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»Iker«

—Vaya, pensé que no estabas aquí —salí por la puerta principal y cuando iba a llegar al auto, su voz me detuvo por completo, miré a Kevin que estaba recostado por uno de los pilares, tenía los brazos cruzados y lentes de sol, se veía ridículo—. Te busqué y...

—Sabías que estaba en su habitación —dije mirándolo, él se quitó los lentes y asintió—. ¿No te cansas? ¿No te aburres se entremeterte?

—¿Entrometerme? —Se burló—. Yo solo hice una invitación, estaba en ella aceptarla o rechazarla, y la aceptó —dijo—, la aceptó contigo presente, escondido, pero presente.

—¿Qué es lo que intentas probar? —Pregunté curioso—. ¿Qué pueden regresar?

—Intento probar que, ella puede estar perdidamente enamorada de ti, pero seguirá saliendo conmigo, y es algo con lo que tendrás que vivir. Y si no puedes hacerlo, entonces hazte a un lado.

—No haré esto —dije yendo al auto de nuevo—. No me comportaré como un imbécil. No me comportaré como tú. Si Berenice quiere estar contigo, que lo esté, si quiere estar conmigo, que lo esté. Pero no seré yo quien la haga escoger.

—¿Y solo te irás? —Preguntó acercándose—. ¿No te parece una forma de condicionarla?

—Escucha, Kevin —abrí la puerta del conductor sin quitarle los ojos de encima—. Ella puede hacer lo que se le dé la gana, conmigo o sin mí. Y no serás tú quien la limite, o la condicione. Salgan, diviértanse, sueña con que ella podría regresar contigo, porque al final de cada salida, al final de cada carcajada, tú recordarás que ella me sigue queriendo a mí, que estaba enamorada de mí incluso cuando estuvo contigo —su gesto ya no era tan egocéntrico como al principio—. Me voy porque sé que tú no lo harás. No tengo nada que probarte a ti, ni a ella. Así que pasen todo el tiempo que quieran juntos, que para mí no eres una amenaza.

Encendí el motor y aunque ganas de arrollarlo no me faltaron, me contuve. Maniobré y salí de allí, sin despedirme de mis amigos, de Hillary, de su padre, ni siquiera me despedí de ella. Cuando estuve a unas cuadras de casa, sin esperarlo, golpeé el volante con tanta fuerza que predije un morado. Me estacioné frente a casa y me quedé dentro del auto, con las ventanillas arriba y el pulso acelerado. Y quise llorar, porque yo sabía que todo lo que le dije a Kevin era una absurda mentira. Berenice podía despertar un día y descubrir que quería estar con Kevin, podía darse cuenta que él era mucho mejor que yo, en innumerables aspectos seguramente, y decir que la tenía asegurada era igual de ridículo que decir que él no era una amenaza, porque lo era, cualquiera que pudiera sentir algo por ella era una amenaza, porque los sentimientos eran así, ella podía cambiar de parecer sobre nosotros, ella podía querer experimentar con otras personas y yo no iba a poder hacer algo para evitarlo, y si acaso pudiera evitarlo, no lo haría. ¿Por qué quién mierda era yo para asegurar tal cosa?

»Iker, ven, por favor«

»Lo siento, no sé porqué acepté la cena con Kevin, solo quería quitármelo de encima«

»Iker lo digo en serio, por favor, háblame«

No contesté ni uno de sus mensajes durante la tarde. Ni siquiera los de mis amigos, muchos menos los de Larissa, y eso que ella me llamó unas ocho veces. Sobre las ocho y media de la noche alguien golpeó mi puerta, yo estaba acostado en la cama lanzando y atrapando un balón, una y otra vez. La persona ni siquiera esperó a que yo diera permiso de pasar, papá entró a mi cuarto con una sonrisa de oreja a oreja, estaba vestido con traje, solo que la corbata ya estaba floja y no traía zapatos.

Tan inevitable como quererteWhere stories live. Discover now