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»Berenice«

Estaba boca arriba con las manos sobre el vientre, las piernas fuera de la sábana y el cabello mojado. Miré por la ventana, la luna estaba enorme y el viento era frio, más que de costumbre. Me acurruqué debajo de la sábana como queriéndome hacer más pequeña y comprobé la hora en mi celular, había pasado una hora y media desde la última vez que había mirado.

Parpadeé muy fuerte un par de veces más, había hecho eso la última media hora porque quería confirmar que no se trataba de ningún sueño. Sí había pasado, Iker y yo sí nos habíamos besado en el borde de mi cama. Había esperado ese momento desde que los niños dejaron de darme asco, de hecho, los niños dejaron de darme asco gracias a Iker. Recordé cómo se sentían sus labios sobre los míos y nuestras respiraciones mezclándose, pero sobre todo recordé cómo me sentí durante ese momento.

Me sentí excepcionalmente bien. Y me refiero al excepcionalmente bien que significa ciento cincuenta niveles arriba de maravillosamente bien. La imaginación nunca me hubiera alcanzado para reproducir ese momento en mi cabeza antes de que pasara, y ahora que había pasado, la memoria no me iba a dejar jamás olvidarlo, estaba segura de eso

Se sintió como un primer beso, uno de verdad.

Optamos por ver una película para relajarnos un poco, porque si bien era un hecho comprobable que el entusiasmo era mutuo, necesitábamos un respiro, necesitábamos ir por partes y no enloquecer en el camino. La película no fue de gran ayuda, de hecho, ni siquiera logré comprender la trama principal, no le quise preguntar porque no quería que notase que en realidad estaba volada, perdida de una manera tan estúpida que provocaba risa.

Pero así era.

La cantidad de grititos ahogados que solté en el audio cuando se lo conté a Álvaro eran incontables y por su respuesta, me quedaba por decir que él parecía estar tan emocionado como yo. Fue la primera vez que besaba a un chico después de mucho tiempo, cuando lo mío con Kevin acabó, no me interesé en salir con nadie más porque no me gustaba nadie más que mi amigo, así que la idea de besar a alguien estaba algo borrosa en mi memoria, hasta lo ocurrido.

Fue la primera vez, en mucho tiempo, que ni siquiera logré dormir una hora completa, y lo más sorprendente del caso era que no quería dormir. Tenía una bomba de adrenalina que alimentaba todo mi cuerpo y no me permitía sentir cansancio, pero de pronto, cuando me estaba alisando el cabello con la planchita frente al espejo que estaba empañado en los bordes, el pánico se apoderó de mí. ¿Cómo iba a saludarlo en el colegio? ¿Tenía que pasarle la mano? ¿Nos íbamos a dar un beso? ¿Un beso en la mejilla era suficiente? ¿Por qué no una sonrisa y ya?

Tardé mucho en alistarme, quería dilatar el momento todo lo que fuera posible, pero Álvaro ya me había llamado dos veces diciendo que estaba afuera esperándome. Incluso papá tuvo que subir a mi cuarto con un aire de preocupación para ver si me había despertado. Larissa asomó la cabeza mientras papá me tocaba la frente insistiendo en que me veía colorada y posiblemente tenía temperatura.

—¿Te pasó algo? —Preguntó, para mi sorpresa, con interés.

—Creo que no iré al colegio —dije dejando mi mochila a un lado y acostándome en la cama que había arreglado solo para perder más tiempo—. No me siento bien.

—¿Tú faltarás a clases? —Cuestionó—. Debes sentirte fatal.

—Quédate y descansa, llamaré al colegio diciendo que estás enferma —apoyó papá.

Tan inevitable como quererteWhere stories live. Discover now