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»Iker«

No supimos ni cómo empezar.

Como dije antes, mis padres sabían hacer preguntas, parecían más detectives que periodistas. Larissa se negó a darles información aunque ellos la ahogaban con preguntas sobre sus padres, su hermano y otros familiares, se mantuvo firme la primera hora, relatando historias tontas que a medida de que mis padres profundizaban en ellas, descubrían que eran viles mentiras.

La observé en silencio durante todo el interrogatorio, quería que volteara a verme al menos una vez para que yo pudiera decirle que estaba bien, que ella estaría bien, que en serio podía confiar en mi familia como había confiado en mí. Sabía que mis padres podrían ayudarla de una u otra manera, de hecho, me sentí mal por no haber recurrido a ellos antes, tal vez esto se pudo haber evitado, tal vez ellos hubieran buscado soluciones desde un principio.

Así que por fin me miró. La sujeté de la mano y le sonreí, porque aunque quería expresarle eso con palabras, estas no solían de mi boca. Luego de unos minutos, después de su quiebre emocional, luego de llorar abrazada a mí frente a mis padres, ella les contó la verdad. La más dolorosa, horrible y desgarradora verdad. No conocía las palabras para describir el rostro de mis padres, lucían incrédulos, extrañados, pero sobre todo, dolidos. Tal vez porque ellos eran padres y en sus cabezas de padres, no lograban concebir la idea de que uno de sus hijos tuviera que acostarse con las personas para pagar las compras del supermercado.

Sabía que mis padres conocían un montón de casos parecidos, Larissa no era la primera y lamentablemente, tampoco la última. Pero al parecer, saber que lo estuve viviendo de cerca con ella fue lo que los hizo enloquecer. Hablaron de denuncias, policías y otras cosas que por obvias razones, a Larissa la hacían temblar. Al final conseguimos dialogar sin llanto de por medio.

Para ellos, lo primero que se debía hacer era contactarse con los padres, algo que yo quise hacer desde un principio y ella se negó. Mamá le preguntó si quería ir a su casa, pero mi amiga con los ojos rojos e hinchados le dijo que no, porque no se sentía capaz de ver a su hermano. Por lo tanto, la habitación de Jaspers ya tenía inquilina, eso tampoco le agradó del todo, pero era mejor que enfrentarse a la furia de su mellizo.

Cuando subimos a mi habitación para ver a nuestros amigos o mis amigos... ella no abrió la boca en lo más mínimo, afortunadamente ninguno mencionó el asunto como tal. Los últimos en irse fueron Bere y Álvaro, la primera trató de entablar conversación con Larissa, y aunque esta le sonreía y le decía que estaba bien, evidentemente no era así. Álvaro me mandó un mensaje diciendo que se fueron porque lo que Larissa necesitaba en verdad, era estar conmigo.

Eso fue justo lo que hice: estar con ella.

Le presté ropa para que pudiera darse un baño, ya mañana, con los ánimos más calmados y mientras Jason esté en el colegio, iríamos por parte de sus cosas. Si es que Jason iba al colegio, mis amigos serían los informantes oficiales, por supuesto. A las ocho de la noche le arrebaté el celular de las manos, no dejaba de leer los comentarios que le dejaban en Facebook y en Instagram, uno era peor que otro y eso la estaba terminando de ahogar.

Ignoró todas las llamadas de Jason, también los mensajes que este le mandó preguntando si estaba en mi casa. Incluso le escribió a Álvaro preguntándoselo, porque Larissa me pidió que tampoco le respondiera. Por supuesto que Álvaro no estaba dispuesto a lidiar con un hermano mellizo enfurecido, me llamó diciendo que fue a su casa y tocó el timbre incontables veces hasta que mi amigo salió a decir que sí, que Larissa estaba en mi casa, según la versión de Álvaro, él le aseguro que su hermana estaba bien y que lo mejor era dejarla descansar.

Tan inevitable como quererteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora