»38«

81 8 5
                                    

»Iker«

Cuando llevé de regreso a Berenice y a Larissa, la segunda fue lo suficientemente amable como bajarse del auto inmediatamente me detuve y se marchó sin ninguna despedida extensa, dejándome solo con Bere. Ella me invitó a pasar, miré la hora en mi reloj y vi que faltaban diez minutos para las dos de la mañana. La noche se nos había ido, de todos modos accedí.

Ella ya tenía su propio manojo de llaves, así que no necesitamos pedir que nos abrieran la puerta. Entramos casi en puntas de pie, ella encendió las luces del recibidor para ver si había alguien, cuando confirmamos que no, las apagó enseguida. Pensamos en quedarnos en la sala, pero al final fuimos a su habitación. La única vez que había estado en la habitación de Bere a ésta hora, fue cuando ocurrió aquella situación con su hermana, las luces de los pasillos estaban encendidas y todas las puertas cerradas, la de Larissa incluida. Berenice entró primero y yo la seguí, debatí en mis adentros si debía dejar la puerta abierta o no, una opción era preguntarle, pero había ido al baño, así que me quedé allí, en el umbral de la puerta, sosteniendo el picaporte pensando qué era lo más apropiado.

Cuando la puerta del baño se abrió, entonces cerré la de la habitación.

-¿Quieres ir al baño? -Preguntó sujetando su cabello en una cola de caballo más floja.

-No, estoy bien -respondí, las manos me empezaban a sudar y aunque sabía que hacía veintidós grados, yo me estaba asando, así que me quité la chaqueta y la acomodé en el respaldo de su silla de escritorio-. ¿Tu papá no...?

-Está dormido -se apresuró a responder, se quitó el zapato que traía y se puso unas pantuflas, entonces volteó a verme.

-No, no te detengas, sigue por favor -ella no tardó en rodarme los ojos-. ¿Cómo estás?

-Cansada, honestamente -reconoció acercándose a mí-. ¿Y tú?

-¿Cómo estoy ahora? Ahora mismo muy bien.

-No hemos tenido tiempo de hablar estas últimas semanas.

-Pero los exámenes ya acabaron así que...

-Las olimpiadas empezarán pronto. Tendrás que entrenar y...

-Y tendré tiempo para ti, antes o después, siempre tendré tiempo.

Tomó mi mano y fuimos hasta la cama, ella se acostó primero y yo tarde varios segundos en entender que ella pretendía que me acostara a su lado. Lo hice, entre sí y no, no porque no quisiera, porque claro que quería, sino porque no sabía por dónde íbamos. Nuestros cuerpos no se tocaban, estaban muy cerca, pero no se tocaban. El silencio se rompía con el sonido de nuestras respiraciones, no sabía si era un buen momento para hablar, así que decidí no hacerlo, porque tampoco sabía qué decir en realidad.

Los segundos pasaron convirtiéndose en minutos y estos en una hora.

Una hora de completo silencio.

Una hora en el que no me sentí incómodo ni por un segundo.

-¿Tienes miedo? -Preguntó para mi sorpresa.

-¡De qué?

-De la universidad.

-Un poco -reconocí-. No he pensado en ello últimamente, lo que es ridículo ya que estamos a un paso.

Tan inevitable como quererteWhere stories live. Discover now