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»Berenice«

Había recorrido el recibidor más veces de las que pude contar. Contuve las ganas de morderme las uñas, me las había arreglado justo después de bañarme, justo antes de recibir el mensaje más extraño de toda mi vida.

Larissa me pidió y cito: »¿La propuesta de quedarme en casa de Hillary sigue en pie? Sé que tú y yo no somos cercanas, y sé que deberías odiarme, y también sé que no tengo el mínimo derecho de pedirte esto, pero ¿puedo quedarme contigo?«. Y mi respuesta fue y cito: »Por supuesto que sí, el tiempo que quieras«

¿De dónde mierda había nacido eso? En primer lugar, la casa no era mía, no tenía ningún derecho sobre quién entraba o dejaba de entrar, pero ahí estaba yo, autorizando huéspedes. Rápidamente fui junto a Hillary que estaba tomando un té en la sala, lucía cómoda y tranquila, excelente estado anímico para contarle sobre mi decisión. Su respuesta fue positiva desde un principio y ordenó que de inmediato alistaran una habitación para mi "amiga". Todo estaba pasando más rápido de lo que yo era capaz de digerir, no asimilaba la idea de que mi nombre y el de Larissa estuvieran en la misma oración que la palabra "amiga".

Los mensajes de Iker una hora y media después no me sorprendieron, entendía su postura. ¿En serio era una buena idea? Probablemente no, pero no quería decírselo, no quería que se preocupara por cómo nos íbamos a llevar ella y yo, así que me limité a calmarlo utilizando frases como: »Podríamos sorprendernos, tal vez no llevemos bien«, y tonterías varias que en verdad no estaba del todo convencida. Por supuesto que fui honesta con Álvaro.

—¿Estás demente? —Gimoteó del otro lado del teléfono—. ¿Tú y Larissa en la misma casa? ¿No estuviste presente los últimos once años de tu vida dentro del salón de clases? ¡Es Larissa por todos los infiernos!

—No me estás ayudando.

—No pretendo ayudarte, pretendo hacer que entres en razón. ¿Dónde carajos están los adultos?

—Esto no es diferente a cuando yo me quedaba en tu casa.

—Sí, sí es diferente. Yo te amo, ella te odia. Yo he sido tu mejor amigo por cinco años, ella ha sido tu máxima enemiga por once años. ¿Notas la diferencia?

—¿No puedes decirme que será como una pijamada?

—Claro. Una pijamada con tu peor enemiga, suena hasta sangriento.

El sonido de un vehículo me hizo regresar al recibidor. Abrí la puerta principal y me encontré con Larissa e Iker bajando del auto, cada uno con una valija. Contuve la respiración, miré a Larissa correr en dirección a la entrada para no mojarse, la lluvia se había vuelto más intensa y los truenos y relámpagos no pretendían detenerse, como si el cielo supiera que yo estaba cometiendo una locura y necesitara ambientarlo con una tenebrosa tormenta.

Intenté no pensar en los años de primaria, cuando solo era yo contra Larissa y su séquito, cuando no tenía ni voz ni fuerza para defenderme y ellas hicieron lo que quisieron conmigo y mi autoestima. Recordé secundaria y la crueldad en sus bromas, en el desinterés en su mirada y en cómo parecía importarle un rábano cómo me hacía sentir, y recordé los primeros dos años de bachillerato, y recordé el baño en cerveza y el golpe de la bandeja de madera contra mi pecho.

Tomé todos esos sentimientos y los hice a un lado, junto con mi cuerpo, para dejarla pasar.

Yo, mejor que nadie, sabía lo que era tener un par de padres... idos. Responsables en ocasiones, distantes en muchas otras, desconocía la relación de los mellizos y sus padres, pero no debía ser ejemplar si es que ella terminaba aquí, conmigo. ¿Quién carajos lo hubiera visto venir?

Tan inevitable como quererteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora