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»Berenice«

Sentía la boca seca al punto de tener los labios partidos, los latidos de mi corazón sonaban en mi cuello y escuchaba ese pitido tan fastidioso que yo me esforzaba por no oír, el ruido del silencio. Porque el silencio tenía un sonido particular, un pitido, era lo que escuchabas cuando no escuchabas nada, y era ridículo porque yo estaba escuchando muchas cosas. Escuchaba gritos, escuchaba a alguien que vomitaba, a algunas compañeras que estaban llorando, también escuchaba la voz de Iker, era gruesa y sonaba rota, como si estuviera enojadísimo pero al borde del llanto, probablemente un llanto de furia. Todos esos ruidos se mezclaban con el grito de dolor de mi mejor amigo, él también estaba llorando, pero era un llanto diferente, no era de furia, sino de dolor. Un enorme, muy enorme dolor.

Contemplé a mi mejor amigo tirado en el campo de futbol del campamento, estaba apoyado en ambas codos y aunque Liam lo sostenía para que no se moviese y Larissa le sujetara las mejillas para que la mirase a los ojos, él no conseguía quedarse quieto, y como todos los que estaban cerca, no podía evitar mirar su pierna. Un bulto extraño sobresalía de ella pero era cubierto por la media que le llegaba más debajo de las rodillas, lucía como si tuviera una pierna más corta pegada a su pierna real.

Nunca había visto algo igual.

Yo había ido por dos vasos de agua, uno para Larissa y uno para mí, la actividad que tocaba después de la media mañana era futbol, deporte en general. Se armaron dos equipos para futbol, otro grupo prefirió el voleibol, Larissa y yo pensamos que una competencia en salto de cuerda iba a estar bien y de hecho conseguimos gente que se uniera a esa actividad. En la primera ronda, donde se eliminó un chico llamado Ted, decidí que iba a ir por agua para cuando acabemos, me encontraba volviendo con los vasos cargados a tope cuando escuché el grito de mi amigo, sonó como un gruñido, un sonido que nació desde lo más profundo y crudo de sus entrañas. Y entonces los vasos se me cayeron, posiblemente por eso tenías los muslos y los pies mojados.

Uno de los campistas apartó a Larissa que ya no era ningún tipo de sostén para nuestro amigo porque ella se deshacía en lágrimas. Me quedé inmóvil y me sentía furiosa conmigo misma por no ser capaz de ir junto a él, a que me viera por lo menos. Kevin se colocó frente a mí, sabía que sus labios se movían y aunque estaba muy cerca, lo escuchaba como murmullos lejanos, inmovilizaron la pierna de mi amigo y lo cargaron a una camilla, él se aferraba a ella intentando contener el dolor. Las manos de Kevin se apoyaron sobre mis hombros y sentí una sacudida, él era más alto que yo pero mucho más delgado, así que no era difícil quitarlo de mi vista y centrarme en ver cómo alejaban a Álvaro de mí.

¿Qué mierda había pasado?

—¡Bere, maldita sea! —Gritó Larissa dándome una cachetada, mi primer impulso fue tocarme la mejilla, el segundo fue mirarla y el tercero, entender lo que había pasado—. Iker va a matar a Santino, ¡tienes que venir!

Entonces miré a mi alrededor y fui más consciente. Algunas compañeras se abrazaban entre ellas, conmovidas, seguramente por ver la pierna de nuestro compañero en ese estado, era la pierna derecha, su pierna de diamante, como le gustaba decir a entrenador en un afán de darle ánimos y decirle que era el mejor de la promoción, el mejor muchacho que había tenido en mucho tiempo, más bien.

Vi a Iker, que estaba sobre Santino, Liam, junto con Omar y Rey intentaban sujetarlo, mientras que otro campista intentaba meterse en medio. Santino no se estaba dejando, no vi el momento en que lo golpeó, pero la mejilla roja de Iker podía decirme algo. No sabía por qué lo estaba golpeando, ni si tenía motivos. Al final, el campista logró meterse en medio y con ayuda de los chicos, Iker se alejó de Santino, sorprendentemente no intentó volver a golpearlo, simplemente se zafó del agarre y se alejó, uno de los campistas lo siguió, era el mismo que asignó las cabañas, Walt, creo que se llamaba.

Tan inevitable como quererteHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin