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»Iker«

La semana de campamentos siempre era una buena semana. Desde el lunes ya se podía sentir ese ambiente de "joderemos a los profesores", "pasta dental en la cara para el que se duerma primero" y "toneladas y toneladas de papas fritas con refresco". No todos disfrutaban de los campamentos, de hecho, ir era opcional y los que decidían no ir siempre eran los mismos. Lo que no me terminaba de gustar era que todos los de ultimo año íbamos en un mismo grupo, sin importar la sección, lo que significaba que Santino iba con nosotros, porque sí, el imbécil dejó su permiso firmado el lunes por la mañana, lo vi cuando fui a dejar el mío.

Yo sabía que maldecir de esa forma un lunes tan temprano no era bueno para el alma, pero no me importó.

Ninguno de mis amigos estaba feliz, pero si debía coronar al menos feliz, al que la noticia le cayó como un piano de cola en la cabeza, fue a Liam. ¡Sorprendentemente fue a Liam y no a mí! Y eso que a mí la idea me provocó malestar. Pero él sí que no podía verlo ni en las formaciones, por suerte, haberlo cambiado de sección tranquilizó las aguas, pero a la larga no importaba, porque coincidiríamos en actividades como el campamento.

—Espero que no haya a la misma universidad que nosotros —dijo Omar mientras terminaba de beber su jugo—, rechazaría la beca.

—Hablando de la universidad, ¿sigue en pie la oferta de tu papá? —Preguntó Álvaro.

—Sí, ¿qué dicen los suyos?

—Cuando le conté a mis padres de mi relación con Rey ya no les emocionó la idea.

—Seré el único sin pareja —dijo Álvaro dándole una palmada en la espalda—-, yo los cuidaré.

—¿Y tú qué harás con Sora? —Quiso saber Rey.

—Lo que se pueda hacer —respondió encogiéndose de hombros—-. Y no es mucho.

Álvaro odiaba hablar de ese tema, así que lo dejamos pasar, ya tendrá mucho por decir ese día, no era necesario anticiparnos.

Por ser de último año el campamento iba a hacerse en un campo especializado, es decir, no íbamos a necesitar bolsas de dormir ni tiendas, lo que a mí en lo particular me parecía mucho mejor porque era tedioso cargar con todo eso, nos íbamos a queda en cabañas, yo nunca me había quedado en una de esas.

Los días pasaron en un parpadeo, hasta que llegó el tan deseado viernes. Mamá me hizo hacer una lista de cosas que llevaba, odiaba esas malditas listas, pero según ella, era la única manera de llevarlo todo sin que se me olvidara algo importante, porque por supuesto, me iba al campo, a un monte, a las montañas, ¡a las mismísimas cuevas! ¿Cómo se me iba a olvidar el bloqueador solar? ¡No era negociable!

—¿De cuántas habitaciones son las cabañas? —Preguntó Liam cargando con su mochila, entre todos, era el que menos bulto traía, el resto teníamos la firma de nuestras mamás encima.

—Creo que de cuatro —dije—, en realidad no lo sé, solo dije un número al azar —me reí.

Un muchacho de cabello recogido en una cola de caballo y una cara de no querer estar aquí, se acercó a nosotros para indicarnos a dónde teníamos que ir a formarnos. Esa era la charla de bienvenida en la que se daban las indicaciones, las reglas, los horarios, las actividades y lo más importante, las cabañas, porque nosotros no podíamos escoger compañeros, de nuevo era esa estúpida idea de que lo mejor era convivir con gente que no conocías o conocías poco. Yo conocía a los de mi promoción, llevábamos al menos tres años juntos, exceptuando a un par indeseable.

Tan inevitable como quererteWhere stories live. Discover now