza demasiado pesada, mis pies y piernas duelen, como si mis ligamentos estuvieran a punto de romperse. Mis ojos están vendados, puedo sentirlo, estoy atado de pies a cabeza. Escucho sonidos de agua correr. 

— ¡Sacadme de aquí!

Hay un silencio en el que escucho mi voz en eco, debo estar en un lugar muy ámplio.

— ¿Safuan?— una voz suave, algo lejana a mí, rota, deteriorada.

— ¡Aiko!— intento girarme hacia su voz pero no puedo— ¿Estás bien?

— No Safuan, me quitaron a mi hija, me quitaron a Mei— escucho cómo solloza

— Aiko, Aiko— la llamo— con qué estás atada

— No sé, creo que es... parece una soga... No veo nada Safuan

Escuchamos unos aplausos y los dos retenemos el aliento.

— ¡Oy! ¡Qué monos!— es él, es Yan— Intentando ayudarse, que bonitos 

Nos quedamos en silencio intentando escuchar algo más de lo que está pasando, o quién más está aquí.

— ¡Maldito capullo!— la voz de Aiko me sobresalta— ¡Déjame en paz enfermo! ¡Devuélveme a mi ...— y entonces su voz se ve apagada en un golpe. 

— ¡No!— reacciono al instante— ¡No le pegues maldito...!— un dolor punzante en el estómago me calla y me hace sangrar de la boca. 

Pero en vez de sentir la sangre bajar por mi mentón, ésta bajó por mi frente. Ahora lo entiendo todo, estoy colgado bocabajo. 

Intento defenderme de otro golpe, pero estoy completamente atado de manos y pies. Mi cuerpo de balancea en la cuerda ante los golpes.  Hasta que escuchamos unos llantos. 

Mi hija, es Mei, mi hija. 

— Malditos, despertaron a mi nieta— y camina lejos. Escucho un sollozo bajo, supongo de Aiko, mientras él calma a la niña y se mueve con ella. — Nunca habría imaginado una traición de mi propio cobrador, el hombre que yo mismo creé. 

— No te traicioné Yan— intento decir, pero suena en un balbuceo indistinguible, ante el cual Yan se carcajea

— Hijo de la gran puta, yo mismo creé a Trueno, yo le di poder, yo le di fuerza. Nunca habrías llegado a nada sin mí ¿Y ahora te quieres hacer con el negocio?— escucho cómo camina hacia mí, y toma mi mandíbula con fuerza, hasta sacar de mí un quejido— Y ahora habla marica, dime dónde están las reservas y quién son tus nuevos contactos. 

— No tengo reservas... ni contactos...— otro golpe me desestabiliza

— ¡No! ¡Por favor! ¡Yan por favor!— escucho a Aiko gritar

— ¡Tú cállate maldita perra! ¡Sólo eres una Puta desgraciada que se abre de piernas al más macho! ¿¡Sabes?! ¡Putas como tu me sirven de carne de cañón pedazo de zorra! — me suelta y camina hacia ella— ¡Todo esto podría haber sido tuyo si hubieras trabajado como es debido! ¡Habrías sido la mujer más rica del mundo si sólo hubieras seguido mis instrucciones! ¡Pero a cambio me cambiaste por ésto!— y recibo otro golpe. Intento no reaccionar, hacerme el muerto, y vuelvo a recibir otro golpe— ¡Ahora dime quién son tus contactos maldito!

No digo ni hago nada. Me mueve, me agita y termina por quitarme el vendaje de los ojos. Intento no reaccionar al impacto de la luz, por lo que aún con los ojos cerrados, subo los ojos arriba para protegerlos de la poca luz que hay. 

— Ha perdido la consciencia el puto cobarde— y escucho cómo se aleja— Vamos pequeña, ven con el abuelito

Y una puerta metálica cruje al fondo. Y abro los ojos. Y quisiera no haberlos abierto nunca. El primer cuerpo que veo es el de Aiko, colgado del techo, atado, amordazado, golpeado. Los demás cuerpos no los reconozco, pero entre una decena y una veintena colgaba en filas, en una rara especie de matadero de animales. Algunos cuerpos están desnudos, otros portaban sus ropas rasgadas y sucias, otros no portaban ni sus propias pieles. Despellejados, como animales a punto de meterlos al horno. Trago el nudo de mi garganta e intento girar la cabeza hacia el otro lado con la esperanza de ver alguna salida. 

Hay una puerta al fondo, metálica y corrediza. Hay dos ventanas a su lado, pero están cerradas con unas tablas de madera que apenas dejaban pasar algunos rayos de sol. 

— Aiko— susurro— Aiko— Ella pone atención— Soy Safuan— miro sus manos, están atadas con una cuerda, y si la alcanzo, llegaré a desatarla— balancéate hacia mí

— ¿Qué dices?

— Sé que esto parece una locura, pero no tengo otra idea. Balancéate, intentaré cogerte con las manos— entonces caigo en la cuenta de que ella tampoco ve— Okay, Aiko estás colgando bocabajo, y tus manos están atadas con una cuerda, si llegas a balancearte y llegar hasta mí, podré quitarte las cuerdas. 

— Okay, yo me balanceo y tú me dices en qué sentido debo ir

Intento hacer el esfuerzo de girarme para poder poner mis manos en su dirección y de esta forma poder agarrala. Memorizo el nudo y me muevo para girarme. Ella consigue balancearse creando un chirrido, hasta chocar con mi espalda. Choca una vez, choca una segunda, intento agarrarla pero mis manos están muy alejadas de ella. Choca una tercera vez.

— Vamos, vamos

— Lo estoy intentando

Choca una quinta vez y consigo sostenerla de su camiseta. Escalo hasta sus manos, heladas, y alcanzo la soga.

— ¡Oh dios! — susurra con cierta motivación

Intento tirar de la soga, abrirla, pero por mucho que tiro y tiro no recuerdo el nudo. Y es cuando un ruido llama nuestra atención, proveniente de la puerta. Suelto a Aiko y cierro los ojos. 

— ¡Qué coño estás haciendo!— escucho una voz masculina desconocida para mí decir desde la puerta— Me ausento para mear y ya estas haciendo gilipolleces

— Yo... ¡Yo sólo quería ver si mi novio sigue vivo!

Recibo un golpe en mi costado pero me lo aguanto

— Este mierdas está muerto de seguro

— ¡No! ¡Por favor déjame verlo! ¡Quítame esto de los ojos!

Escucho un golpe y Aiko solloza

— ¡Cállate! ¡Que no te escuche hablar!— le grita a todo pulmón— no quieres que te amenace, no quieres saber lo que haré ¡Entonces cállate!

«Allah ayúdame con esta metida de pata»

***************************************************************************************

Bueno, aquí les viene otro capítulo. Un besazo. Ah y pásense a leer "La tercera Sultana" ¡Hasta otra!

La chica de los guantes de boxeoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora