»47«

64 8 7
                                    

»Berenice«

Faltaban solo unos días para el cumpleaños de Iker, de hecho, su cumpleaños era unos días antes que el mío. No sabía muy bien qué regalarle, algo que nunca me había pasado porque yo siempre sabía qué quería, o qué le gustaba o qué figura de acción de faltaba, pero eso último estaba fuera de mi presupuesto, a menos que le pidiera el dinero a papá, lo qué me daría sin titubear porque sentía que me debía algo, y de hecho sí, solo que no se trataba de dinero.

Larissa y yo estábamos viendo decoraciones para el baby shower, cada vez faltaba menos y Hillary estaba que no podía de los nervios. Entraba y salía de la habitación del bebé cada día, acomodando y reacomodando, imaginado una y otra vez los montones de escenarios. Si la cuna daba a la ventana, que si el cambiador estaba pegado a la cuna o en un sitio aparte, que si una mecedora o un sillón. Era una locura, y aunque eso sirvió para distraerme, no podía olvidar lo que pasó con Iker. Habíamos tenido relaciones, algo que me parecía tan inalcanzable, es decir, no como que nunca fuera a pasar, sino porque... jamás pensé que pasaría tan rápido. Es que cuando empezamos a besarnos, y a tocarnos y cuando lo tuve frente a mí con la respiración agitada contra mi cuello no quise esperar a las rosas rojas y a las velas con olor a durazno, lo quería a él, solo a él. No quería nada más.

—¿Qué opinas? —Pregunto Larissa enseñándome algo.

—Está bien —murmuré arrastrando los pies.

—¿Y qué opinas de este?

—Oh si... mucho mejor —dije sosteniendo un pompón de color rosa.

—Ah... —murmuró—. No sé qué hacer, tuve relaciones con Rey y no se lo he dicho a Liam

—Oh vaya...

—¡Bere! —Gritó.

—¡Que! —Me sobresalté cuando ella me golpeó con un peluche de elefante—. ¿Qué pasa contigo?

—Que pasa contigo —acusó—. Acabo de decirte que me acosté con Rey.

—¿Qué? —Volteé a verla con el corazón en la boca—. ¿En serio?

—¡Claro que no! —Me regañó dándome un empujón—. ¿Qué te ocurre?

—Nada, no me ocurre nada. Y no juegues con esas cosas, imaginé a Liam echándole todos los dientes.

—¿Por qué él iba a...? —La miré con la ceja levantada y ella se cruzó de brazos—. No estamos hablando de mí, mejor dime qué te ocurre.

—No me ocurre nada, en serio —dije mirándola. Pero no por mucho, no era capaz de mentir decentemente y era algo que todos mis amigos sabían—. Deja de mirarme así.

—Bere... —alargó siguiéndome los pasos.

—Lari... —imité sosteniendo varios centros de mesa al mismo tiempo comparando los tamaños.

—¡Bere!

—Iker y yo tuvimos sexo —solté volteando a verla con dos centros de mesa, los que más me gustaron.

Se hizo un silencio, Larissa abrió la boca, tanto que pensé que se le caería de la cara, se la cubrió con las manos y ahogó un grito que seguramente hasta la cajera escuchó, yo tuve que pisarle el pie para darle motivos reales para gritar. Empecé a caminar por los pasillos colocando en el cesto lo que me gustaba, al final podíamos escoger uno, pero de ninguna manera quería quedarme bajo su mirada llena de preguntas curiosas que no quería responderle y no porque fuera ella, sino porque no las quería responder en general. Sabía que podría deshacerme de Larissa, podía evitarla cuanto yo quisiera, pero no iba a ser de ese modo con Álvaro. Sabía que en el momento en el que yo le confesara aquello, él haría tantísimas preguntas, que yo muy estúpidamente respondería, porque no podía esconderle nada al maldito, y él lo sabía y tomaba ventaja de eso.

Tan inevitable como quererteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora