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»Berenice«

Las últimas tardes y noches de estudio con mis amigos sin duda fueron las más intensas que alguna vez habíamos vivido todos juntos. No teníamos tiempo para actividades de ocio, si no estábamos estudiando, ellos estaban entrenando y yo, tratando de aliviar mi relación con Kara, lo que era una tarea pesada de por sí. Y ella no la facilitaba en absoluto, me respondía todo lo mal que su ser podía, había desbloqueado un nuevo modelo de mala mirada dirigido exclusivamente a mí. No le dirigía la palabra a Hillary, lo que en cierto punto era mejor, porque las escasas veces que sí le habló, sus palabras no fueron las más amables.

Y lo peor llegó cuando supo que estaba embarazada.

Kara en verdad lucía furiosa, no se contuvo en cuanto a los insultos, de hecho, eran insultos que jamás pensé que se podían decir a alguien. Papá tuvo que gritarle, castigarle y posteriormente amenazarle con golpearla para que se tranquilizara, finalmente, luego de dos horas de ira desatada, Kara cedió.

Mamá quiso venir a verla, pero papá no se lo permitió, de hecho, mamá no llegó a atravesar la entrada del barrio cerrado porque los guardias le dijeron que tenían órdenes específicas y muy claras de no dejarla pasar.

Yo llevaba más de dos semanas sin ver a mamá, sin escuchar su voz, y en un punto muy doloroso, aquello era reconfortante. No la extrañaba, no la echaba de menos y no lloraba acurrucada en mi cama por desear verla como hacía mi hermana. O Larissa. No éramos amigas, pero una vez fui a su habitación de noche porque quería saber cómo se encontraba, ese día había tenido una pelea con sus abuelos porque ella se negaba a irse con ellos, pensé que me diría que me fuera cuando golpeé la puerta, pero abrió casi de inmediato y me invitó a pasar, amanecimos hablando, ella abrazada a una almohada y yo mirando el techo de su cuarto, que era como el mío, cielo raso de escayola. Conversamos sobre muchas cosas; temas como mi mamá y su enfermiza relación con Kara, sus padres y su abandono sin previo aviso, Hillary, mi padre y su hijo en camino, su situación en la escuela, mi relación con Iker, su relación con Jason y un montón de temas más que en mi maldita existencia pensé analizar con ella a mi lado y una botella de soda que bebíamos como si fueran shots de tequila, y era gracioso porque yo nunca había probado el tequila y porque ella no era mi amiga...

Las semanas de exámenes llegaron y nos dejamos consumir por ellas. Una a una fuimos eliminando materias y aunque mis amigos no estaban tan seguros de haber pasado algunas, yo confiaba en que sí, habíamos estudiado demasiado, tanto esfuerzo debía dar su fruto.

El día de la entrega de boletines llegó. El instituto estaba hasta el tope de lleno con padres, madres, maestros debatiendo por qué su hijo o hija tenía la calificación que tenía. Las entregas siempre se hacían desde las cinco de la tarde hasta las diez de la noche, porque esa era la hora en que los padres que trabajaban podían pasar a retirarlas.

Cada aula se ambientaba para que los padres, junto con sus hijos condenados pudieran retirarlas y de ese modo mantener un orden. Papá y yo estábamos en medio de los padres de Álvaro y los padres de Iker, mientras esperábamos nuestro turno ellos conversaban sobre las demás actividades que estaban programadas para los de último año.

—Creo que no pasé Plan de negocios —nos dijo Álvaro mirando de reojo a su papá.

—Todos pasan plan de negocios —contradijo Iker quitándole importancia para intentar tranquilizarlo.

—Además estudiaste mucho, no te preocupes —animé colocándole una mano sobre su hombros.

—Habla la chica de diez —comentó rodando los ojos.

Tan inevitable como quererteWhere stories live. Discover now