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»Berenice«

El lunes por la mañana, cuando llegamos al colegio, Santino estaba sentado en su pupitre con la cabeza escondida entre sus brazos, supuse que no me vio entrar, pero me pareció de mala educación no saludarlo, así que me senté a su lado y eso lo hizo levantar la cabeza de inmediato.

—Vaya, buenos días —dijo sonriente—. Luces como si nunca hubieras estado enferma, muy enferma, tan enferma que necesitabas suero y una cirugía de emergencia.

Asentí con la cabeza sintiéndome una completa estúpida. Había olvidado esa mentira, porque yo era pésima mintiendo, ni siquiera recordaba mis propias mentiras. Hubiera llevado un tapaboca como mínimo, para disimular.

—Lo siento, Santino. Ocurrió algo con mi hermana y no pude salir de mi casa.

—O sea que me mentiste —asentí ligeramente—, e hiciste que Álvaro mintiera por ti —volví a asentir—. Escucha Bere, si no quieres ser mi amiga, lo entiendo.

Iba a responderle, seguramente alguna estupidez, pero iba a responderle, cuando Iker entró al salón riendo con Larissa. Ella se colgaba de su hombro mientras él gesticulaba de manera exagerada con las manos. ¿Llegaron juntos? Probablemente, las últimas semanas no existía quien pudiera separarlos y lejos de molestarme o incomodarme, me parecía bueno. Larissa era agradable cuando estaba con Iker, sus bromas no denigraban ni ofendían, sus trabajos los entregaba a fecha y en orden, sus exposiciones en la clase ya no eran motivo de chiste y me encanta su nueva forma de vestir, no porque fuera más discreta, sino porque lucía más fresca y más sana, como si ya no desayunara una lata de cerveza para venir al colegio.

—¡Buenos días, Bere! —Exclamó sentándose en su lugar—. ¿Cómo estás?

—Bien, Larissa —sonreí poniéndome de pie—. ¿Y tú?

—Genial, lista para esa exposición que no me ha dejado dormir en noches.

Larissa y otro par de compañeros debían exponer en la clase de laboratorio. Como dije antes, ella había cambiado, sus exposiciones ya no duraban cinco minutos y no te apuñalaba con la mirada si decidías hacerle una pregunta. ¡Maldita sea, Larissa sí podía conseguir una beca! O al menos no todo estaba perdido como al inicio de clases.

—Buenos días —saludó Iker muy cerca de mí, me dio un beso en la mejilla y yo sonreí como idiota, estaba segura—. ¿En serio estás bien?

—Estoy muy bien —respondí ocupando mi lugar.

La clase de matemática pasó muy rápido, Larissa se nos unió para hacer los ejercicios y todos actuamos con naturalidad, más por Iker para ser sinceros, el punto es que todos pusimos de nuestra parte y ella también, así que no hubieron peleas, ni insultos, ni miradas de odio. ¡Estábamos madurando!

La hora de laboratorio empezó y Larissa fue la primera en pasar a exponer, aunque quise prestar atención, no pude. Iker estaba sentado a mi lado, porque Álvaro decidió sentarse atrás para poder mandarle mensajes a Sora. En cierto punto de la exposición, no tengo idea de cuál, Iker sujetó mi mano con la suya y jugueteó con nuestros dedos, yo se lo permití, por supuesto. Sentí la mirada de Santino sobre nosotros varias veces pero siempre que yo intentaba devolvérsela, él la apartaba.

Así que lo dejé pasar. No iba a desaprovechar ese pequeño tiempo dorado con la mano de Iker y como si se tratara de un chiste, la clase acabó más rápido que nunca. Lo bueno era que teníamos informática, una clase en la que el profesor nos dejaba hacer lo que queríamos con las computadoras, solo las páginas porno y las redes sociales estaban prohibidas, así que los chicos y yo buscamos algún juego en línea, uno que no fuera tan estúpido. No tuvimos tanta suerte en ese aspecto, pero Iker se mantuvo a mi lado todo el tiempo, algunas veces me rodeaba con el brazo, otras veces me observaba mientras yo intentaba recolectar los caramelos que caían del cielo mientras Liam y Omar me gritaban »derecha, izquierda, derecha, izquierda« una y otra vez.

Tan inevitable como quererteWhere stories live. Discover now