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»Iker«

Lo había hecho, el imbécil de Santino lo había hecho.

Seguí a Larissa hasta el baño de las mujeres, donde más de una me dijo que no podía entrar. Ellas al parecer no sabían lo que había pasado, después de todo estaban en el baño encerradas para evitar ir a los avisos. No les hice caso, entré de todos modos y busqué en cada cubículo hasta que di con Larissa, estaba sentada en el hueco que había entre el inodoro y la pared, con la cabeza escondida entre sus rodillas y sentí el alma en los pies. Me senté a su lado y apenas me sintió, me apretujó en un abrazo, yo le correspondí enseguida, el llanto no se hizo esperar un segundo más.

Tenía tana ira dentro de mí. Tanta frustración que sentía que iba a explotar en cualquier momento. Pero no podía hacerlo, no debía hacerlo porque ella me necesitaba, ella iba a necesitar de mí cuerdo, amable. Luego de unos minutos, la convencí de irnos lo mejor iba a ser llevarla a mi casa, porque en la suya, no iba a encontrar en quien apoyarse, al contrario, tendría que lidiar con Jason y seguramente con un Jason histérico.

Le mandé un mensaje a mi hermano y le pedí que me avisara si la entrada del colegio estaba despejada, me dijo que no. Pensé que lo mejor iba a ser que nos quedáramos en el baño hasta que el colegio estuviera vacío, sin embargo, Larissa me suplicó entre sollozos que la quitara de allí.

No alcancé a contestar la llamada de Bere.

Por supuesto que ir hasta la entrada del colegio fue una tortura y si yo lo sentí así, no era capaz de imaginar cómo se sentía ella. Las miradas que le lanzaba a algunos chicos ya no les provocaba nada, solo se reían más y gritaban cosas que en verdad me enfurecían, pero sentir la mano temblorosa de mi amiga, apretando la mía, me recordaba que lo importante era ella, y sacarla de ese lugar.

Estábamos por llegar a mi auto cuando vi a Santino acercarse al suyo. Me detuve de inmediato, Larissa se quedó detrás de mí.

Y no lo soporté.

Escuchaba los gritos de Larissa, pero sonaban lejanos. Sus manos se aferraban a mis hombros pero su agarre era tan débil que ella se movía como una muñeca de trapo, o así lo sentía yo. Las imágenes se reproducían en mi cabeza, su rostro confundido y triste, su mirada vacía y sola, su cuerpo desnudo y vulnerable. Sentía mis mejillas mojadas y el puño me dolía tanto, pero no lo suficiente para detenerme. Un segundo estaba sobre Santino y al siguiente, tenía a Liam, Omar y Rey sosteniéndome y a mi hermano menor frente a mí con los brazos extendidos gritándome que debía detenerme.

Entonces me detuve.

Alguien, no sé quien, ayudó a Santino a ponerse de pie.

Miré a Larissa que estaba siendo abrazada por Bere, las dos me miraban con los ojos cristalizados y con... ¿miedo? ¿Era miedo? Álvaro me estiró del brazo para que me apartara más del lugar, como si quisiera asegurarse de que no volvería a golpear a Santino.

La directora y otro par de profesores empezaron a gritar y de ese modo la gente se empezó a dispersar, hasta que quedamos mis amigos, Santino y yo.

—Iker Solano —la voz de la directora sonaba comprimida, como si fuera ella quien deseara darme una paliza ahora—. Ve a la dirección en este preciso instante —entonces miró a Santino—, tú ve a la enfermería y cuando acabes, te quiero en la dirección. ¡Ahora!

De mi bolsillo saqué las llaves del auto y de mi casa, y se las lancé a Liam, él las atrapó con torpeza.

—Llévala a mi casa —pedí—. A mí casa, Liam.

Tan inevitable como quererteTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang