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»Iker«

Habíamos ganado el partido. Los del colegio General Santos nos lo pusieron difícil, pero afortunadamente fui capaz de atajar lo que pudieron ser goles geniales. Y Álvaro, como no podía ser de otra manera, había anotado el gol ganador. Estaba yendo a los vestidores cuando los vi, él la tenía en sus brazos, elevada del piso y ella se aferraba a su cuello como si no quisiera alejarse jamás.

Cuando pasé a su lado solo fui capaz de sonreír, yo sabía que eran mejores amigos, yo sabía que uno era indispensable en la vida del otro, había sido de esa manera desde séptimo grado y ahora, cinco años después, esa relación solo se había intensificado.

Berenice era la chica más guapa de todo el instituto. Lo era para mí. Tenía el cabello rizado por la mitad de la espalda, su color natural era marrón, pero ella tenía unas californianas rubias, recuerdo que fue ella quien me dijo que así se llamaba. Su piel era blanca y lucía suave, olía siempre a durazno, eso tenía sentido porque a menudo usaba gel desinfectante con ese aroma, así que no me sorprendería que su shampoo oliera igual, lo que era muy probable, porque su cabello siempre olía así.

Cuando estaba por entrar a los vestidores una muchacha se acercó a hablarme, me dijo que su nombre era Lourdes, me invitó a una fiesta que iba a dar antes de que iniciaran los primeros exámenes parciales, ni siquiera éramos del mismo colegio, es más, ella era del General Santos, le dije que no estaba seguro y ella respondió que podía llevar a quien yo quisiera. Pensé en Berenice, así que volteé a verla por un momento. Ella ya no estaba en los brazos de Álvaro y cuando me pareció que nuestras miradas se encontraron, yo la aparté enseguida. Creo que no lo notó. Le dije a Lourdes que lo iba a pensar y sin avisarme, sin darme indicios siquiera, me plantó un beso en la mejilla. No solía ser maleducado con las personas y cuando las chicas hacían ese tipo de cosas yo no sabía muy bien cómo reaccionar. No era un galán, esa era la verdad. Mis amigos decían que las chicas me miraban todo el tiempo pero yo era bastante torpe, era capaz de no enterarme nunca, así que cuando ella hizo eso yo solo le di una sonrisa fugaz y entré al vestidor lo más rápido que pude.

Una vez dentro conversé con otros compañeros, todos estábamos eufóricos. Ganar ese partido significaba demasiado, era la oportunidad de participar en el intercolegial y para los de último año como nosotros, ganar el intercolegial significaba obtener becas para la universidad. Álvaro entró unos minutos después conversando con Omar, cuando pasó a mi lado y me dio unas palmadas en la espalda pude percibir el aroma de Bere; durazno. Por supuesto, ellos estaban abrazados todo el tiempo, claro que olería a ella.

—¿Puedo ir contigo? —Le pregunté cuando nos estábamos cambiando de ropa, íbamos a ir a la pizzería de la familia de Liam, otro compañero del equipo—. Mi auto está en el taller.

—Claro —respondió poniéndose una remera—. Puedo pasar por ti mañana también si quieres.

Sabía que él buscaba a Bere todas las mañanas, lo hacía desde que tenía licencia, así que, que me pasara a buscar a mí, significaba que ella estaría ahí. Acepté de inmediato, algunas veces pensaba que él sabía de mis sentimientos por ella, pero nunca lo mencionó y yo no quería compartírselo, de hecho, no se lo había dicho a nadie. Todos los chicos del equipo eran amigos de Bere, no quería que a alguno se le escapara esa información, no quería que Berenice creyera que no era capaz de decírselo yo mismo. Que vamos a ver, muy capaz no era, pero que lo supiera por alguien más sería la peor manera.

Salí del vestidor y la vi allí parada esperando a Álvaro. Más de una vez fantaseé con la idea de que me estuviera esperando a mí, que corriera hasta mí después de un juego, que me dejara elevarla o que me permitiera estrujarla entre mis brazos. Pero no era así, ella estaba allí por Álvaro, había sido él desde que se conocieron y querer ponerme a su altura era una idea ridícula, si ella tuviera que escoger, lo escogería sin parpadear, sin pensarlo dos veces, sin considerar siquiera la posibilidad de elegirme a mí. Pasé a su lado y aunque quise detenerme a conversar con ella no lo hice, solo fui capaz de saludar.

Tan inevitable como quererteWhere stories live. Discover now